La dura realidad de la transferencia tecnológica

No tendremos un sistema de investigación maduro hasta que este involucre a las empresas

Investigadores del Instituto de Ciencias Fotónicas, al campus de Castelldefels de la UPC Investigadores del Instituto de Ciencias Fotónicas, al campus de Castelldefels de la UPC

Los gobiernos de todo el mundo destinan miles de millones a estimular la investigación en universidades y centros científicos de todos los ámbitos del conocimiento: desde las matemáticas fundamentales a las biociencias; de la computación y la microelectrónica a la antropología, o de la física del cosmos a la paleoarqueología. La ciencia progresa en infinidad de campos gracias al impulso decidido de los gobiernos. La intención de este esfuerzo es conseguir que las personas entendamos mejor los fenómenos naturales, sociales y culturales que regulan el entorno donde vivimos. Y, que de este conocimiento, hagamos un mundo mejor. El objetivo de las políticas científicas es la creación de conocimiento. La aplicación práctica de este conocimiento en el entorno económico y social (su conversión en "conocimiento pragmático" o "tecnología") es el que se conoce como "transferencia tecnológica".

La misión de las universidades es generar y difundir conocimiento. Se genera conocimiento mediante la investigación, y se difunde mediante la educación y la transferencia a la sociedad. A la transferencia se la ha llamado "tercera misión" de la universidad (entendiendo que las misiones primigenias son investigar y educar). Quizás por este hecho, a menudo la transferencia ha quedado como un apéndice del resto. Pese a todo, los agentes sociales, expertos y líderes empresariales, e incluso los propios académicos, coinciden en que la transferencia tecnológica es clave para desarrollar sociedades prósperas y competitivas. En Catalunya se ha desarrollado un sistema científico de excelencia, y de elevada eficiencia en el uso de los recursos. El sistema de investigación en Catalunya se estructura sobre el conjunto de las universidades, los centros de investigación (los 42 centros de la Xarxa CERCA) y algunas infraestructuras emblemáticas como lo Barcelona Supercomputing Center, o el Sincrotrón Alba. El sistema universitario público da servicio a más de 150.000 estudiantes. Según el último el Informe de Indicadores de Investigación e Innovación de las Universidades Públicas Catalanas (ACUP), estas generaron un total de 17.366 publicaciones científicas en 2018, realizadas por más de 8.000 investigadores a tiempo completo, y atrajeron 282 MEUR de fondo de investigación competitivos y no competitivos. El sistema universitario y científico tiene una considerable masa crítica. Catalunya es, indudablemente, uno de los grandes hubs científicos del Sur de Europa.

Comparativa: el conjunto de las universidades públicas catalanas registra una media de 100 patentes anuales cuando IBM solicita 9.000 en este mismo periodo

La transferencia tecnológica se expresa mediante el registro de patentes, los contratos de investigación bajo demanda de agentes exteriores, o la creación de empresas de base tecnológica. En este ámbito, los indicadores son notablemente más débiles. Entre 2014 y 2018, el conjunto de universidades públicas catalanas solicitaron 447 patentes (unas 100 por año). Las comparativas en bruto no son válidas, pero para tener un orden de magnitud, la empresa líder global en patentes (IBM) registra unas 9.000 por año. Intel, Apple, Microsoft o Volkswagen generan unas 2.000 patentes anuales. En cuanto a emprendeduría, si en 2014 había 107 empresas activas, de base tecnológica, surgidas de las universidades públicas catalanas; en 2018 había 137 (un incremento neto de solo 30 startups de base científica en 5 años -muchas de ellas en fase embrionaria-). Pere Condom, seguramente el mejor experto en transferencia tecnológica del país, elabora un inventario de unas 300 startups de base tecnológica surgidas de universidades, centros de investigación y hospitales. Una realidad que empieza a consolidarse, después de 20 años de construcción del ecosistema, pero que todavía es frágil. Finalmente, en 2018, los ingresos provenientes del sector privado hacia las universidades públicas catalanas fueron solo de 58,8 MEUR (fundamentalmente, en contratos de investigación).

Es preocupante que una economía como la catalana, líder en investigación de excelencia, genere unicornios que no surjan de esta potencia investigadora

Estos indicadores son exiguos por la potencia de la ciencia en Catalunya, y por el esfuerzo público invertido. La Generalitat de Catalunya destina más de 500 MEUR anuales a universidades y centros de investigación. Según el IDESCAT, en Catalunya hay más de 25.000 investigadores, técnicos y personal de apoyo realizando tareas de I+D en la administración pública y en las universidades. Es indudable el éxito y la eficiencia científica de los mismos. Es conocido que Catalunya publica el 1% de la ciencia mundial siendo solo el 0,1% aproximado de la población mundial. El efecto multiplicador científico también es indudable: solo Israel, Suiza u Holanda están por delante de Catalunya en atracción de fondos de investigación ERC (European Research Council) por millón de habitantes. Aun así, estos son fondos de investigación atraídos para hacer más investigación. No tendremos un sistema de investigación maduro hasta que esta involucre a las empresas. Y, en innovación (conversión del conocimiento en resultados económicos y sociales), estamos muy atrás: la inversión en I+D sobre PIB de la economía catalana es solo del 1,6 % (al nivel de 2008: no hemos progresado en 14 años), los indicadores de innovación sitúan a Catalunya en tercera división europea, y es preocupante que una economía como la catalana, líder en investigación de excelencia, genere unicornios (empresas valoradas en más de 1.000 MEUR) que no surjan de esta potencia investigadora (unicornios cómo Glovo, Travelperk o Wallbox).

