La gastronomía como gentrificadora (involuntaria) de la Comunitat Valenciana

Existen pocos sectores donde el apoyo entre personas del mismo gremio sea tan palpable a nivel externo

El salto cualitativo en materia gastronómica de la Comunitat Valenciana | iStock El salto cualitativo en materia gastronómica de la Comunitat Valenciana | iStock

Si de algo puede presumir la Comunitat Valenciana en los últimos años, es de un salto cualitativo en materia gastronómica, que le ha posicionado definitivamente entre las referencias antaño reservadas únicamente a regiones como el País Vasco o Catalunya. No solo se han incrementado exponencialmente el número de Estrellas Michelin en la región. También se ha dado, por fin, protagonismo a los referentes femeninos, que como en los dos casos anteriores solían nacer eclipsados por los rutilantes nombres del género opuesto.

Asimismo, existen pocos sectores donde el apoyo entre personas del mismo gremio sea tan palpable a nivel externo, si bien, como en todas las profesiones, la cercanía interna no tenga la misma cohesión.

Pero es la Comunitat Valenciana un lugar, sin embargo, con inmensos contrastes. Que todavía permite a los comensales locales comer muy bien y muy variado con tickets medios por debajo de los 25 euros. Pero que a partir del incremento de estas tarifas comienza a perder recurrencia propia para tener que atraer a la foránea.

Si de algo puede presumir la Comunitat Valenciana en los últimos años es de un salto cualitativo en materia gastronómica

Los restaurantes gastronómicos son un caso aparte por diversas circunstancias. Para la población media son aspiracionales, pero no inalcanzables, con menús que oscilan entre los 90 y los 325 euros. Pero, si los medimos con los que se ubican fuera del territorio, se encuentran en rangos de precios bajos a pesar de la calidad de sus propuestas.

Pero, sobre todo al calor del boom turístico experimentado en la última década (y solo frenado, que no extinguido, durante los dos años más duros de la pandemia), han aparecido muchas opciones cuya rotación es casi exclusivamente de habitantes llegados de fuera de las ciudades. Y, de hecho, muchas de las campañas de redes sociales van enfocadas a este tipo de perfiles.

El crecimiento de la oferta culinaria

Es cierto que en cualquier bar con historia puede comerse bien, pero no lo es menos que en lugares llamados ‘de producto’ la denominada clase media debe andar con cuidado para que no se desmadre la cuenta. Lo que, unido a las consecuencias de la covid-19 y de la inflación, dificulta mucho a hosteleros y clientes obtener una regularidad de paso.

No lo es menos el hecho de que, dependiendo de la zona, te encuentres precios al alza. Lo cual es normal en entrantes o peticiones especiales, pero ya no lo es tanto en arroces. Que, como cualquier lugareño sabe, es una de las recetas más baratas de preparar. Aunque el cargo suba por el alquiler de un gran local o un servicio de alto nivel.

¿Está el modelo de crecimiento siendo sostenible o puede convertirse en una burbuja con peligro de estallar?

A todo esto, se le une un crecimiento constante de restaurantes en los muchos hoteles que han abierto o abrirán en la Comunitat. Y que, por regla general, suelen disponer de precios algo más altos que un local a pie de calle (con escasas excepciones, como por ejemplo el Ampar del Hospes Palau del Mar en Valencia).

De manera involuntaria, el crecimiento de la oferta culinaria tiene a concentrarse en lugares concretos. Y eso supone que la rotación local sea menor, si bien se aprecia un incremento habitual de peticiones de mesas los fines de semana.

La pregunta que cabe hacerse es la siguiente: conociendo los riesgos pandémicos que todavía quedan por resolver, las rápidas transiciones de apertura a cierre en barrios de moda y la pérdida de poder adquisitivo (confrontada, eso sí, con las ganas de salir de aquellas personas que más han sufrido las restricciones o los confinamientos), ¿está el modelo de crecimiento siendo sostenible o puede convertirse en una burbuja con peligro de estallar?

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