"¡No, no hay revisión salarial!"

Volver a los acontecimientos empresariales presenciales implica reencontrarse con lo peor... y lo mejor de todo el mundo

José Ignacio Goirigolzarri e Isidre Fainé, en el encuentro de directivos a Valencia | Cedida José Ignacio Goirigolzarri e Isidre Fainé, en el encuentro de directivos a Valencia | Cedida

En la terraza del piso 11º del Palau de les Arts de València se celebra el miércoles un coffee-break atípico. Sin mesas vestidas con bandejas de croissants, dos camareros enmascarados sirven café e infusiones con una amabilidad que se interpreta desde los ojos. En grupos de dos personas, separadas, los asistentes al congreso que viene a clausurar el Rey Felipe comentan la jugada, el comentario deslenguado de Juan Roig o la tierna espontaneidad de Antonio Garrigues. Algún pitillo mientras se devora el almuerzo individual que, en un cuidadoso embalaje, hemos recibido cuando nos sentamos en el auditorio. Y entre el tibio silencio, un grito: "¡No, no hay revisión salarial! ¿Pero esto qué es? ¡Sólo faltaría!". Busco con la mirada y veo a un empresario de cabello canoso que, a punto de lanzar el móvil por los aires, salda como puede una petición telefónica de aumento de sueldo. La cara y la cruz de la vida, me temo. Porque en el discurso ponderando del esfuerzo colectivo y la importancia de remar juntos a veces se borran anhelos y expectativas laborales.

Y es que después de más de seis meses, a los periodistas hace unos días, algunas semanas, que nos llegan convocatorias presenciales para cubrir acontecimientos de gran aforo, el que permiten las restricciones. Últimamente, he cubierto el FTalks del hub KM ZERO, la inauguración del Espai Lidera de València Activa y el XIX Congreso de Directivos CEDE. Tres ocasiones para verse, saludarse y no tocarse pero sobre todo para recoger sensaciones, informaciones y comentarios sobre todo aquello que está pasando, que es mucho y profundamente intenso.

Més info: Personas que dirigen y personas que trabajan

El último, pero más importante por la relevancia de speakers y la asistencia real, es el del congreso de CEDE, que busca reflexionar sobre el liderazgo transformador. El titular está bien encontrado pero la práctica demuestra que la primera vez que tantos empresarios se han vuelto a reunir, hablar 'de lo que pasó' es casi obligado. Es así como Ignacio Goirigolzarri recuerda como todo el personal de Bankia renovó el catálogo de productos financieros teletrabajando, como Cristina Garmendia explica que las redes sociales sirvieron de portavoz a COTEC para impulsar proyectos de fabricación de prototipos de respiradores; cómo Ángel Simón, vicepresidente de Suez, apunta que "la vulnerabilidad no podía significar que dejásemos a la gente sin agua"; o como el creador de Mercadona revela que todavía no sabe como el papel higiénico se convirtió en un tesoro.



Digamos que nos ha igualado un poco la pandemia. Todo el mundo encerrado, fuese grande o pequeño el hogar, todo el mundo por el mismo motivo. Con todo, las diferencias (y las jerarquías) vuelven y por eso intento imaginar a la otra persona que, impresionada, aguanta estoicamente la bronca del empresario al teléfono. Con curiosidad, intento leer en su acreditación su nombre o el de su empresa, pero me es imposible -a pesar de que igualmente mantendríamos en secreto su identidad. Espiar conversaciones ajenas nunca ha sido de gente educada.

Simón, vicepresident de Suez, a l'escenari | Cedida
Simón, vicepresident de Suez, a l'escenari | Cedida

 

Sin embargo, su enojo contrapone dos situaciones: dentro, en el escenario del congreso, todos los empresarios están alabando el esfuerzo de su plantilla, el ingente trabajazo del confinamiento. Afuera, otros niegan aumentos salariales con gritos. Desconocemos las razones, pero la imagen hace pensar que ambas cosas son reales: todo el mundo está agradecido por cómo se ha superado, pero hoy por hoy, con la que cae, los esfuerzos económicos son lo más difícil de pedir. O de exigir.

"Me echan del bar una hora antes"

El jueves Ximo Puig, en ese afán consensuable que ya se le reconoce, reunió a la CEV, a UGT y a CCOO, además de a su oposición política, para preguntarles por el toque de queda. Un confinamiento nocturno para evitar la propagación del virus. "El resumen es que me echan del bar una hora antes", me dice una buena amiga. Y sí, esta es la idea. Echar del bar una hora antes pero conseguir que el bar todavía tenga gente para echar. Que tal como van las cosas, cualquier día no hay clientes porque hemos vuelto todos a aplaudir desde los balcons, como explica en su crudo artículo, Cuando te quieras dar cuenta estás otra vez en el balcón a las ocho, y sin ganas de aplaudir, del escritor Isaac Rosa en eldiario.es.

Después del resultado de las negociaciones con el resto de comunidades autónomas, Puig ha tirado por el derecho y consulta con la Abogacía y la Conselleria de Sanidad universal un instrumento legal para aplicar la medida cuanto más rápidamente mejor. En su comparecencia de jueves por la noche, ha recordado que el País Valencià es, junto con Canarias, la autonomía con la tasa de incidencia más baja de España y registra una cifra inferior en casos a la que se registra en países como Italia, Francia, Austria o Portugal, una cosa atribuible al "gran esfuerzo" realizado en estos siete meses por la sociedad valenciana. Sin embargo, ha reconocido que, incluso con esto, "no estamos bien".

Y no, no estamos bien porque seguimos distanciados, enmascarados, limitados, algunos enfermos y otros incluso muertos. También enfadados, como el empresario aquel del congreso, que todavía estará relajándose después de la pelea telefónica. Pero, con todo, nosotros seguimos vivos.

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