La decadencia

Nos acaban de decir que se posponen las elecciones al Parlamento de Catalunya, y también las del Barça. En los dos casos son unas elecciones anticipadas que por un motivo u otro quien las convoca lo hace más tarde de lo que se esperaba. En un caso el President Torra anunció que la legislatura ya estaba agotada y parecía que convocaría antes de verano, después pareció que lo haría en octubre, y finalmente la cosa quedó para febrero ya obligado por una decisión judicial.

En el otro caso hizo falta activar una moción de censura para forzar la situación, y aún así se han acabado convocando apurando hasta el límite de los plazos posibles, y la cosa también ha quedado cerca de febrero. Así pues ninguna de las dos elecciones ha sido repentina ni imprevista sino largamente anunciada, y pese a todo cuando ha llegado el momento nos hemos visto obligados a posponerlas.

La ciencia está mirando cómo modificar el genoma humano, o trabajando para llevar una nave tripulada a Marte, y en cambio aún no somos capaces de revisar y poner al día cómo se vota. Ni aquí ni en Estados Unidos

En los dos casos la decisión del aplazamiento se ha tomado de manera más o menos unánime con argumentos sólidos y razonables de salud y equidad, pero en los dos casos la verdadera razón del aplazamiento no es la pandemia sino el hecho de que estos procesos electorales todavía se basan en normas y reglamentos decimonónicos. La ciencia está mirando cómo modificar el genoma humano, o trabajando para llevar una nave tripulada a Marte, y en cambio aún no somos capaces de revisar y poner al día cómo se vota. Ni aquí ni en Estados Unidos. Es un problema estructural global: la política, entendida como la gestión del espacio público, no se actualiza. El mundo avanza y la política nos frena, nos ancla al pasado con la excusa de preservar derechos y deberes.

En el mundo de empresa es habitual ver organizaciones que tienen problemas pero se resisten al cambio. Empresas con fuertes caídas de ventas, o con problemas de rentabilidad, sacudidas por un nuevo competidor más dinámico que les come cuota de mercado, con procesos industriales envejecidos que les restan competitividad, con problemas de clima laboral, rotación de personal o dificultades para incorporar nuevo talento… sea lo que sea, pese a las urgencias y la objetividad del problema todos hemos visto organizaciones que despliegan todo un abanico de excusas para no cambiar: esto que propones no lo podemos hacer porqué el marco legal no lo permite; yo sí que lo haría pero los otros departamentos no querrán; ya lo intentamos y no funcionó; tenemos un compromiso con la calidad y esto que dices no contempla los mínimos; nuestro prestigio no permite hacer pruebas como esta; esto nadie lo ha probado antes, etc etc. Bla bla bla. Excusas para no cambiar vestidas con argumentos a menudo técnicos. Pero el resultado siempre es el mismo: decadencia.

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