¿Qué podríamos hacer para mejorar la transferencia tecnológica y que esta excelencia en investigación llegue a las empresas?

  • En primer lugar, no obsesionarnos. El concepto de "transferencia" es inherentemente ineficiente ("primero investigo y después busco aplicaciones en la investigación"), y pertenece a una concepción obsoleta de la innovación. El proceso lineal de I+D+I (investigo-desarrollo-innovo) no es sistemático, y se mujer solo ocasionalmente. No toda la investigación es "transferible", ni toda la innovación viene de la investigación. La investigación (generar conocimiento) y la innovación (aplicar conocimiento para ganar ventajas competitivas) son fenómenos relacionados, pero no lineales, como muy bien explica el profesor Esteve Almirall en su fabuloso artículo "La Paradoja Europea y Catalana". La transferencia tecnológica es terriblemente lenta e ineficiente, y solo una parte muy pequeña de lo que se investiga tiene aplicaciones reales de mercado. Según Pere Condom y Josep Llarch (2006), en EEUU se precisaban 100 millones de dólares en investigación para generar una espín-off, y 5 millones para generar una patente. Y, según estudios más recientes (Bloom, 2020), obtener nuevas ideas disruptives en investigación es cada vez más costoso (por ejemplo, el número de investigadores para mantener la carrera de los semiconductores -la famosa "Ley de Moore"- es 18 veces superior hoy que en 1970). En un sistema pequeño como el nuestro, la conclusión es clara: no transformaremos la economía en base a transferencia tecnológica. No llegaremos a ninguna economía del conocimiento sobre la palanca de la "transferencia".
  • Dicho esto, no podemos renunciar a mejorar la transferencia hasta el límite de lo posible. Nuestro sistema de investigación prioriza de forma absoluta la obtención de resultados científicos (y su publicación) por encima de su aplicación. Un investigador o profesor universitario promocionará únicamente si tiene publicaciones de impacto académico, reconocidas en los circuitos internacionales de investigación y evaluadas por otros académicos. El trabajo con empresas no comporta prácticamente ningún factor de mérito para las acreditaciones de investigación, que condicionan las promociones a profesor titular o catedrático. Nadie será premio Nobel trabajando de forma cooperativa con empresas: los incentivos académicos se encuentran en el despacho, en la pizarra o en el laboratorio, no en los contratos empresariales. Hay que dar más peso en la carrera académica a los trabajos aplicados. Hace falta que los profesores que transfieran tengan incentivos personales para hacerlo (obtengan regresos económicos del valor que generan). Hay que reforzar y profesionalizar las oficinas de transferencia. Y hay que liberalizar el proceso: las incontables trabas administrativas y legales a la participación de universidades y profesores en el capital de las startups o en la participación en proyectos empresariales son propias de una administración antigua, coercitiva y preventiva ("de entrada, no se puede hacer"), en vez de una administración moderna y abierta. Estamos hablando de cambios normativos (en el fondo, de liderazgo político). Pero, si la universidad es incapaz de cambiar desde dentro, se puede inducir el cambio desde fuera (sistema de incentivos externos): Catalunya fue pionera con su 1er Plan de Innovación (2001-2004), liderado por la Eugeni Terré, donde se seleccionaron grupos de investigación universitarios con tecnologías diferenciales y con voluntad de transferencia, y se establecieron planes de comercialización de la tecnología financiados por el Departamento de Industria (antigua XARXA IT, hoy la renovada TECNIO). En su momento, más de la mitad de la transferencia tecnológica catalana pasaba por TECNIO. Es necesario impulsar decididamente estos tipos de instrumentos, fomentando la competencia entre grupos de investigación y creando una marca de excelencia también en investigación consorciada con la industria.
  • Por último (y lo más importando): Constatar que la innovación es un hecho empresarial. Solo mejoraremos significativamente la transferencia universitaria actuando sobre las empresas, activando los sistemas de demanda. Y esto se consigue estimulando los proyectos de I+D empresarial, actuando desde la política industrial. Los ecosistemas líderes desarrollan potentes políticas de investigación industrial. Tekes, la agencia de innovación finlandesa, cuenta con una media de 500 MEUR anuales para co-financiar proyectos empresariales de alto riesgo tecnológico. En estos proyectos, se subcontratan sistemáticamente universidades y centros de investigación. Estas políticas han estado ausentes en Catalunya, que se ha obsesionado en transferir tecnología desde la fuerza bruta de la investigación, en vez de hacerlo desde la activación de la demanda industrial. Del total del esfuerzo en I+D+I de la Generalitat, solo el 3% se destina a políticas de demanda (estímulo de la I+D empresarial).

Conclusión: Catalunya tiene un ecosistema de investigación de excelencia y alta eficiencia. Que es necesario proteger y potenciar. Pero el enfoque tradicional de las políticas I+D+I es incorrecto. No podemos generar sobreexpectativas: no cambiaremos la base competitiva de la economía catalana mediante la transferencia de conocimiento desde los centros de investigación. Es necesario definir un nuevo sistema de incentivos a las universidades y en los centros de investigación, porque la cooperación con empresas no sea puramente residual. Pero, por encima de todo, hay que estimular la investigación industrial, con instrumentos de apoyo y financiación específicos, para conseguir que las empresas, desde la demanda, absorban el conocimiento generado en la investigación y lo conviertan en ventajas competitivas y puestos de trabajo de calidad.

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