Los orígenes de los Ametller

El imperio Ametller empezó con una parada en el mercado de Sant Salvador de Vilafranca

Josep Ametller, cofundador de la empresa familiar Ametller | ACN Josep Ametller, cofundador de la empresa familiar Ametller | ACN

Los orígenes de los Ametller como empresa familiar se remontan a 1830, cuando Catalunya tenía cerca de 1.200.000 habitantes y una renta per cápita de 225 reales; un año en el que la derogación de la Ley Sálica por parte de Fernando VII dando igualdad de derecho a la sucesión de la corona a las mujeres sería la semilla de las guerras carlistas que asolaron nuestro país durante el siglo XIX; un año en el que se tiene constancia del primer Ametller en el Penedès. Ocho generaciones después, vivían en la casa solariega 11 personas, entre las cuales estaban los padres, los cuatro abuelos y los cinco hermanos: Joan (1965), Maria dels Àngels (1967), Glòria (1968), Jordi (1969) y Josep (1974).

Joan estudió Derecho, pero en vez de los tribunales se decantó por el mundo de la empresa. Trabajó en Procter & Gamble, fue director comercial de la cadena de supermercados Condis y, finalmente, montó una bodega en La Morera de Montsant (en el Priorat). Jordi se hizo cargo de la explotación agraria. Dicen de él que es muy inteligente, sosegado y confiable. Mantiene un perfil bajo, huyendo de los focos de los medios.

Glòria estudió Farmacia e hizo un máster vitivinícola. Colaboró desde 1999 hasta 2007 en la bodega de Joan, de la que era copropietaria, hasta que se incorporó al grupo farmacéutico Ferrer. Joan y Jordi, mientras estudiaban el bachillerato, empezaron a ir al mercado del sábado en Vilafranca a vender huevos. Después, se incorporó el padre con los productos del huerto de la masía.

En 2020, Ametller tenía 111 puntos de venta propios, con 2.737 empleados y una facturación de 370 millones de euros

Josep estudió FP de Electrónica y se incorporó en CSI, una filial de la multinacional americana Alcoa, con fábrica en Sant Cugat Sesgarrigues, donde trabajó ocho años, llegando a ser el responsable de ingeniería eléctrica de planta, entre otras cosas, gracias a su entusiasmo. Hizo un máster práctico de recursos humanos.

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De una parada en el mercado a 111 tiendas

Al morir el padre (1998), a Josep se le despertó el gusano de la tierra, y la pasión por las paradas que se le había inoculado acompañando a sus hermanos mayores al mercado de Vilafranca, y que en 1993 –con 18 años– lo había llevado a crear El pagès a casa seva, un negocio de venta telefónica de productos del huerto. Pero se anticipó en el tiempo y no acabó de funcionar. Le propuso a Jordi montar un negocio juntos y en 2001 abrieron una parada en el mercado de Sant Salvador, en Vilafranca del Penedès. En 2020, tenían 111 puntos de venta propios, con 2.737 empleados y una facturación de 370 millones de euros (el 3% de la cual provenía de la tienda online). Están en la cresta de la ola, especialmente entre los urbanitas de la generación Z. Las 20 hectáreas de los años 80 ahora son 1.200, a las que se tienen que añadir 2.000 de los 15 productores asociados, que sostienen su modelo de negocio de integración vertical. Josep ha conseguido hacer realidad el sueño del que se reían sus amigos de escuela: "Que por las calles habría camiones de Ametller".

Jordi y Josep Ametller no siguen muchas de las recomendaciones que se harían a una empresa familiar; más pronto que tarde, tendrán que poner hilo a la aguja si quieren que la siguiente generación continúe

Josep le propuso a Jordi que se hiciera cargo de la producción agrícola mientras él se dedicaba al resto. Y es que tienen caracteres muy complementarios: uno es claramente extrovertido y el otro prefiere un perfil lo más bajo posible. Tienen una "química especial, y es que los negocios se tienen que montar con quien te entiendes bien". En teoría, se reúnen cada martes, pero van a un ritmo que no tienen tiempo ni de pelearse. Son socios al 50% y no les da miedo el riesgo de bloqueo, porque "si tienes que votar mal, es que hay un problema de fondo". En la práctica, tienen voto de calidad: Jordi por los temas de producción agrícola y Josep por los comerciales.

No siguen muchas de las recomendaciones que se harían a una empresa familiar. Las retribuciones de los dos socios siguen el principio igualitario; no hay externos en el gobierno; no hay previsión de representación de menores y, por eso, se aplicaría la previsión legal y la tendría la pareja. No tienen protocolo, porque les da pereza y lo ven muy lejos. Jordi tiene una hija de 24 años, que está muy alejada del negocio familiar, y Josep, dos hijas de dos y tres años ("la mayor ya repone lineales cuando lo acompaña a las tiendas"). Esta situación puede funcionar muy bien entre hermanos generosos, que se respetan, se compenetran, se comunican y mantienen una buena relación personal; pero más pronto que tarde, tendrán que poner hilo a la aguja si quieren que la siguiente generación continúe como familia empresaria.

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