Imma Amat, entre la cultura y la empresa

La fidelidad a los orígenes, el feminismo y la innovación como bandera de la familia Amat

Imma Amat VÍA Emprendida Imma Amat VÍA Emprendida

Immaculada Amat i Amigó nació en 1950 en Santo Just, que entonces era un pueblo. Dos años antes, el padre, un profesor mercantil de 24 años, se había casado, había abierto un despacho de administración de fincas y había llegado a ser regidor del Ayuntamiento. Entre sus proyectos, entonces impensables, estaba el de dedicarse también a la promoción inmobiliaria, cosa bastante inusual en aquella época. La ilusión duró muy poco. A los 28 años, una leucemia galopando se lo llevaba en quince días, dejando a la madre con dos criaturas: Imma, que tenía dos años, y Joana, nacida apenas al día siguiente del día de su entierro.

El ejercicio anterior a la pandemia, aquel despacho facturó 6,5 millones, con 85 trabajadores. Después de muchos años y cerraduras de esfuerzo continuado por parte de tres mujeres de hierro: una viuda de 25 años que tuvo que luchar contra el machismo de la época, y dos huérfanas que no conocieron al padre, hoy en día relevadas de la primera línea de mando por Guifré Homedes Amat, brillante representante de la tercera generación de gestores de la familia.

Més info: Los Amat: "El inmobiliario está poco dispuesto a renunciar a dinero"

Actualmente, Imma, que en 1985 accedió junto con Joana a la dirección general de la empresa, ocupa el cargo de presidenta del Consejo Asesor, y participa activamente en la gestión de diferentes instituciones de la sociedad civil catalana: secretaria general de FEMCAT, miembro del Consulado de Mar de la Cambra de Comerç de Barcelona, miembro de la Junta Directiva del RACC, miembro de la Comisión Ejecutiva del Patronato de EADA, miembro del Consejo Asesor del ICO, miembro de la Junta Directiva de EGARSAT, de Junta de la APCE, y del GRUPO7. Además de una gran cantidad de premios y condecoraciones.

Amable por naturaleza, lectora compulsiva, esquiadora, montañista en el Pirineu, los Alpes, los Andes, el Kilimanjaro y el Himalaya, que ha visitado a menudo con Francesc, su pareja de toda la vida. Su empresa ha sido la primera del sector inmobiliario en obtener el certificado ISO y, fue la primera en crear una base de datos para gestionarlo.

La fuerza de la madre

La madre, mujer de un carácter realmente remarcable, había trabajado desde muy jovencita en un laboratorio de Esplugues de Llobregat. Pero en aquellos tiempos oscuros de la dictadura, las mujeres casadas no podían trabajar legalmente fuera de casa, y lo tuvo que dejar. Una vez viuda, a Concepción se le abrían dos posibilidades: o volver a trabajar en el laboratorio (la ley permitía que las viudas volvieran a trabajar), o apostar por el futuro, siguiendo la huella emprendedora del marido.

Dicho y hecho. Concepción cerró la "torreta" donde vivía, se fue a vivir con las dos niñas en casa de los padres, donde acabaron conviviendo 12 personas, dos de las cuales eran enfermos crónicos, y empezó a levantar un negocio del que no tenía ninguna experiencia y que, de entrada, viéndola en manos de una mujer y además tan joven, desertó la mitad de los clientes. Había que trabajar toda la semana, incluyendo sábados y domingos. Hasta que las hijas fueron lo bastante mayores para ir a la universidad, y Concepción las animó a hacer Derecho y Económicas, dos disciplinas bastante convenientes para el futuro de Fincas Amat.

"Si alguna característica tienen las Amat es su fidelidad a los orígenes"

Pero Imma y Joana ya habían llegado a aquella universidad predemocrática con una fuerte conciencia política, fruto de largas jornadas de trabajo en sábado y domingo yendo a cobrar recibos de alquiler en viviendas humildes de Ciutat Vella, en Barcelona. Allí conocieron un mundo de alquilados, realquilados y miseria muy diferente del que vivían en casa o en el Instituto Montserrat, el centro catalanista y progresista donde estudiaban los días de cada día.

