La Comunidad

La mayoría de personas considera que el CNI es la agencia española de espionaje, pero esto es una verdad a medias

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una sesión del Congreso. | EP El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una sesión del Congreso. | EP

A lo largo de la última década del Procés y, todavía más, con el estallido del Caso Villarejo, tres letras que antes quizás eran desconocidas para la mayoría de ciudadanos han pasado a formar parte de la cultura popular: CNI. O sea, las iniciales del Centro Nacional de Inteligencia. En general, la mayoría de personas considera que el CNI es la agencia española de espionaje, pero esto es una verdad a medias; es cierto que el CNI es un servicio estatal de inteligencia, pero no es el único porque aquí -como en la mayoría de Estados- existe todo un enjambre de servicios y agencias que conjuntamente se autodefinen como "la comunidad de inteligencia". También es necesario adoptar una precaución sobre el propio concepto de inteligencia que hace referencia a cierto tipo de información más que a una concentración inusual de materia gris.

Empezando por el más conocido y sobre el que pivota la comunidad, el Centro Nacional de Inteligencia, es un ente que fue fundado en 2002 como un paso más de la evolución histórica de los servicios anteriores, el Cesid (del 1977 al 2002) y el Seced (del 1972 al 1977). Su nacimiento vino impulsado por un doble motivo; en primer lugar, para "civilizar" los servicios de inteligencia, es decir, desvincular la agencia del mundo militar para que pasara a estar integrada eminentemente por ciudadanos de carácter civil (a pesar de que depende del Ministerio de Defensa). En segundo lugar, para poner a cero el contador del espionaje estatal, que estaba manchado por varios escándalos que ensuciaron la imagen del Cesid y de los que hablaremos más adelante.

Según promulgan ellos mismos, el CNI es el organismo público responsable de facilitar al presidente del Gobierno y al Gobierno de la nación las informaciones, análisis, estudios o propuestas que permitan prevenir y evitar cualquier peligro, amenaza o agresión en contra de la independencia o integridad territorial de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado de Derecho y sus instituciones. A diferencia otros países, como puede pasar en el Reino Unido con el MÍ-5 y el MÍ-6, no existe un servicio dedicado al espionaje interior y otro al espionaje exterior, sino que las dos funciones corren a cargo del mismo CNI. A pesar de la pulcritud del lenguaje que utilizan en su página web, donde se habla de objetivos y valores -cómo si fuera una empresa cualquiera- y dónde menudean verbos de sesgo positivo como prevenir, velar o garantizar, no podemos olvidar que son espías y que se mueven bajo una capa de opacidad muy densa, de forma que es fácil que se den las circunstancias adecuadas para que pisoteen las líneas rojas de un estado de derecho. En cierto modo, todo el ovillo de informaciones que están saliendo a la luz a raíz del llamado Caso Villarejo (un procedimiento que, desde el punto de vista judicial, tiene abiertas más de una treintena de piezas separadas) y del escándalo Pegasus nos pueden llevar a pensar que, para el CNI, los límites de la democracia y de la legislación vigente tienen más que ver con sugerencias que con  muros infranqueables.

El CNI es un servicio estatal de inteligencia, pero no es el único porque aquí -como en la mayoría de Estados- existe todo un enjambre de servicios y agencias que conjuntamente se autodefinen como "la comunidad de inteligencia"

La organización interna del centro es la siguiente: en primer lugar y como hemos dicho antes, depende directamente del Ministerio de Defensa, aunque durante el periodo 2011-2018 estuvo integrado al Ministerio de Presidencia. El máximo es responsable de la institución es el director, con rango de secretario de Estado. Ahora mismo, el director es nuevo porque, a raíz del mencionado escándalo Pegasus, Paz Esteban López fue defenestrada (o, en las simpáticas palabras de la ministra Margarita Robles, "sustituida, pero no destituida") y su lugar lo pasó a ocupar Esperanza Casteleiro Llamazares, madrileña como la anterior, y que entró a los servicios secretos (entonces Cesid) con solo veintisiete años, el 1983. Por debajo de ella, se encuentra un secretario general, cargo que ocupa desde el 2020 el coronel de infantería Arturo Relanzón Sánchez-Gabriel, también con una larga trayectoria dentro de la agencia. El siguiente peldaño lo constituyen las diversas direcciones generales, de carácter técnico. Su sede central está en la Avenida Padre Huidobro, junto al Hipódromo de la Zarzuela.

