Rafael Juan y la receta de Vicky entre los sacos de harina

Mientras la tercera generación pedala en el pelotón, Rafael Juan capitanea Vicky Foods con grandes dosis de innovación y esfuerzo

Rafael Juan representa la segunda generación de Vicky Foods, donde ejerce de consejero delegado | Europa Press Rafael Juan representa la segunda generación de Vicky Foods, donde ejerce de consejero delegado | Europa Press

"¿Copias o innovas? ¿Diriges o lideras? ¿Motivas o inspiras?". Es la primera línea de presentación de Rafael Juan en las redes sociales -el escaparate digital- y, ciertamente, lo representan. La innovación, el liderazgo y la inspiración lo han acompañado desde mucho antes de sus inicios empresariales. Estaban presentes en el núcleo familiar, donde se fundó la compañía Vicky Foods, que este año puede celebrar su 70º cumpleaños con el orgullo de haberse convertido en un gigante de la industria alimentaria y con el reto de tener que ser capaz de responder a las demandas de un mercado donde cada vez tienen más peso los productos verdes, ecológicos y saludables. Juan tendrá que recurrir a la innovación, como lo hizo su madre, Victòria Fernández, en los años setenta con las famosas magdalenas cuadradas de Dulcesol.

Fue ella quien se inventó las magdalenas Glorias, las primeras del mercado en tener una forma cuadrada, y quien, de hecho, se convirtió en la musa del nuevo nombre de la compañía en 2019: Vicky Foods. A raíz de su muerte en 2021, la empresa liderada por su hijo ha lanzado al mercado, como tributo, unas magdalenas de estilo tradicional que han recibido el nombre de La receta de la Vicky.

Rafael Juan es la segunda generación al frente de la empresa familiar, fundada en 1952 por sus padres, Antonio Juan y Victòria Fernández. Ocupa el cargo de consejero delegado desde el 2007, después de haber dedicado toda su trayectoria profesional a la companyia. En la actualidad, Vicky Foods comercializa sus productos en más de 50 países y es el primer grupo de alimentación del mercado español en repostería y bollería, y el segundo en pan de molde y bollería salada.

La historia de la empresa se remonta a una panadería ubicada en un pequeño pueblo de la Comunidad Valenciana: Villalonga. Era propiedad del abuelo de Juan. Fue un horno de posguerra, momento en el que el pan era un producto regulado y de primera necesidad. Un hombre respetable y conocido en el pueblo, que Juan admira a pesar de haber coincidido muy pocos años con él.

Juan recuerda "jugar al escondite entre los sacos de harina" mientras sus padres trabajaban

"Recuerdo el horno, allí jugaba de pequeño", explica. Aunque ya en aquella época no era un horno, sino una granja de conejos de su madre. Sus padres, de hecho, antes de seguir la tradición del pan, habían probado con otros negocios, que habían fracasado. Pero una vez cogieron el relevo del abuelo y estuvieron en el día a día del pan, se aventuraron a hacer crecer el negocio, juntándose con los otros dos panaderos del pueblo para crear conjuntamente una panificadora, oficialmente, Dulcesol.

Juan recuerda "jugar al escondite entre los sacos de harina" mientras sus padres trabajaban. Pero la popularidad y alta demanda de los productos de Dulcesol hizo que las instalaciones se quedaran pequeñas y, en 1969, dejaron la panificadora y abrieron la primera fábrica de la compañía. Hoy en día tienen cinco fábricas, una granja y 23 delegaciones comerciales repartidas por España, Algeria, Reino Unido, Francia, Marruecos y China. Tienen una plantilla de más de 2.653 personas.

Él emprendedor y ella perfeccionista. "Una combinación perfecta", según Juan, que ha dejado huella en la identidad de la compañía. Después de la muerte del padre, en 1983, la madre cogió las riendas de la empresa familiar escalando el negocio hasta convertirse en una de las principales firmas de bollería industrial del mercado español. 

Liderar asociaciones, más que un máster

Juan se declara un fanático de la formación continua y todoterreno. Es licenciado en Química por la Universitat de València y tiene tres posgrados de alta dirección, en IESE, en EOI y en el Instituto San Telmo. Pero cree que la formación va más allá: "Hoy en día podemos escuchar un audiolibro mientras hacemos deporte, aprender con vídeos de Tiktok o escuchar podcasts formativos mientras conducimos". Son ejemplos de quien valora la formación, sí, pero también el tiempo, que no debe de tener mucho, pues colabora con seis asociaciones empresariales y dos universidades.

 Juan: "con un cargo directivo en una asociación empresarial aprendes mucho más que en cualquier máster"

Dice que es "una persona fácil a la hora de decir que sí para colaborar", que muchas veces ha entrado en asociaciones para ayudar a compañeros y amigos, pero que después ha recibido mucho más de lo que esperaba: "con un cargo directivo en una asociación empresarial aprendes mucho más que en cualquier máster". Y lo dice por experiencia: dirigió la Federación de Asociaciones de Empresarios de La Safor (FAES) durante ocho años y, desde el 2021, es el presidente de Fedacova, la Federación Empresarial de Agroalimentació de la Comunidad Valenciana. Señala que la clave es hacer contactos y aprender de las experiencias de los demás.

La innovación también tiene precio: 153 millones

"Nuestra principal palanca de crecimiento a lo largo de la historia ha sido la innovación", explica Juan, que puede venir forzada por las adversidades o la puede buscar un mismo. Al principio, su padre sólo tenía la panificadora y fue a raíz de una crisis que decidieron ampliar el negocio al sector de la pastelería y la bollería. "De una crisis vino un negocio todavía más grande". De vender en la comarca, a hacerlo nacionalmente, y después internacionalmente.

Juan: "Cuando inviertes en innovación tienes que obviar la rentabilidad, al menos a corto y medio plazo"

Pero la innovación no es solo una filosofía. Implica inversión: en los últimos cinco años la compañía ha invertido 153 millones de euros en proyectos de innovación e investigación para aportar un valor añadido a sus productos y procesos. Y parece que aciertan: el 10% de sus ventas proceden de productos creados en los últimos dos años, a pesar de que su recomendación es que "cuando inviertes en innovación tienes que obviar la rentabilidad, al menos a corto y medio plazo".

Admite que su propósito para innovar, pero, ha ido evolucionando con el tiempo y hoy en día tiene el gran objetivo de innovar para alimentar un mundo mejor. "Estamos lejos de conseguir que la emisión de carbono sea cero, pero tenemos que continuar invirtiendo en gestión medioambiental", defiende, y añade con cierto orgullo: "Tenemos mucho recorrido hecho". La empresa consiguió en el 2021 que todos los envases de Dulcesol fueran biodegradables. También en el 2021 acabó la instalación de 1.576 placas fotovoltaicas en su planta de Villalonga.

Sólo una de cada diez empresas familiares sobreviven a la tercera generación

El pelotón

En el futuro más inmediato, Juan lo tiene claro: el camino es la internacionalización. Actualmente, el mercado exterior tiene un peso del 25% de la facturación y su objetivo es revertir este porcentaje para que el negocio internacional aporte el 75%.

Pero otro gran reto le espera a la vuelta de la esquina: la tercera generación "está pedaleando en el pelotón". Llegará el día en el que tendrá que ceder el testigo, y quiere hacerlo de una manera "consensuada, con sentido y prudencia". Sabe, pero, que sólo una de cada diez empresas familiares sobreviven a la tercera generación. Aun así no tiene miedo: de las peores crisis pueden surgir grandes innovaciones; y lo ha visto de cerca.

 

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