También había que dedicar unas horas del fin de semana a pasar cuentas, mientras la madre resolvía reclamaciones y preguntas de los clientes, y planificaba el trabajo. Eso sí, un jueves al mes era sagrado: comida en el Set Portes y sesión doble en el Publi Cine de Paseo de Gràcia, hasta la hora de volver a Sant Just. Y los veranos, a pasar unos días en el hotel La Cruz, de Salardú, en la Vall d'Aran, donde Imma todavía va cada año a reencontrarse con los bisnietos de los propietarios que conoció de pequeña. Si alguna característica tienen las Amat es su fidelidad a los orígenes.

Imma, como la madre, también se casó muy joven. Apenas tenía 22 años cuando, consecuente con su espíritu rebelde y su militancia clandestina en el PSUC, se casó "por lo civil" en el Ayuntamiento de Sant Just. Concretamente, en el archivo, la sala más oscura del ayuntamiento del pueblo, donde las fuerzas vivas accedieron finalmente a que se celebrara el enlace. Era en 1972, y para no tenerse que casar por la Iglesia tuvieron que pasar por el trauma psicológico de apostatar formalmente de la religión católica, teniendo que vencer así la resistencia del rector de la parroquia que no quería ser partícipe.

Los orígenes combativos

Pero Imma y Francesc, que se habían conocido haciendo actividades culturales en el Ateneo, no se echaban para atrás tan fácilmente. La "ceremonia", a la que asistieron incluso algunos miembros de la brigada político-social no especialmente invitados a estar, quizás sí que quedó un poco deslucida. Pero en la cena de Can Mèlich, las Canciones de amor de Raimon, el Arte de querer de Erich Fromm y algunos poemas de Rainer Maria Rilke, fueron los instrumentos culturales de aquella justicia poética. Lástima que dos destacados miembros del establishment contemporáneo, el director de Pastoral Litúrgica del Obispado de Barcelona y el alcalde y "jefe local del Movimiento" de Sant Justo, amigos de los novios y entusiastas asistentes a la fiesta, hubieran acabado siendo amonestados por sus superiores respectivos.

"Fincas Amat que era un despacho de administración de fincas empezó a transformarse en una empresa de gestión de patrimonios inmobiliarios en 1980"

Acabada la carrera, Imma entró a trabajar oficialmente en Fincas Amat (hoy, Amat Immobiliaris) después de compaginar los últimos cursos con un trabajo en el despacho de un abogado que le había buscado la madre para empezar a hacer prácticas.

El año 1980 empezaron a cambiar las cosas y Fincas Amat, que era un despacho de administración de fincas empezó a transformarse en una empresa de gestión de patrimonios inmobiliarios, tal como había soñado el padre. Aquel año, Imma hizo unas oposiciones en Madrid para convertirse en Agente de la Propiedad Inmobiliaria, primer paso para hacer de aquel negocio de pueblo una firma que sería líder del sector en Barcelona, Sant Cugat, Sant Justo y otras poblaciones de su entorno.

La innovación como bandera

Pero los cambios habían empezado mucho antes. Imma siempre ha tenido tirada en el marketing y un día, viendo como las películas de cine se anunciaban en pequeñas vitrinas a pie de calle, pensó que tal vez a la gente también le gustaría poder ver las ofertas sin necesidad de subir escaleras. Era 1970. Fue todo un éxito, a pesar de que poco apreciado por la junta directiva del Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria, que casi le acusaba de haber degradado la profesión, haciéndola "bajar" del principal, donde se instalaban médicos, notarios y abogados, en la planta baja, donde se instalaban los hornos de pan, los colmados y las mercerías.

Evidentemente, las Amat no aflojaron sino que, al contrario, cuando estrenaron un nuevo despacho en Sant Just dedicaron toda la planta baja a poner escaparates, de parte a parte, como también se hacía en Francia.

Una innovación decisiva fue la automatización de procesos. Habían hecho tantos recibos a mano cuando todavía eran adolescentes que enseguida que vieron la posibilidad de gestionarlos informáticamente se lanzaron de cabeza. En aquellos tiempos, cuando todavía no había fotocopiadoras y las copias se tenían que hacer a máquina y con papel carbón, supieron que empezaba a haber unas máquinas maravillosas que funcionaban con cintas perforadas y ahorraban una gran cantidad de trabajo manual.

