Un club en ruinas: la insufrible herencia de Bartomeu

¿Seguirá siendo el Barça de los socios, se aplicará el "modelo Bayern' o se convertirá directamente en una sociedad anónima?

El presidentede lo Barça, Joan Laporta, repasa las financiesde lo club | Europa Press El presidentede lo Barça, Joan Laporta, repasa las financiesde lo club | Europa Press

Hace un año y pocos días que en este mismo medio publicamos un artículo que se titulaba La voladura de un club, donde se explicaba el proceso de desguace al que estaba siendo sometido el FC Barcelona por parte de la administración Bartomeu, quien había tenido suficiente con cinco años -los que van desde su reelección hasta 2020- para colocar la entidad azulgrana en una situación casi irreversible. Es bastante probable, sin embargo, que la exitosa moción de censura que lo hizo caer el pasado mes de octubre haya evitado -pese a los esfuerzos en contra de Carles Tusquets- llegar a su punto de no retorno.

En aquel artículo de hace 12 meses, poníamos de manifiesto la extrema dificultad de hacer una gestión tan negligente sin tener una voluntad previa de estropear el club, una hipótesis que puede sorprender, pero que encaja como un guante ante determinadas circunstancias que han rodeado a quienes han dirigido los destinos del club desde 2010. En medio de un clima enrarecido en el país, donde algunos partidos con mucho peso parlamentario parecen extrañamente alineados con los intereses del Estado, todo puede ser posible. Por un lado, tenemos las relaciones espurias de Josep Maria Bartomeu y Sandro Rosell con determinados aparatos o pseudoaparatos del Estado, que incluyen un oscuro pacto con la Fiscalía del Estado por el caso Neymar y un inverosímil flujo de dinero entre el club y entidades vinculadas a la plataforma catalanófoba Sociedad Civil Catalana. Por otra, la aspiración rosellista de desmutualizar el club y transformarlo en una sociedad anónima, un afán que en 2010 ya parecía rondar por la cabeza de Rosell y que es patente en su entorno personal. Sobre el asunto de la eventual transformación del Barça en sociedad anónima, hablaremos más adelante en este mismo artículo porque será uno de los temas estelares de la vida azulgrana en los próximos tiempos.

Parece ya de dominio público que la administración Laporta coge un club en una situación tan grave que ni la forma jurídica -club propiedad de los socios- ni su supervivencia -riesgo real de concurso de acreedores- están garantizadas y, por lo tanto, hará falta que haya paciencia, imaginación y la capacidad de ejecución del cirujano con mejor pulso del mundo. En la rueda de prensa que el presidente ofreció hace una semana, actualizó algunos de los datos de balance de cierre a final de la temporada 20/21 y que con total seguridad podremos conocer de manera más detallada cuando llegue la asamblea de socios del próximo octubre. A grandes rasgos, las cifras de las que habló Laporta fueron la deuda, la masa salarial relativa y las pérdidas del ejercicio. En cuanto a la deuda, a un servidor no le quedó claro si la cifra subía a los 1.482 millones de euros o a los 1.350, pero da igual, la magnitud en los dos casos es monstruosa y muy difícil de pagar atendiendo al volumen de ingresos del club y, sobre todo, a su incapacidad de generar beneficios. Otro de los parámetros relevantes que desveló Laporta fue la masa salarial, que en relación a los ingresos estaba por encima del 100%, con la consecuencia inmediata de dejar ligados de manos y pies a los administradores de la entidad. Finalmente, la cifra que más asustó a la concurrencia fue la de las pérdidas, que se situaban en una cifra récord de 481 millones, pero en cierto modo previsible por la prevalencia del llamado "escudo covid" durante la temporada 20/21 (las pérdidas no computan a efectos de avales), una protección que posiblemente no existirá en el siguiente cierre contable. En esta tessitura, es muy razonable que la junta de Laporta haya querido limpiar el balance hasta el límite de sus posibilidades para afrontar el próximo cierre con mejores perspectivas. Un aspecto más técnico del balance, pero no menos infernal, es la situación de los fondos propios, que presentan una rango negativo de 451 millones de euros, propios de una empresa que flirtea con la liquidación.

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Como se ha insistido ya de manera recurrente, las medidas imprescindibles que la nueva junta tiene que ejecutar son la reestructuración de la deuda, para intentar tener oxígeno en el corto plazo; y la reducción de gastos, que de manera inevitable pasa por recortar salarios del primer equipo de fútbol. En el primero de los retos, el de la deuda, recientemente hemos tenido buenas noticias, porque el club ha conseguido un nuevo crédito con Goldman Sachs por un importe de 595 millones de euros por un plazo de 10 años a un tipo de interés muy competitivo (se ha publicado que estará por debajo del 2% anual), y que además es ampliable en 70 millones más. Este dinero tienen que servir para aligerar la carga de deuda y pagos del corto plazo, verdadera espada de Damocles que amenaza la continuidad del club. Como dice el analista Marc Ciria, se trata de una operación one shot a la que también podríamos denominar "bala de plata" por su naturaleza de recurso de última instancia. La consecución de un precio tan competitivo (como decíamos, por debajo del 2%) guarda relación directa con la obtención de la calificación BBB- para la deuda azulgrana que recientemente ha otorgado la agencia de calificación Fitch.

