"El problema con las citas a Internet es que es muy difícil de saber su autenticidad". La famosa frase se atribuye a menudo a Abraham Lincoln pero la autoría no es del todo clara. Se atribuye también a Benjamin Franklin, Oscar Wilde, Frederick Nietsche, Mark Twain, Winston Churchill o Albert Einstein entre otros. Yo mismo lo he visto atribuida indistintamente a Plan, Rodoreda y a Pedrolo. Probablemente todas sean igual de auténticas.
Recuerdo una sección de aquellos libretos mensuales del Reader's Digest que se denominaba Citas Citables. Eran un par de páginas con una mezcla de pensamientos de filósofos, frases de actores de Hollywood, jugadores de béisbol y militares americanos. Más allá de aquellas páginas no me había interesado nunca demasiado por este subgénero literario. Hasta que llegó internet. Citar es uno de los deportes favoritos a las redes. Fácil de practicar y al alcance de todo el mundo, una busca suficientemente afilada en Google te puede hacer pasar por alguien que sabe de que habla. Pero "Al citar a los otros, nos citamos a nosotros mismos" que decía Julio Cortázar.
Citar a un tercero es una empresa más delicada de lo que parece a priori. Primero nos tenemos que asegurar que la cita sea cierta. Pocas veces vamos a las fuentes, seas el autor de un tuit o leas el discurso que te han escrito. Después hay que saber si la cita es precisa, si es exactamente como la conocemos o si la transcripción que nos ha llegado es la original. Demasiado a menudo se atribuyen frases a personas que nunca las dijeron. Haced la prueba de buscar "Elemental, mi querido Watson" en la obra de Conan Doyle, "Luke, yo soy tu padre" en El Imperio Contraataca o "Una mentira repetida mil golpes acontece una verdad" en la obra de Goebbels.
Después está el contexto. Una cita no funciona sin su autor, y su autor, en general no es una seta surgida del nada, sino que es fruto de su espacio y de su tiempo. Todo el mundo cita al Mandela de la reconciliación de Sudáfrica pero pocos citan al Mandela que ponía bombas (ni siquiera sé si hay alguna cita famosa de esta época). El contexto, pues, cuenta, especialmente si mutilamos la cita según nuestro interés.
El presidente del gobierno español Pedro Sánchez, en su presentación de los indultos a los presos políticos al Liceu, recitaba el octavo verso de Ara Mateix de Miquel Martí i Pol, que dice así: "“I som on som; més val saber-ho i dir-ho; i assentar els peus en terra i proclamar-nos; hereus d'un temps de dubtes i renúncies; en què els sorolls ofeguen les paraules”. Y se quedó tan ancho. En el mismo momento, Twitter le enmendaba la llanura completando la cita al poema añadiéndolo lo final, los versos que dicen:
Posem-nos
dempeus altra vegada i que se senti
la veu de tots solemnement i clara.
Cridem qui som i que tothom ho escolti.
I en acabat, que cadascú es vesteixi
com bonament li plagui, i via fora!,
que tot està per fer i tot és possible.
La cosa cambia. Dejando de lado omisiones de contexto interesadas y apropiaciones culturales (apropiarse de uno de los símbolos de tu enemigo es de P3 de jugadamestrisme ) lo que encuentro más flagrante es cortar la cita justo antes del verso que precede en su punto, el que dice: “i amb molts miralls mig estrafem la vida”.
Estrafer es una palabra bonita, tan bonita como poco conocida. Supongo que debe de tener mala traducción al castellano y debía de ser por eso que quién le escribió el discurso la omitió. De las tres acepcions que según el diccionario del IEC tiene estrafer, la primera es "Imitar más o menos bien (alguien o algo de otro)"; la segunda es "Imitar (algo)"; y la tercera es "Cambiar (algo de uno mismo) con un fin determinado (Ex: Para que no te conozcan, hace falta que estrafacis la voz)". Si miramos el diccionario etimológico del Corominas estrafer sale junto con estrafet y estrafalario, del italiano dialectal strafalario.
Sin omisiones de contexto y con el diccionario a la mano todo el que ha pasado esta semana queda mucho más claro.