El déficit de balanzas fiscales (II). Depende donde se use el dinero

Si bien el déficit de balanzas fiscales entre Catalunya y España es un tema recurrente y que se tiene que solucionar de alguna manera -por un simple hecho de justicia fiscal-, convendría hacer algunas prevenciones. Lo digo porque nuestro país tiene tendencia a obsesionarse con un tema, encaramarlo y, a partir de aquí, pensar que cuando lo tenga al alcance todos sus problemas quedarán resueltos. En general, los problemas no se resuelven con golpes únicos. Y esto rige por las balanzas fiscales. Hay que recordar que si este agravio desapareciera, las administraciones catalanas tendrían más dinero. No los particulares. Esto significa que este dinero podría usarse de diferente manera.

Si se destinara a gasto público corriente, el efecto sobre la población sería temporal. Consolidada, pero solo de una vez. No significaría que a partir de entonces iríamos convergiendo con otros países europeos. Haríamos un salto de repente -subiríamos un escalón- pero a partir de aquel momento nuestra tendencia continuaría siendo la que era. De repente nos habríamos aproximado un poco, pero si la convergencia era débil -o nula-, lógicamente no convergeríamos. Expresándolo gráficamente, podríamos representarlo como:

Y teniendo en cuenta que la sociedad catalana se ha acostumbrado al dopaje social -ha perdido sentido liberal y demasiada gente espera cosas del gasto público- tenemos ante nostros un problema evidente. Ciertamente que con la desaparición del déficit de balanzas fiscales el nivel de bienestar aumentaría de manera repentina, pero no garantizaría, como digo, un crecimiento posterior sostenido que nos aproximara a nuestro objetivo: asimilarnos a los modelos avanzados de los países pequeños de Europa. En resumen, no nos garantizaría un mejor futuro, una mejora en el bienestar futuro de los ciudadanos y una distribución más equitativa de la riqueza.

La manera de que este incremento de recursos económicos públicos revirtieran en una mejora progresiva y sostenida seria invirtiéndolos en infraestructuras, mejora de la formación, investigación y desarrollo, etc. En todo aquello que nos pueda dejar el terreno aplanado y preparado para poder hacer cosas y mejorar el tono, no solo una vez y de forma repentina (un tipo de rifa), sino de manera permanente y pensando en lo que tiene que venir.

Con la desaparición del déficit de balanzas fiscales el nivel de bienestar aumentaría de manera repentina, pero no nos garantizaría un mejor futuro

La gestión del dinero recuperado del déficit de las balanzas fiscales, si el problema se solucionara total o parcialmente, sería clave. Y, una vez más, estamos en manos de la calidad de nuestros políticos. Me remito a lo que ya he comentado en otros artículos respecto a nuestra clase política. La tentación de los populistas -que en nuestra casa quiere decir todos: desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha- consiste en gastar para dar satisfacción inmediata al ciudadano y hacerse propaganda. Quiero decir que queda muy aparente el "gasto social" que acaba traduciéndose, generalmente, en más salarios públicos y no tanto en inversión en bienes materiales de futuro los resultados de la cual se detectan a largo plazo.

Como todo en esta vida, las panaceas solo se obtienen mediante el grueso humano y el saber hacer. No las llevan los recursos materiales o naturales en sí mismos -comparen los recursos naturales de Venezuela con, por ejemplo, Suecia, y miren el resultado final-. Paradójicamente, los países con los recursos más fáciles de obtener, aquellos que lo tienen todo a mano, acostumbran a ser malogrados. La potencial eliminación del déficit de las balanzas fiscales con España no tendría que ser recibido como un premio que, de repente, nos cae del cielo. El riesgo de derrochar recursos es muy vivo. Catalunya nunca se ha administrado económicamente en los últimos 300 años -y parece ser que todavía no ha aprendido-. El hecho de que no se hayan recaudado nunca los impuestos parece haber creado unos malos hábitos de gobierno. Si no cambiáramos estos hábitos, y sin un plan de inversiones establecido, la eliminación del déficit de balanzas fiscales consistiría en una fiesta puntual. Como he dicho, una rifa. Y los ingresos por rifas acostumbran a diluirse con el tiempo.

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