EME: iba demasiado corta

Déjà-vu. Así es como Xavier Trias calificaba la situación de la candidatura de Barcelona para acoger la sede de la Agencia Europea del Medicamento (EME) este último viernes, durante elS ummit III de Barcelona Abierta. Trias recordaba como el 1992, en plena euforia olímpica, Barcelona perdió la sede de la EME en favor de Londres a pesar de llegar a la final y tener una excelente candidatura. Porque, decía Trias, esto es un intercambio de cromos entre las cabezas de Estado y de Gobierno comunitarios, que establecen alianzas e intercambian favores, como en un festival de Eurovisión cualquiera.

Era evidente, pues, que el gobierno de Mariano Rajoy, que según su exministro Margallo tantos favores ha tenido que pedir para mirar de frenar los apoyos internacionales a la independencia de Cataluña, no estaba en la mejor posición para tejer alianzas y complicidades para conseguir la sede de la EME para Barcelona. No sólo esto, sino que la marca España ya hace unos cuántos años que se está devaluando y, como recordaba Pepe Antich, no sólo ha fracasado en los sucesivos intentos para conseguir unos Juegos Olímpicos para Madrid, sino que ha perdido posiciones evidentes en el sanedrí de comisarios y altos responsables europeos.

De hecho, durante el mes de octubre, en Londres, cuando alguien sabía que eres de Barcelona, inmediatamente te daban el pésame y se mostraban solidarios por la represión sufrida durante la celebración del referéndum del día 1. Una represión transmitida prácticamente en directo en todo el mundo y que era incomprensible e inimaginable, no sólo para los interlocutores británicos, para todo el mundo. Días antes de la decisión, la alcaldesa Ada Coláis –y después también la cabeza municipal de la candidatura, Jaume Collboni- lo reconocía en declaraciones radiofónicas: el gran handicap para la candidatura de Barcelona vendía del día 1 de octubre.

Coláis tenía tanto de cuello abajo que, a pesar del optimismo oficial, no se podría hacer la foto de alcaldesa de la ciudad vencedora que, magnánimamente y en agradecimiento por el trabajo hecho, envió a entomar la derrota al recientemente depuesto Collboni, en el que, de momento, es el último servicio de los socialistas barceloneses a su alcaldesa.

Y esto que Coláis se había tragado cómo si nada las contradicciones de haber impulsado el turismo hasta la primera posición en los problemas de la ciudad percibidos por los barceloneses, cuando antes de su mandato era la 7.ª O la alarma por el encarecimiento de los precios de la vivienda y por las prácticas especulativas de inversores –locales y extranjeros- que, entre otras prácticas, a estas alturas tienen adquiridos una cuadragésima de inmuebles enteros con locatarios para expulsarlos y convertirlos en pisos de lujo. A todo esto todavía podemos añadir el sidral de la urbanización y los túneles de la plaza de las Glorias y la abandonada candidatura de la icónica Tueste Agbar –oportunamente rebautizada como Glorias- a hotel de lujo, al propietario de la cual una eventual sede de la EME le habría proporcionado un negocio redondo. Todo y esta reconversión a la realpolitik y el esfuerzo para repartir las culpas a los unos y a los otros, Coláis no sale paso indemne del fracaso de la candidatura. Mientras tanto, los empresarios barceloneses esperaban que una eventual victoria de Barcelona sirviera para cambiar la tendencia depresiva que vive la clase mediana desde hace borde dos meses y que se traduce en menor predisposición para ir de compras y para salir de ocio.

