Josep Oliu y las tormentas

Del textil y el clan de los "minessotos" a la presidencia del Banco Sabadell descartando la política

Josep Oliu Banco Sabadell ACN Josep Oliu Banco Sabadell ACN

Antiguamente, los hijos de los empresarios del textil catalán hacían estudios de posgrado en Londres, Manchester o Liverpool. Nacido en una época más reciente, Josep Oliu, hijo de una familia suficiente conocida en la antigua capital del textil, no se fue a estudiar a Inglaterra sino a Estados Unidos, donde se doctoró en economía y se convirtió en miembro destacado del llamado clan de Minnesota, un Estado donde el conocimiento florece pero las tormentas de frío son terribles. En la Twin Cities University de Minnesota había profesores de calidad cómo el futuro conseller Andreu Mas-Colell, expertos que animaban los mejores estudiantes del mundo a matricularse y distinguidos alumnos catalanes y españoles, como por ejemplo el futuro ministro de Industria Miguel Sebastián, de quien el joven Oliu fue compañero de curso y del llamado "clan de los minessotos".

Fue allí donde se casó en primeras nupcias con Lynn Barton, una excelente violinista norteamericana, actual componente de la Orquesta Sinfónica del Vallès, con quién vivió quince años. La segunda boda fue con la economista Victoria Quintana, con quien ahora comparte su vida, el interés por las ciencias económicas, la pasión por la natura, la lectura y la buena conversación, e incluso la propiedad de una sociedad patrimonial.

El objetivo de vida de Oliu: dejar el banco en buenas manos y muy orientado de cara al futuro

Los que lo conocen dicen que también le gusta andar, montar a caballo, hacer tertulia y disfrutar de la buena mesa. Probablemente, esto hace que, en plena forma y con 72 años acabados de hacer, continúe disfrutando de un trabajo que considera instalado en una de aquellas tormentas permanentes que conoció en Minneapolis. Su compromiso, formalizado con él mismo y quien sabe si con la historia, es el de no retirarse hasta que no tenga logrado el objetivo que la vida le ha marcado y al que ha dedicado buena parte de sus mejores esfuerzos profesionales: dejar el banco en buenas manos y muy orientado de cara al futuro.

El textil, la academia y la política

Parece que una parte de estos objetivos ya están, logrados, con el nombramiento de César González-Bueno como nuevo consejero delegado en sustitución de Jaume Guardiola, que ha pasado a la jubilación. Pero, a pesar de haber pasado ya a ejercer una presidencia no ejecutiva, parece que Oliu no acaba de encontrar el socio perfecto para hacer la fusión definitiva. Quizás es que la deseada orientación todavía no está bastante definida (o quizás lo está demasiado), pero lo cierto es que a Josep Oliu le está costando tanto acabar de culminar esta misión cómo le costó hace una pila de años aceptar ser el sucesor de su padre al frente del banco.

Antes ni siquiera de planteárselo, y con un expediente académico rellenado de excelencia y matrículas de honor, el heredero de can Oliu había sido catedrático de Teoría Económica de la Universidad de Oviedo, profesor asociado en Economía y Econometría en la Universitat Autònoma de Barcelona, asesor del Banco Mundial, director de estudios y estrategia y director General de Planificación del Instituto Nacional de Industria con Carlos Solchaga de ministro de Economía. Y también del Govern de la Generalitat de Catalunya. Eran tiempo del Arcadia sociovergente que gobernaba nuestras vidas en los "felices" años 80.

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En realidad, aquel brillante académico habría podido hacer carrera en los primeros gobiernos socialistas de Felipe González, bajo la presidencia del que, entre 1983 y 1986, ejerció sus responsabilidades en el Instituto Nacional de Industria. Pero al final pesó más la llamada del padre y su relación con el tejido social sabadellenc que no la atracción por una política estatal que al final tampoco le acabó de deslumbrar mucho.

Cómo es sabido, en aquel tiempo hablar de "tejido social sabadellenc" quería decir hablar del tejido social de los fabricantes de tejidos, del mismo modo que hablar del Banco Sabadell era hablar del banco de los fabricantes de tejidos de Sabadell, de la confianza de los que los Oliu eran depositarios de piedra picada. El reto, o mejor dicho, el encargo, era convertir aquella entidad local de crédito en una institución capaz de jugar en la primera división de la banca española. Y una vez hecho el primer paso de pasarla de banco local a banco catalán, había que enfocar bien la segunda etapa. Y para liderarla, fue elegido todo un señor catedrático, con fuertes raíces en el entorno del Vallès, pero formado en la dureza climática de una universidad americana rodeada de 10.000 lagos.

Así fue cómo, finalmente, Joan Oliu convenció a su hijo Josep, que en 1986 se inició como secretario general técnico de Banco Sabadell y en 1991 lo sustituyó como consejero director general, una posición que el padre dejaba vacante para hacerse cargo de la presidencia. El tercer y definitivo paso fue en 1999 cuando Josep relevó nuevamente Joan como presidente de una entidad que ya empezaba a contar entre los grandes bancos del país.

De Sabadell a Alicante

Nadie sabía entonces que la última renovación, en 2019, se produciría lejos de Sabadell y hasta todo de Catalunya, ni que tendría lugar en Alicante, donde la sede social de la entidad había migrado como consecuencia del terremoto político de octubre de 2017. Dicen que los hombres de gran proyección pública como por ejemplo Josep Oliu, no solo son responsables de su gestión frente a clientes y accionistas. Sus decisiones también tienen consecuencias de país, que los diputados del Parlament de Catalunya quisieron analizar con él, debido a la decisión de trasladar la sede fuera del territorio.

