Una economía estreñida. Dónde estábamos y dónde estamos (I)

Catalunya no pasa por su momento más brillante. Parafraseando Churchill, podríamos decir que esta no es "our finest hour". Lo más preocupante de la presente coyuntura es que, paradójicamente, no parece coyuntural. La tendencia seguida los últimos años y, lo que es peor todavía, las perspectivas, no parecen claras. Y esto afecta nuestro estado de ánimo -ya se sabe que las tardes de un sábado y de un domingo son objetivamente similares; por el contrario nuestro estado de ánimo es completamente diferente en cada uno de estos días: cuestión de perspectivas-.

Cuando las cosas van por mal camino se tiende a dar la culpa a aquel que nos cae más antipático. Lo más alejado a nuestras ideas o posiciones. A menudo el acusado tiene un poco, de culpa. En general, pero, se le acusa de ser la bestia que no es. Ahora el mundo económico empresarial le da la culpa de lo que nos pasa al movimiento independentista. Antes se atribuía a sí los que gobernaban eran de izquierdas, etc. Siempre hay excusas. En general, estamos mal gobernados. Sea quién sea el que mande. Porque una de las asignaturas pendientes del país consiste en saber colocar los mejores arriba de todo de los grandes proyectos. Esto que otros países saben hacer, nosotros no. Y este hecho también tiene lugar en la empresa privada, en buena medida. Nos fallan los métodos y los criterios de selección y promoción.

Ahora el mundo económico empresarial le da la culpa de lo que nos pasa al movimiento independentista. Antes se atribuía a sí los que gobernaban eran de izquierdas, etc. Siempre hay excusas. En general, estamos mal gobernados

Y de mal grado podemos concentrar las críticas finales en los que mandan, o han mandado, también es verdad que las razones por las que el país no va bien del todo son múltiples y vienen de lejos. Tengo la percepción de que las luces de alarma empezaron a emitir señales a comienzos del milenio. Pero analizándolo con perspectiva larga veremos que, desde un punto de vista socio-económico, Catalunya se empezó a debilitar al morirse Franco. Lo que amortiguó la evidencia de que aquel comienzo de bajada fue la incorporación casi inmediata a la entonces Comunidad Económica Europea, actualmente convertida en la Unión Europea. Aquel hecho tan trascendental y beneficioso nos distrajo positivamente -nos tuvimos que arremangar por un proyecto nuevo- y dio un impulso económico fabuloso. Pero nos desvió la atención sobre lo que estaba teniendo lugar, sobre aquello que había cambiado en España. Sobre las relaciones entre nosotros y el resto de España. Y pienso que todavía no se ha hecho un análisis riguroso y, sobre todo, sincero. 

España era un gran mercado sin aranceles que explotábamos sin demasiadas limitaciones. Aun así, si Catalunya históricamente había sacado provecho era debido a tener muy claro un principio fundamental: en Madrid no son nuestros amigos y nunca nos ayudarán, nunca harán nada que nos pueda beneficiar. Esta actitud ya viene de lejos, y está provocada por acontecimientos que no hace falta que recuerde aquí. Debido a las sucesivas derrotas, en nuestra casa ha habido tradicionalmente dos actitudes: los que han pasado a aceptar la derrota y a colaborar con España, y los que han optado para pasarse a la resistencia -descarada o disimulada-. Ambos posicionamientos, a pesar de ser diferentes y a menudo enfrentados, han sido siempre consciente de un hecho común: en Madrid no nos eran amigos. Y esto hay que saberlo para entender lo que nos ha sucedido.

Catalunya había sacado provecho del gran mercado de España teniendo muy claro que en Madrid no son nuestros migos y nunca nos ayudarán

Lo que comento resulta especialmente ejemplificado mirando el comportamiento de aquellos que podemos calificar de colaboracionistas con el régimen de Franco -no hay que decirlo de aquellos que evolucionaron "" como es el caso de miembros de Destino y otros colectivos similares-. Cojan, sin ir más lejos la figura, polémica, del alcalde Porcioles. Sin ningún beneficio, junto con más gente, se dedicó a compilar el Derecho Civil Catalán y lo coló para que fuera aprobado primero por Franco y, después, por las cortes franquistas. También podemos referirnos a los empresarios que le reían las gracias a Franco por un lado mientras enviaban dinero al presidente Tarradellas. Un tío mío, que había luchado en el bando franquista, afín y con conexiones en el régimen y residente en Madrid desde 1950, tenía a Pompeu Fabra en la biblioteca y me dijo poco antes de morir: "Xavier, esta gente de Madrid nunca ha entendido nada".

Los catalanes conservadores, colaboracionistas en la época de Franco, por razones diversas, sabían que de Madrid no se podían fiar. El empresariado catalán, en general, colaboraba con Madrid como mal menor. Y esto, con la Transición, se descabezó. ¿Por qué? Lo seguimos analizando la próxima semana.

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