Avarca Castell calza el Mediterráneo

La empresa familiar de Ciutadella triunfa combinando innovación y calidad en la típica sandalia menorquina

A pesar de que ya son patrimonio de las Islas Baleares, las avarques tienen origen en la isla de Menorca y mucha gente las denomina "menorquinas". Inicialmente, este zapato no era más que un trozo de piel ligado al pie que usaban los campesinos de la isla. Pero con el tiempo y la llegada del automóvil, la suela pasó a forrarse con el caucho de los neumáticos, un ejemplo pionero de reciclaje y reutilización de materiales. Y a esta evolución ha contribuido Castillo, la empresa familiar que hoy en día dirige Pedro Castell, hijo del fundador de la compañía "donde ya trabajan tres generaciones".

"Avarques para toda la familia"
La empresa la fundó en 1985 Quilio Castell, que viene de una larga tradición del sector del zapato, sus padres también hacían. Cuando la empresa donde trabajaba, Leo Marqués, quebró, emprendió su propio proyecto "en una finca rural, en una cotxeria" y hacía trabajo para otras marcas. "En aquella época había muy poca variedad de avarca y era un producto de esparteria", dice Castillo y explica que su padre "innovó y creó el modelo rústico con materiales buenos y más adaptado al pie, más fácil de llevar". Así mismo creó "avarques adaptadas para cada miembro de la familia".

Un tiempo más tarde, con dos clientes distribuidores de avarques de Menorca y buscando maquinaria puntera en la Península, el negocio despuntó: "El avarca más ligera por mujer con una amplia gama de colores tuvo mucho de éxito y dio mucho trabajo". La segunda generación de la familia se incorporó en esta época. Mientras en Pedro se encarga de la gerencia, en Juan Antonio se responsabiliza de la fábrica al Polígono de Ciutadella -donde se trasladaron el 1995- y Ana de las tiendas. Sobre trabajar con la familia, Pedro comenta que "hay de haber un extra en las maneras, a pesar de que tiene cosas buenas, se tiene que ser muy demócrata y tener mucha mano izquierda, porque todo el mundo tiene sus intereses, y por eso la dirección tiene que saber guiar la compañía hacia los objetivos".



La tienda es la clave
"La escalada de la empresa vino a raíz de la implantación de las tiendas propias", dice el empresario. La primera la abrieron hace 28 años a las escaleras del puerto de Ciutadella, cosa "que nos dio muchas oportunidades, porque cuando haces trabajo por clientes siempre dependes de un muestrario, que después los detallistas exponen como quieren". No obstante, a través de las tiendas pudieron "mostrar nuestro producto tal como queríamos, informar el cliente e innovar mucho más". La apertura de tiendas ha sido la gran apuesta de Castillo y en cinco años abrieron siete e hicieron el salto a la Península: "Abrimos la primera tienda en Barcelona, en la calle de la Platería junto a Santa Maria del Mar" y el año pasado abrieron una en Palma. Actualmente las tiendas representan gran parte de la facturación de la compañía, que el año pasado fue de 3,6 millones de euros.

"A través de las tiendas nos hemos podido diferenciar de la competencia, dando un look y un valor al producto", afirma Castillo. A la empresa, que produce íntegramente en Ciutadella, trabajan 65 personas. Los materiales son pieles españolas y en menor medida, italianas.

De Menorca en el mundo
Las avarques de Castell se venden en los Estados Unidos, Hong-Kong, Arabia Saudí, Italia, Francia, Reino Unido, Rusia, entre otros, siendo las ventas al exterior un 40% del total. Castillo ha sido una de aquellas empresas a las cuales la crisis económica ha dado un empujón a la hora de hacer el salto internacional. "Con el inicio de la crisis vimos como caían las ventas, los clientes estaban afectados y hacer de nuevos era una quimera, por eso empezamos a ir a ferias internacionales, sobre todo a Milà y de hecho Italia fue el primer mercado exterior donde fuimos presentes", explica el gerente de la empresa.

Doble superviviente
La combinación de calidad, innovación, tiendas propias, la internacionalización y el turismo presente a la isla ha sido la clave del éxito para Castell, una empresa que es doble superviviente: por la crisis global y por la crisis de la manufactura en Menorca. "La situación de la industria a la isla es dura y han cerrado empresas, pero ahora parece que se ha estabilizado", aún así "los que quedamos nos tenemos que esforzar mucho más que antes para sobrevivir".

Castell considera que, concretamente al sector del zapato, la competencia se ha vuelto feroz: "Hay productores asiáticos con un producto aparentemente similar y con unos costes de producción irrisoris, por eso hay que cuidar mucho la calidad y el servicio". Además comenta la transformación del mercado, que "mientras antes los pedidos entraban en noviembre para servir en febrero, actualmente el cliente quiere producto a final de abril para vender en mayo". Así, los pedidos se han acortado drásticamente y son más cortas, "cosa que impide hacer previsiones de materiales y nos obliga a tener más stock de materia primera o producto acabado", cosa que representa un gran gasto por la empresa. "Estamos haciendo trabajo casi todo el año en sistema reposición", concluye Castillo.

"El 2015 fue un año récord de ventas, pero aún así este año haremos cura de humildad", dice Castillo. Según dice Pedro, "El día que te conformes con el que tienes, estás cayendo hacia abajo", por eso el futuro de Castillo es seguir creciente. "El mundo está cambiante e Internet ha jodido una coça muy importante a la distribución", por eso este año cuando acabe la temporada "haremos una reestructuración de la empresa a la baja: si caen las ventas al ritmo actual nos puede hacer mucho mal". Castell, pues, hace un pequeño paso atrás para coger impulso.
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