Cambio de sede social? "No tiene nada de político, simplemente es una cuestión técnica y esperamos todo aquello que se tenía que esperar. Es una desgracia, pero es el mundo que hay"

Fue en febrero de 2020 cuando Oliu explicó que no había recibido ninguna otra presión que no fuera la de los propios clientes a la hora de decidir el cambio. El traslado, dijo en sede parlamentaria, había sido una respuesta debida a criterios puramente técnicos y no políticos, a partir del día 2 de octubre de 2017, cuando "empezaron a salir fondos del banco". "El diagnóstico pasaba por cortar de pura cepa el riesgo y el miedo que Catalunya pudiera salir de la Unión Europea" explicó. "Es desafortunado, pero es así", se lamentaba. "No tiene nada de político, simplemente es una cuestión técnica y esperamos todo aquello que se tenía que esperar. Es una desgracia, pero es el mundo que hay", oyeron decir a sus señorías.

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En aquella sesión informativa, Oliu se proclamó catalán, pero señaló que en el decurso de la primera semana subsiguiente a la declaración unilateral de independencia, el Sabadell sufrió una fuga de depósitos de 4.600 millones de euros, procedentes en un 57 % de impositores tan catalanes cómo él, cosa que provocó la alarma en la comisión de riesgos del banco, y acabó aconsejando un cambio de sede. Dónde? En Madrid? Seguramente era la mejor opción desde el punto de vista técnico, pero en este punto, Oliu, que confiesa que la decisión "fue extraordinariamente difícil y lamentable para mí", quiso ser diplomático: ni Madrid, que habría sido una ofensa demasiado grande para la administración y para buena parte de la opinión pública catalana, ni el País Vasco, donde el Sabadell había absorbido el histórico Banco Guipuzcoano, pero que nunca se consideró una opción real, a pesar de la posibilidad de haber podido disfrutar de algunas ventajas fiscales.

Alicante, al sur del sur de la antigua confederación catalanoaragonesa, fue la elegida, entre otras razones porque tenía un edificio bastante representativo, antigua sede central de la CAM (Caja de Ahorros del Mediterráneo), y porque gracias a su adquisición en subasta, el Sabadell tenía más pequeños clientes en la provincia alicantina que no "en cualquier otra provincia catalana". "Una decisión amarga", según confesó, que fue acompañada de todo tipo de explicaciones presenciales a los todavía libres Carles Puigdemont y Oriol Junqueres y sendas telefoneadas de cortesía a Carme Forcadell, presidenta del Parlament, a Luis de Guindos, ministro de economía y otras autoridades competentes del Banco de España y del Banco Central Europeo.

La fusión que no llega

La pregunta, pero, es si una hipotética independencia de Catalunya habría podido impedir algún proceso de fusión bancaria cómo las que hace años que intenta hacer el Sabadell con alguna otra entidad. En principio, parece que la respuesta sería más bien negativa. Pero al margen de esto, también es cierto que no debe de ser fácil encontrar buenas manos que se quieran hacer cargo de un banco cargado de historia cómo el Sabadell. Unas vedes, porque no salen los números. Otros, porque no encajan las personas. Cuando llegó el tiempo de las últimas fusiones, bastante después de absorber el Banco Atlántico y antes de absorber la CAM y Caixa Penedès, fue la Caixa quién quiso hacer suya la joya de la corona vallesana.

Pero cómo explica el maestro José Martí Gómez en su libro sobre los Lara, Oliu se posó de espaldas, en contra del proyecto que planteaban Isidre Fainé y José Manuel Lara Bosch, propietario de Planeta y potente accionista del Sabadell. En este caso, además de una posible concurrencia mal gestionada de egos, los motivos principales fueron la carencia de sinergias y la duplicidad de estructuras que se habría producido sobre un mismo territorio.

No sería la última vez. Martí Gómez, hombre fascinado por el perfil psicológico de financieros cómo José Manuel Lara Hernández o Julio Muñoz Ramonet, no explica porque, pero se sabe que el señor Oliu es un hombre intuitivo y orgulloso del legado que arrastra a quien no le gusta que le menosprecien los valores que representa. El segundo intento de fusión por absorción fue hace apenas un año, cuando la operación con el BBVA parecía cosa hecha, y el destino de Oliu se concretaba en la vicepresidencia primera del nuevo banco fusionado.

Pero un antiguo dolor de cabeza del BBVA, que arrastraba problemas derivados del asunto Villarejo que habrían podido afectar la presidencia de Carlos Torres, hizo emerger la posibilidad que Oliu acabara siendo primer ejecutivo, cosa que provocó la oposición de buena parte de la cúpula del BBVA y la inmediata reacción de Oliu dadas por acabadas las conversaciones, con el pleno apoyo de sus accionistas.

"Dicen que Josep Oliu es mejor negociador que seductor. Pero todavía no ve la hora de poderse dedicar a la Fundación del Banco o a Fedea"

Suficiente trabajo tenía entonces el Sabadell con la complicada migración tecnológica del TSB, un banco británico hasta hace muy poco en pérdidas, que el BBVA habría querido fuera del grupo contra el papel de Oliu, para embrancarse en otra mal gestionada confrontación de egos. Curiosamente, la malograda posición bursátil del Sabadell, atacada insistentemente en la Bolsa por los temibles especuladores bajistas, empezó a mejorar a partir de aquella operación frustrada.

Dicen que Josep Oliu es mejor negociador que seductor. Pero todavía no ve la hora de poderse dedicar a la Fundación del Banco o a la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) que preside desde hace años.

Porque todavía tiene que lograr un último hito: dejar el futuro del banco muy orientado.

Para hacerlo, pero, hará falta que se acaben las tormentas. Oliu ya está acostumbrado: en Minnesota las tormentas son largas. Pero en banca hace años que duran. Y en Catalunya ya no hace falta ni decirlo.

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