Además de la estructura interna, el CNI también dispone en su paraguas de dos instituciones con perfil propio, se trata del Centro Criptológico Nacional (ciberseguridad) y de la Oficina Nacional de Seguridad. Esta última se encarga de la custodia de la información clasificada que se recibe desde la OTAN y desde la Unión Europea. Las otras dos patas de la inteligencia del Estado son el CITCO, Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado, y la inteligencia militar.

En cuanto a las instituciones de carácter militar, el más destacado es el Centro de Inteligencia de las Fuerza Armadas, conocido como CIFAS. Está integrado al Estado Mayor de la Defensa y se encarga de facilitar información al Ministro de Defensa sobre acontecimientos de carácter internacional que puedan afectar la defensa nacional. También actúa como contra inteligencia dentro del ámbito militar. Dentro de este terreno, también se debe tener en cuenta las divisiones de inteligencia del ejército de tierra, del aire y de la armada (la marina).

Finalmente, es importante saber que los cuerpos policiales también tienen sus propios servicios de información y no son pocos: Mossos d'Esquadra, Ertzaintza, Policía Foral de Navarra, Cuerpo General de Policía Canaria, Cuerpo Nacional de Policía, Guardia Civil y Servicio de Vigilancia Aduanera de la Agencia Tributaria. O sea, que estamos vigilados por todos lados.

Antes hemos comentado que el CNI es el heredero directo de una agencia anterior, el Cesid. El 2002 lo Centro Superior de Información para la Defensa pasó a mejor vida en medio de un sinfín de escándalos que fueron ampliamente difundidos por los medios de comunicación. El más conocido de todos fue el llamado "Papeles del Cesid", cuando, en 1995, una serie de documentos que el espía Juan Alberto Perote Pellón, alías Alberto K, sustrajo de "La Casa" -como se denominaba en aquel tiempo a la agencia- en los que quedaba probada la guerra sucia contra ETA del gobierno González, incluyendo la creación de los GAL, el grupo terrorista que atentaba a Iparralde contra personajes vinculados al independentismo vasco. En la trama de los papeles, uno de los personajes clave fue el banquero Mario Conde Conde, omnipresente en las conspiraciones ibéricas de aquella época. Un par de años antes, el Cesid ya se había visto involucrado en un extraño caso de escuchas alrededor de La Vanguardia y del Conde de Godó, que tuvieron como máximo protagonista a Miguel Ruiz / Mikel Lejarza, alias "El Lobo", un espía que había cobrado fama, como veremos a continuación, en la España de mediados de los setenta.

Las fuentes humanas (Husint) son minoritarias en el caudal general de los datos que gestionan para generar su producto final: la inteligencia, o sea, la información útil

El Cesid fue el servicio de inteligencia que se creó durante la transición para romper los vínculos con el espionaje del franquismo. La institución que lo precedió fue el Seced, Servicio Central de Documentación, que este año cumple cincuenta años de su creación, dado que fue fundado en el muy fecundo año de 1972. Dependía de presidencia del gobierno y, por lo tanto, del almirante Luis Carrero Blanco. Su función era eminentemente contra subversiva, es decir, la identificación de todos aquellos grupos contrarios a la dictadura franquista. Cómo hemos visto, su vida fue solo de cinco años, porque coincidiendo con las primeras elecciones democráticas -pero preconstitucionales todavía- dejó paso al Cesid. La operación más relevante del Seced fue la infiltración en ETA del topo Mikel Lejarza (alias "Gorka", en aquella ocasión), que desembocó en la detención de decenas de miembros de peso de la banda terrorista en 1975.

No tenemos que ver todos estos centros y agencias como madrigueras de James Bonds ibéricos, porque en realidad la figura del espía de calle, pese a existir, no es la que proporciona hoy más información útil. Según reconocen los profesionales de este mundo, alrededor del 90% de la información que gestionan los servicios procede de fuentes abiertas, lo que ellos denominan Osint (Open Source Intelligence) y que no es más que información que está al alcance de todo el mundo tanto en registros públicos como en redes sociales y similares. Las fuentes humanas (Husint) son minoritarias en el caudal general de los datos que gestionan para generar su producto final: la inteligencia, o sea, la información útil.

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Sobre las condiciones laborales de los espías que utilizan Pegasus
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