Opinión

¿El fin de la Europa naif?

Cuando se estudia la jerarquía de las leyes en los países democráticos se coloca la Constitución encima de todo. Algunos ponen, por encima, los tratados internacionales. Los que no lo hacen formalmente, lo hacen de facto: modifican la constitución para que no diga nada contrario al tratado internacional en cuestión. En España se ha hecho varias veces: para asumir los tratados de la Unión Europea (UE), la OTAN, para la implantación del euro, etc. La Constitución española no lo hace, pero la francesa y otros especifican el principio de reciprocidad: el tratado se aplicará siempre y cuando también sea aplicado y respetado por el otro lado.

Ahora bien, ¿qué pasa cuando interviene la propiedad transitiva? A los estados miembros de la UE que, lógicamente, tienen subsumida su legislación a la que emana de las instituciones europeas se les presenta, a menudo, un dilema. Los tratados de comercio internacional son competencia exclusiva de la UE, está claro -Francia no puede firmar ningún convenio comercial con China, por ejemplo. Pero, ¿y si la otra parte de un acuerdo firmado por la UE -China, por ejemplo- no respeta el principio de reciprocidad? Se tiene que desvincular Francia porque su constitución exige esta reciprocidad? No puede, porque, por otra parte, su legislación está subsumida a aquello que dice Europa... Es en este sentido que hay que enmarcar la importante visita que han hecho la presidenta von der Leyen y el presidente Macron a China.

Nuestra prensa generalista se ha fijado en la vertiente política-militar de la visita del presidente Macron -es lo que da carnaza a las tertulias radiofónicas-. Pero el presidente ha viajado a Beijing con 60 empresarios: LVMH, EDF, VOLIA, AIRBUS, etc. No son precisamente aquello que podríamos decir "morralla". En cierto modo la visita de Macron ha querido remarcar dos cosas: el ascendente francés -junto con el alemán- sobre la Comisión Europea, pero también para certificar aquello que la presidenta von der Leyen ha dicho al presidente Xi Jinping: el bróquili se ha acabado. El periodo naif que ha caracterizado la política de intercambios comerciales europea se ha acabado. A partir de ahora se aplicará la reciprocidad. La presidenta ya se lo dijo al presidente Biden en su último viaje a Estados Unidos. ¿Qué quiere decir todo esto?

El periodo naif que ha caracterizado la política de intercambios comerciales europea se ha acabado; a partir de ahora se aplicará la reciprocidad

Hasta ahora Europa -que tiene tendencia al buenismo- ha sido el único bloque comercial que ha respetado la libertad de comercio sin restricciones. Únicamente se han aplicado las limitaciones de la legislación interna europea: es decir, "solo acepto tus productos si respetan las reglamentaciones que se aplican a los productos propios europeos". Bien, este es el principio que ha tocado fin. Muchos quieren ver proteccionismo. No. Es reciprocidad.

Con las lógicas prisas para la transición energética, Estados Unidos promulgó la IRA (Inflation Reduction Act) que no es nada más que premiar con subsidios a las empresas que se instalen en el país con motivo de la transición energética. ¿Efectos? Se usará acero americano para construir aerogeneradores, por ejemplo; los coches eléctricos tenderán a ser americanos aunque los europeos sean tecnológicamente superiores, etc. Europa perderá. El mensaje de la presidenta von der Leyen fue claro: o cambiáis la ley o la mejoráis en el proceso reglamentario o, simplemente, haremos lo mismo nosotros.

Ahora le ha tocado a China. Una de las acciones es no dejar acceder a contratos públicos a empresas chinas. Como hace China con las empresas extranjeras. Es decir, un chino puede ser propietario del Español, pero no parece que un catalán pueda ser propietario del Beijing FC (que no sé ni si existe). Ignoro si el ejemplo es muy acertado, pero ya me entienden.

Parece ser que determinados empresarios franceses ya le dijeron al presidente Macron que Europa no podía continuar siendo "l'idiot du village planétaire". Y el presidente ha tomado nota y con su visita a China ha querido reforzar el mensaje de la señora von der Leyen. Y las limitaciones o sanciones que Europa puede aplicar van desde las medidas suaves (hacer respetar la reglamentación europea en los países terceros) hasta más severas: no importar productos donde haya intervenido mano de obra forzada (habitual en China), o solo importar productos que respeten el medio ambiente en su fabricación, etc.

Queda pendiente una acción final que se está estudiando: la "Buy European Act" para dinamizar el "Made in Europe". Parece que se aprovechará la transición energética para implantar algo similar. Y es que ya no se trata de ver la UE como un conjunto de intereses aislados que se suman. No. Se trata de los intereses europeos por ellos mismos. Después de lo que se denomina "policrisis", los países de la Unión han concluido que sin mirar a Europa como una unidad no vamos a ninguna parte. Y esto a la empresa catalana le favorecerá enormemente.