"Los empresarios barceloneses esperaban que una eventual victoria de Barcelona sirviera para cambiar la tendencia depresiva que vive la clase mediana"


Este martes, pero, las portadas y la prensa unionista aprovechan la derrota para cargar unánimemente contra el gobierno catalán y sus esfuerzos para conseguir la República. La misma prensa que finos hace muy pocos días vendía insistiendo en el gran número de empresas que marchaban de Cataluña, con una querida confusión entre el traslado de la sede propiciado por el puente de plata extendido por el ministro Guindos y la salida de los centros de producción. Todo ello con el objetivo de alliçonar y atemorizar estos dos millones largos de catalanes de clase mediana que quieren la independencia. Cuando se dieron cuenta de la contradicción entre magnificar la pretensa marcha de empresas y pretender que la EME estableciera la sede –y, en este caso sí, el centro operativo- en Barcelona el mal ya estaba hecho.

No había que ser un genio para prever que todos estos medios comprarían sin matices el discurso del Gobierno de Madrid. Un Gobierno que los últimos días ya empezó a ponerse la venda antes de la herida con un artículo domingo de la ministra Dolors Montserrat y con declaraciones a los medios en este sentido durante la misma mañana antes de la decisión. Una mañana donde se nos informaba de las acciones de última hora de personajes tan relevantes a escala europea como Duran y Lleida, Mariano Rajoy y el mismo rey Felip VI y que es evidente que no sirvieron de nada. La corrupción estructural del sistema político español, donde ahora también aparecerían implicados fondos europeos malversados, constituye una mochila demasiada pelmaza para ganar cualquiera cursa europea.

Y es que, si por casualidad la candidatura de Barcelona llegaba a vencer, estaba claro que el gran prestigio y la influencia de España y sus instituciones habían sido suficientes para compensar la malèvola actuación de los independentistas catalanes. Y si no era así, como hacen todos los maltratadores, la culpa era de la víctima, porque llevaba la falda demasiado corta.

Y es que Barcelona, no sólo había enseñado las piernas para presentarse en el mundo como capital de una Cataluña que quiere decidir su destino, sino que efectivamente iba demasiado corta de recursos y de apoyos para poder competir con éxito con el resto de capitales europeas. Demasiado corta de recursos para ofrecer los 18 millones de euros que Amsterdam había puesto sobre la mesa para financiar el traslado de la EME a casa suya. O los alquileres simbólicos del edificio de la sede, los aparcamientos gratuitos para los visitantes, los descuentos en las guarderías de los hijos de los trabajadores que otras candidaturas ofrecían. Demasiado corta en el apoyo de un Estado que –además de desprestigiado y de hipotecado internacionalmente- hace al menos 25 años que afana en evitar que Barcelona y Cataluña puedan cuestionar el poder de la megalòpolis madrileña. Un Estado que, además, envía al exilio bajo la amenaza de prisión preventiva y traslado con manillas y gajos a los pies, el consejero que finos hace pocas semanas compartía con ministra y alcaldesa las presentaciones públicas de la candidatura barcelonesa.

Ha ganado Amsterdam y, además del factor suerte, tenemos que convenir que seguramente era la candidata que más se asemejaba en Londres por cultura empresarial y colectiva, por conexiones intercontinentales de su aeropuerto y, incluso, por proximidad física. Y, está claro, para ser capital de estado. De las otras ciudades que han quedado por ante Barcelona, dos más, Copenhague y Bratislava, eran capitales de, pequeños, estados. La otra Milà, no es la capital política italiana pero es la, indiscutida, capital económica.

Barcelona, capital de un país no muy más pequeño y menos poblado que Holanda, tendrá que competir de momento con un brazo –o dos- ligado a las espaldas por un Estado que no es tanto que no le vaya a favor, sino que simplemente juega en contra. Si en esta situación la proyección y el bienestar de la ciudad ha llegado hasta aquí, imaginémonos todo el que podremos llegar a hacer el día que podamos liberarnos de las manillas que nos atenallen.

"Barcelona tendrá que competir de momento con un brazo ligado a las espaldas por un Estado que simplemente juega en contra"


Holanda y Amsterdam nos muestran el camino. No va hace borde 400 años serían el primer territorio que consiguió liberarse del dominio del imperio español. Este es la ventaja competitiva que tenemos que intentar neutralizar lo antes posible.

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