El adiós de un Titán

La firma de pinturas de Folch-Rusiñol pasa a unas manos foráneas de Premio Nobel

Industrias Titán era propiedad de los Folch-Rusiñol. | EP Industrias Titán era propiedad de los Folch-Rusiñol. | EP

Hace unas pocas semanas, una noticia trascendente del mundo empresarial catalán pasó de puntillas por los medios, pese a su importancia histórica. El hecho es que después de un buen puñado de décadas como propietarios, los Folch-Rusiñol han vendido su compañía de pinturas Industrias Titán al gigante neerlandés AkzoNobel. Tanto la figura de los vendedores -emblema de la burguesía- como la de los compradores merece un análisis detallado, porque tienen suficientes singularidades como para llamar la atención.

La operación se ha cerrado sin que se hayan hecho públicas las cifras de la transacción, pero no podemos esperar que se trate de una compraventa de récord, porque Titán hacía años que estaba en declive y, incluso, en estos últimos tiempos había entrado en pérdidas, las primeras en un siglo. La familia propietaria, Folch-Rusiñol, son parte central del bosque de clanes burgueses del país, porque por sus venas corre sangre de algunas de las familias más ilustres. De la generación actual, encontramos a Joaquín Folch-Rusiñol Faixat, que enfoca su dedicación más en Corver, la empresa de automoción de la familia, que no en el negocio de pinturas. También dedica cierto tiempo a las sillas que ocupa en los órganos rectores del RACC y de la mutua laboral Asepeyo.

"Titán hacía años que estaba en declive e, incluso, en estos últimos tiempos había entrado en pérdidas, las primeras en un siglo"

El otro hermano, Alberto, formado en la firma de banca de negocios JP Morgan, sí que tenía Titán como principal ocupación. El padre de los dos es Joaquín Folch-Rusiñol Corachán (1953), residente en Suiza ya hace tiempo y que sigue los negocios catalanes de reojo. Una de sus principales ocupaciones son las carreras con coches clásicos de Fórmula 1, en las que llegó a ser campeón del mundo.

Por su segundo apellido podemos intuir que está emparentado con el doctor Manuel Corachán García (1881-1942), fundador de la clínica homónima. Si saltamos a la generación anterior, llegamos a Albert Folch Rusiñol (1922-1988), un hombre con una afición desatada por la cultura oriental y que fue el responsable de que el logotipo de la marca Titanlux fuera una bandera del Japón. En su caso, el segundo apellido también nos proporciona un dato interesant, y es que estaba emparentado con el pintor burgués Santiago Rusiñol (su madre era sobrina del artista).

Los más ricos

El año 1980 el Ministerio de Hacienda hizo públicas los datos de los ciudadanos más ricos del Estado, a partir de las declaraciones de renta y patrimonio. Una práctica de corto vuelo por los riesgos que comportaba sobre la vida de los implicados, pero que permitió saber que Albert Folch Rusiñol era el tercer ciudadano español con más patrimonio, con 5.166 millones de pesetas, por detrás de José María Ruiz-Mateos (amo del hólding Rumasa, con 8.940 millones) y del príncipe del acero José María Aristráin (6.618 millones), y por encima de los Entrecanales (actualmente propietarios de Acciona), del banquero Ignacio Coca, de Alfonso Fierro (de la extinta Fosforera) o de Ramón Areces (amo del Corte Inglés), para poner algunos ejemplos.

"Albert Folch Rusiñol era el tercer ciudadano español con más patrimonio, con 5.166 millones de pesetas, por detrás de José María Ruiz-Mateos y José María Aristráin"

Su padre, Joaquim Folch Girona (1892-1984), fue el primero en trabajar en Industrias Titán, firma de la cual bien pronto sería el propietario. Y en este caso todavía podremos añadir una nueva relación con alcurnias de relevo del país, como son los Girona, vinculados históricamente a la banca y con Manuel Girona Agrafel (1817-1905) como exponente principal y uno de los hombres más ricos del país en su tiempo.