"Con el hecho diferencial, consecuencia de su compromiso con el feminismo, de que la empresa estuvo integrada sólo por mujeres durante más de cincuenta años"

En Barcelona había una empresa de origen francés, Seresco, que se dedicaba. Y también había el Centro de Cálculo de Sabadell (CCS), pero allí les dijeron que no estaban interesados en hacer un programa específico para los administradores de fincas, atendida la poca demasiada crítica de aquel sector, que habrían hecho la inversión poco rentable. Ningún problema, las hermanas Amat se fueron a buscar partners, de hecho, competidores suyos, para tener más dimensión y poder convertirse en un cliente suficiente atractivo para el poderoso CCS.

Y así fue como Fincas Amat, Fincas Forcadell, Fincas Anzizu y Progrup consiguieron su primer programa informático de administradores de fincas y el primer programa comercial capaz de procesar datos de producto, seguimiento del cliente (llamadas y visitas) y publicidad, entre otras. Dos innovaciones empresariales a la vez. Una colaboración sectorial desinhibida y capaz de compartir información y recursos entre firmes competidoras, que encara hoy en día cuesta de encontrar a nuestro tejido productivo, y un salto de gigante por unas pequeñas empresas que ni siquiera podían imaginar que aquellos sistemas se los fueran accesibles. Fue entonces cuando después de que Imma hiciera un PDG, las Amat se dieron cuenta de que ya no era un "despacho" aquello que gestionaban, sinò una empresa. Desde entonces que la plantilla de Amat Immobiliaris está acostumbrada a los cambios y la innovación como parte esencial de su trabajo.

Hasta que llegó el gran salto, como toda Barcelona, con los Juegos Olímpicos de 1992, cuando compraron una empresa en el mercado emergente de Sant Cugat. El trabajo la tenían dividida: Imma se dedicaba a la estrategia, la dirección comercial y las relaciones institucionales y Joana, a la dirección financiera, administrativa y patrimonial.

Todo esto, con el hecho diferencial, consecuencia de su compromiso con el feminismo, de que la empresa estuvo integrada sólo por mujeres durante más de cincuenta años.

La dimensión cultural

Amat y cultura son conceptos asociados. A los actos de inauguración de las oficinas de la calle Balmes, ante la calle Padua de Barcelona, participaron el poeta Joan Margarit, el profesor Oriol Amat y el arquitecto director de las obras de la Sagrada Familia, Jordi Bonet. A la inauguración, más reciente, de las oficinas de Vía Augusta tocando con Diagonal, los invitadoss pudieron disfrutar de un recital de la cantante Gemma Humet, una actuación de la actriz Sílvia Bel y un magnífico grupo de flamenco en catalán, que todavía les hace sonreír de satisfacción cada vez que piensan en ello.

Pero en su historial de mecenazgo cultural hay otros hitos, empezando por aquellos recitales que en los 70 organizaban ella y Francesc en el Ateneu de Sant Just, con Raimon, Lluís Llach, u Ovidi Montllor junto con Manuel Gerena, o aquella vez que Mario Vargas Llosa les presentó un amigo acabado de llegar a Barcelona y todavía desconocido que se llamaba Gabriel García Márquez, para sustituirlo en un acto al que él no podía asistir.

Amat: "La crisis es mucho mejor escuela que no los tiempos de bonanza"

Mientras tanto, la empresa iba avanzando, hasta el punto de que Amat Inmobiliarios, junto con otros partners del sector, entraba en el negocio informático, adquiriendo una firma de la que serían socio mayoritario, y que ha acabado dando servicios de gestión digital avance a más de quinientos clientes.

Y finalmente llegó el cambio generacional, representado por Guifré Homedes Amat, hijo de Imma y Francesc y sobrino de Joana, un ingeniero Industrial que estudió en Alemania, entró a trabajar en la empresa en 2010, y después de algunas dudas, en 2018 acabó aceptando la dirección general, tal como preveía el protocolo familiar firmado catorce años antes.

Una formación, la de Guifré, desarrollada en tiempo de crisis, que cómo dice Imma, "es mucho mejor escuela que no los tiempos de bonanza".

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