Empresario: especie en riesgo de extinción

Amazon dispone de algoritmos que evalúan el rendimiento de sus trabajadores y analizan de manera más o menos permanente y continuada si cada persona concreta lleva a cabo sus tareas dentro de los parámetros esperados. Por ejemplo, si un repartidor hace las entregas a domicilio en los plazos de tiempo que la misma máquina ha calculado. El resultado conseguido puede llevar a que estos robots decidan si un repartidor concreto recibirá más o menos órdenes de entrega, o incluso si se le debe dar de baja de la compañía.

Esta misma semana Bloomberg ha explicado el  caso de Stephen Normandin, uno de estos repartidores que ha sido despedido de la compañía sin que ninguna persona humana le haya dicho nada ni le haya querido atender. Sencillamente recibió varios correos electrónicos generados automáticamente. Él argumenta que le encargaron entregar productos de madrugada dentro de un complejo de apartamentos que a esas horas tenía el acceso cerrado. No hizo las entregas y el algoritmo empezó a tomar nota, y esto se fue acumulando dentro de un expediente que ya era malo y al cabo de unos días recibió un correo, también de madrugada, donde le comunicaban que estaba despedido.

Un correo electrónico firmado por unas iniciales que no queda claro a qué persona pueden corresponder. Un correo electrónico que si lo contestas, recibes una respuesta tan genérica que parece claro que también ha sido escrita “por el sistema”. Si llamas también te atiende una máquina: pulsa el uno si quieres no sé qué, el dos si quieres no sé qué, el tres si quieres no sé qué… para acabar sin hablar con alguien (eso también ya lo conocemos por nuestras latitudes).

"Ya casi no quedan empresarios. Son un bien escaso, y hay que protegerlos igual que al rinoceronte blanco, el lince ibérico o el oso polar"

El resultado es que ya tenemos aquí la nueva realidad: te contrata una máquina, te gestiona una máquina, te evalúa una máquina, y te despide una máquina. En caso de queja, te atiende una máquina. Y si no, también. Pero quien se hace rico no es una máquina, sino un máquina. Un crack. Un fenómeno. Un perla. Alguien que sabe cómo funcionan las cosas, y no quiere saber nada de cómo deberían funcionar. Y como se ha hecho rico, para muchos es un héroe. Alguien a emular. Un modelo a seguir.

Pues no. Basta. Reivindiquemos a los empresarios. A la gente que tiene un negocio y pertenece a su comunidad, que genera puestos de trabajo en su entorno y tributa en su casa. Antes teníamos bastantes de ellos, pero con el tiempo la mayoría se ha vendido sus empresas y ahora sus hijos gestionan fondos de inversión y propiedades inmobiliarias. Ya casi no quedan empresarios. Son un bien escaso, y hay que protegerlos igual que al rinoceronte blanco, el lince ibérico o el oso polar.

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