Los éxitos de la familia en el mundo de los negocios no les ha quitado tampoco de tener algún accidente, como fue la compra en 2006 de un paquete importante de acciones del Banco de Sabadell. Tanto ellos, como Lara o Isak Andic (propietario de Mango) hicieron una fuerte inversión para convertirse también en banqueros, pero la crisis financiera de 2008 estaba a punto de sacar la nariz en nuestras vidas. Lo que tenía que ser una inversión para crear un núcleo duro catalán en la entidad vallesana ha resultado una pesadilla de la que todavía no han despertado, porque los 1.300 millones de euros invertidos por estas familias valían sólo 220 una década después, y hoy todavía mucho menos.

Las fábricas de Azko Nobel en Catalunya

Pero la figura del principal comprador del negocio de Folch-Rusiñol también merece ser visitada. Así como la parte más pequeña de Titán ha pasado en manos portuguesas a través de la firma Tintas Neuce, el núcleo del negocio ha sido vendido, como decíamos al comienzo, a los neerlandeses de Akzo Nobel, una industria que ya poseía tres plantas en Catalunya: la central de Vallirana, una pequeña instalación en la Zona Franca (a la Feixa Larga) y una fábrica en Vilafranca del Penedès.

Cómo se puede deducir por su denominación, se trata de una fusión de dos compañías; por un lado, la neerlandesa Akzo, y por la otra, la sueca Nobel, que se unieron en 1994. Pero las dos tenían mucha historia, porque Akzo era el resultado del matrimonio celebrado en 1969 entre Algemeene Kunstzijde Unie (AKU) y Koninklijke Zout Organon (KZO), o sea, la fusión entre un fabricante de fibras sintéticas y una industria que procedía del sector de las salas.

De la sueca Nobel podemos suponer sus orígenes a partir del nombre, porque, efectivamente, procede de la compañía de armas que Alfred Nobel -el creador de los premios que llevan su nombre- adquirió en 1893. De todas las firmas integradas al grupo, precisamente la que tiene unas raíces más profundas es la que compró Alfred Nobel, Bofors, que había sido creada en 1646 como fundición.

Cruyff y los sospechosos habituales

Hoy en día Akzo Nobel es un grupo líder mundial en el sector de las pinturas con una facturación cercana a los 10.000 millones de euros, casi 900 millones de beneficio anual y 33.000 trabajadores. El primer ejecutivo es el belga Thierry Vanlancker, mientras que los principales accionistas son puramente financieros: Massachusetts Financial Services, con un 4% del capital es quien atesora el paquete más relevante; por detrás de esta firma encontramos Harris Associates, Causeway Capital Management y, como no, algunos de los sospechosos habituales cómo son el fondo soberano de Noruega o la gestora de fondo de pensiones Vanguard. No obstante estas participaciones, Akzo Nobel considera que su free-float (las acciones que cotizan libremente en bolsa) es del 100%, dado que no hay ningún accionista con voluntad de control político de la entidad.

La compra de Titán no es la primera experiencia de Akzo Nobel con empresas catalanas, más bien al contrario, por dos adquisiciones hechas años atrás que vale la pena recordar. La primera de ellas es la compra de la firma Pinturas Bruguer, que había llegado a ser un coloso del sector en Catalunya, tanto, que se permitía fichar Johan Cruyff para sus reclamos publicitarios en la televisión (1974). A comienzos de la década de los ochenta, Bruguer era la quinta firma estatal del sector, detrás de la inabarcable Titán, de la filial de pinturas de Basf y de las también catalanas Valentine y Procolor. En 1982 la compañía fue vendida a Uralita (participada por la familia March) y allí acabaría en manos de Akzo Nobel.

"La venta de Industrias Titán supone el punto y final a la catalanidad de una empresa centenaria y al abandono de los negocios industriales de gran envergadura por parte de Folch-Rusiñol"

La otra aventura catalana de Akzo es la accidentada entrada en el capital de La Seda de Barcelona, que acabó como el rosario de la aurora cuando intentaron revender su paquete de control por una peseta al abogado Jacinto Soler Padrón, en una memorable jornada de protestas en la junta general de accionistas del 8 de abril del 1992. Aquel día acabó con la fuga en calzoncillos del insigne abogado barcelonés, mientras era asediado por una turba de accionistas minoritarios que no habían visto con buenos ojos la transacción.

En resumen, la venta de Industrias Titán supone el punto y final a la catalanidad de una empresa centenaria y el abandono de los negocios industriales de gran envergadura por parte de Folch-Rusiñol, siguiendo una tendencia ya muy marcada entre las alcurnias de más relevo del país.

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