Cambiar el ritmo de las ciudades: todo a 15 minutos

¿Qué puede aprender Barcelona del modelo de ciudad de París?

Josep Matáis y Carlos Moreno a la Mobility Talks del RACC. | Cedida Josep Matáis y Carlos Moreno a la Mobility Talks del RACC. | Cedida

Si una cosa aprendimos del confinamiento y la pandemia -además de cocinar, teletrebajar, hacer deporte en casa y descubrir nuevos hobbies a raíz del aburrimiento-, fue el valorar nuestro entorno más próximo: conocer nuestros vecinos, explorar nuestro barrio y apreciar el abanico de servicios y posibilidades que tenemos al alcance. La pandemia ha producido un cambio en el ser humano. No somos los mismos. Tenemos una concepción diferente del tiempo, de la proximidad y del sentido de la vida. De hecho, tal como explica el ideólogo Carlos Moreno en el Mobility Institute Talks, "hemos encontrado una manera diferente de vivir en nuestras ciudades". El Mobility Institute es una plataforma creada por el Racc y Deloitte que lidera el análisis de nuevos modelo de movilidad.

Carlos Moreno es asesor de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, y precursor del concepto ciudad de los 15 minutos, un concepto que ha dado la vuelta al mundo y que es generador de una infinidad de debates sobre modelo urbanísticos. La propuesta de Moreno -reflejada en las políticas de Hidalgo- parte de una nueva concepción de la planificación urbanística, donde el tiempo, la movilidad y la calidad de vida de las personas tienen una especial importancia. La ciudad de los 15 minutos se configura de forma que sus ciudadanos tengan cubiertas sus necesidades a poca distancia, teóricamente a tan solo 15 minutos; de este modo, se evitan trayectos innecesarios y contaminantes, y además, ganamos tiempo. Esto implica cambiar el ritmo de las ciudades y descentralizar los servicios.

La 'ciudad de los 15 minutos' se configura de forma que sus ciudadanos tengan cubiertas sus necesidades teóricamente a tan solo 15 minutos

Teniendo en cuenta que el 55% de la población mundial vive en ciudades, es imprescindible repensar como se configura la vida dentro de estas: que estilo de vida se propone por sus ciudadanos y que huella medioambiental y económica están dejando. Moreno cree que "tenemos una cita pendiente con la Tierra para reducir la emisión de dióxido de carbono (CO2)". De hecho, el ideólogo cataloga "de extrema necesidad mundial" reducir hasta el 70% estas emisiones y señala una hoja de ruta clara: más allá de hablar de medidas técnicas que permitan captar mejor el CO2 o mejorar el aislamiento energético de los edificios, tenemos que cambiar el modo de vida de las personas. Según Moreno, el principal contribuyente de dióxido de carbono en las ciudades hoy en día son las movilidades y el transporte.

Para convertir las actuales metrópolis en este modelo de ciudad, se tiene que seguir una fórmula que tiene tres principales vértices: sostenibilidad, desarrollo económico e impacto social. Si una acción política no aporta valor en estos tres ámbitos, no es buena para la ciudad. De hecho, el discurso del Premio Nobel de la paz de 2006, Muhammad Yunus, va en la misma línea. El economista bangladesí cree que tenemos que anhelar un mundo de tres ceros: una economía de pobreza cero, desocupación cero y cero emisiones de carbono.

El ejemplo: París

"No queremos una smart city, queremos una happy city" es uno de los lemas que utiliza Carlos Moreno, y "esto pasa por tener un vecino a quien le puedas decir buenos días, que al final es lo mismo que decirle tú existes". Es este el modelo de ciudad que quiere seguir Anne Hidalgo para la capital francesa. De hecho, en junio de 2020, cuando fue reelegida como alcaldesa de París, dejó claras sus intenciones de transformar el espacio público para ofrecer una proximidad que aporte felicidad.

En sus políticas, Hidalgo ha dado prioridad al peatón y al ciclista. Después, al usuario de transporte público y, por último, al de transporte privado. En esta línea, ha creado una red de más de 1.000 quilómetros para uso exclusivo de bicicletas y patinetes, ha prohibido el coche en algunas calles de seis carriles y ha transformado plazas con rotondas en espacios verdes y de uso exclusivo para peatones.

Otro concepto clave de la ciudad de los 15 minutos que también se está aplicando en París es el de la reutilización de los espacios. Ejemplos: las escuelas han abierto sus patios los fines de semana para que se puedan utilizar para otras actividades -como se hace en Barcelona-; también ha ideado un programa de reutilización del espacio público para hacer agricultura urbana, abriendo un concurso para hacer un censo de espacios que puedan convertirse en huertos. Además, tiene destinados 800 millones de euros cada año para iniciativas de barrios donde se deciden los proyectos de manera participativa.

París recibe anualmente 20 millones de turistas, 10 veces el volumen de su población. Teniendo en cuenta que las necesidades del turista son diferentes de las del ciudadano, ¿como encaja este gran volumen de visitantes con la ciudad de los 15 minutos? "El turista no es el enemigo. De hecho, lo necesitamos -explica Moreno-. En un mundo interconectado y globalizado, descubrir al otro es casi una necesidad fundamental". Por eso, lo que se tiene que hacer es evitar trayectos inútiles. ¿Cómo? Ofreciendo, también, lugares de interés cultural, histórico y turístico por toda la ciudad, proponiendo alternativas de transporte, habilitando nuevos espacios de atracción y potenciando la oferta de actividades en la periferia de la ciudad.

Carlos Moreno: "La superilla solo es útil si aporta un valor económico, sostenible y social".

¿Y las superilles de Barcelona?

A priori, podría parecer que el modelo de las superilles tiene mucho que ver con la ciudad de los 15 minutos, pero Carlos Moreno asegura haber tenido muchas discusiones con uno de los ideólogos de este concepto, Salvador Rueda. El objetivo principal de las superilles de Barcelona es ofrecer al peatón espacio público que hasta ahora estaba ocupado por los coches. De este modo se favorece el tráfico de peatones y se reduce el de automotores. Para Moreno, falta un concepto clave: la calidad de vida de las personas. Si en la superilla no se incrementa la oferta de comercio de proximidad o de centros culturales, de ocio o de salud, lo único que se consigue es entorpecer el tráfico. "La superilla solo es útil si aporta un valor económico, sostenible y social".

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