Las medidas imprescindibles que la nueva junta tiene que ejecutar son la reestructuración de la deuda y la reducción de gastos

En el segundo de los capítulos pendientes, el de la reducción de la masa salarial, parece que las cosas van más despacio que en el caso de las fuentes de financiación, con un núcleo de jugadores refractarios a salir del club o rebajarse el salario, de forma que de momento los éxitos han sido exiguos (parece que solo Gerard Piqué y Jordi Alba han accedido a rebajarse el sueldo, a pesar de que en realidad podría tratarse de una reestructuración de los pagos). Últimamente se ha abierto la puerta a una salida no amistosa de Samuel Umtiti, que podría significar una vía a explorar en casos de jugadores que, como él, no aceptan negociar a la vez que exhiben un rendimiento inaceptable causado por negligencias propias.

La rueda de prensa de Laporta también sirvió para que el presidente respondiera a una carta que horas antes había hecho pública el expresidente Bartomeu, un documento donde pretendía -sin mucho éxito, por cierto- defender su gestión al frente del club. Como meros observadores, el único enfoque posible que podemos dar a una acción tan grotesca es considerarlo poco más que una anécdota sádico-humorística propia de la compleja sociología azulgrana, y solo explicable si detrás había alguna voluntad de descargo para cuando toque declarar ante una toga. No merece más comentario.

Un trauma futbolístico

La red peñística del club también ha sido protagonista de las primeras decisiones de la nueva junta por la escamonda que se ha planeado aplicarle. Tiene que quedar bien claro que cualquier medida que contribuya a limpiar rincones de corrupción en el perímetro del club tendría que ser bien vista por la masa social barcelonista.

Por supuesto, no podemos olvidar que la temporada actual empieza con un trauma de los fuertes por la salida de Messi del club, en medio de un escenario kafkiano donde todas las partes implicadas querían su continuidad, pero que la situación financieramente dramática de la entidad ha canalizado el desenlace hacia una situación donde todo el mundo pierde, una versión singular y al otro lado del espejo del famoso win-win de los estrategas empresariales. Nadie puede dudar de que el único culpable de la marcha del astro argentino es el expresidente Bartomeu, y si tenemos que imputar alguna responsabilidad a Laporta seria la de no ser del todo consciente de que el fútbol ha cambiado mucho desde su primera etapa y que hoy en día los criterios financieros están por encima de los deportivos y de los emocionales, y también que la figura del presidente ya no es la cúspide de la pirámide. Su aprendizaje acelerado ha tenido un coste elevado tanto para su imagen de hombre con estrella como para el estado de ánimo de los seguidores barcelonistas, que en gran medida entraron en estado de shock al conocer la inesperada noticia. En todo caso, no había que escudarse en el límite salarial de la Liga de Fútbol Profesional (LFP) cuando las razones eran bastante más estructurales. La imagen de Messi apostando por reconstruir el club desde cero hubiera sido un reclamo comercial de valor incalculable, como lo es en sentido inverso su salida cuando nadie lo pretendía. Para cerrar este asunto, hay que añadir que no deja de ser curioso que las bajadas de salario de algunos jugadores hayan llegado o estén a punto de llegar una vez el argentino está fuera del Camp Nou.

Los socios del Barça pronto oirán cantos de sirenas sobre supuestos benefactores dispuestos a inyectar el dinero que haga falta para que el club recupere la estabilidad financiera, con el 'pequeño' detalle de que a cambio querrán transformarlo en sociedad anónima

Volviendo a la situación financiera del club y recuperando un hilo que hemos abierto a comienzos de este artículo, hay que poner sobre la mesa que un panorama tan extremadamente delicado provocará, sin duda, que los depredadores financieros que a menudo se lanzan sobre sus presas cuando huelen la sangre empiecen a sobrevolar en círculos la explanada de Aristides Maillol. En este sentido, los socios del Barça bien pronto empezarán a oír cantos de sirenas sobre supuestos benefactores dispuestos a inyectar el dinero que haga falta para que el club recupere su estabilidad financiera y patrimonial, con el pequeño detalle de que a cambio querrán una transformación en sociedad anónima y apropiarse de una parte significativa del capital. Ya se puede intuir que la presión será de muchas atmósferas por la cantidad de intereses cruzados existentes en la ciudad en este sentido.

En el embate nos encontraremos muy probablemente tres bandos: los defensores de la naturaleza mutual del club -entre los que se cuenta un servidor-; los partidarios de una transformación hard, es decir, la pérdida total de control por parte de los socios en beneficio de un fondo de inversión de aquí o de fuera; y, finalmente, los partidarios de la transformación soft, que pondrán al FC Bayern como modelo a seguir. Cualquier propuesta que signifique un cambio de forma jurídica enfocado a convertirse en una SAD tendría que ser considerada una traición a las esencias del club, sin más paliativos. Escucharemos las bondades del "modelo Bayern" como solución mágica para el Barça, pero digan lo digan no será más que una pérdida de la titularidad del club por parte de sus propietarios históricos, los socios. Para que todo el mundo se pueda hacer una idea, el club bávaro desmutualizó su primer equipo de fútbol (el equipo profesional, el que genera negocio), manteniendo intacta el resto de la estructura de la entidad. Una vez realizada esta transformación, los accionistas pasaron a ser el propio club (el de los socios), con un 75% del capital, mientras que el otro 25% quedó repartido a partes iguales en el núcleo duro formado por tres gran empresas locales, como son Allianz, Adidas y Audi.

De cara a aplicar este sistema en Can Barça, hay un montón de consideraciones que invitan a rechazarlo, y el primero de estos es que es un movimiento irreversible, en el sentido que una vez ejecutado es casi imposible volver atrás, y también que en el país no disponemos de empresas de este perfil que puedan constituirse en accionistas fuertes a la vez que confiables. En todo caso, habrá que estar preparados para soportar la lluvia fina que intentará llevar a los socios hacia este escenario. Tendremos tiempo de hablar.

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