La educación después de la pandemia

Vivimos unos tiempos convulsos, plenos de dificultades y plenos de incertitdumbres. Venimos de una década marcada por una crisis financiera que controlamos, pero sin resolver los problemas de fondo que la habían provocado. La aparición de un virus, nuevo y desconocido, ha supuesto un problema de salud tan fuerte que ha hecho volver a la superficie algunas de las fragilidades que habíamos estado ignorando. Las necesarias medidas sanitarias han puesto en peligro la economía y hecho evidente el problema de la sostenibilidad ecológica y el de la desigualdad social. La transición verde se acelerará, puesto que, tanto en el ámbito mundial, como en Europa, como aquí, ya había programas previstos pero pendientes. Pero el tema de la desigualdad social no está bastante a la orden del día, y hay que ponerlo. Sobre todo teniendo en cuenta que una parte importante del origen de las desigualdades está en el sistema educativo.

1. Desigualdad: familia y educación. Ya sé que no es la única, pero hace mucho tiempo que estoy convencido que, en una sociedad libre y plural en que la supuesta "igualdad" no pretenda ser impuesta desde el poder, la desigualdad de oportunidades personales y la imposibilidad de funcionar del ascensor social tiene como origen los condicionamientos familiares y el papel del sistema educativo. Es por eso que estoy en contra de la supresión del impuesto de sucesiones pero, todavía más, preocupado por la situación de nuestro sistema educativo que tendría que ayudar a compensar las dificultades familiares y, en cambio, creo que a menudo las refuerza.

"En una sociedad libre y plural, en que la supuesta "igualdad" no pretende ser impuesta desde el poder, la desigualdad de oportunidades personales y la imposibilidad de funcionar del ascensor social tiene como origen los condicionamientos familiares y el papel del sistema educativo"

No quiero una sociedad igualitaria (en el sentido de qué pretendieron algunas ideologías de principios del siglo pasado) pero sí una sociedad abierta e inclusiva. Y creo que esto pide reforzar el sistema sanitario, pero tanto o más reformar a fondo todo el sistema educativo, puesto que salud y formación están en la base del bienestar personal. Resumo algunos objetivos de la posible reforma y comento algunas de las oportunidades que están abiertas.

2. La escuela del futuro. Algunos vectores que lo tienen que caracterizar:

... Tiene que servir para transmitir conocimientos, pero sobre todo para aprender a ser, para aprender a hacer, para aprender a aprender, y para aprender a convivir; es decir, tiene que dar capacidades en todos estos ámbitos.
... El sistema tiene que garantizar la calidad, pero también la equidad; es decir, que la calidad sea para todos, evitando frustraciones o abandonos.
... Tiene que estar centrada en el alumno; es decir, tratarlo en función de sus identidades y limitaciones personales.
... El sistema educativo tiene que estar más integrado en el entorno familiar, laboral, y comunitario; es decir, actuar sabiendo que el aprendizaje se hace a todas horas y se extiende a lo largo de toda la vida.
... Los sistemas de evaluación tienen que tener en cuenta más dimensiones que la adquisición de conocimientos; es decir, tienen que integrar la evaluación de otras capacidades.

3. Urgencias y oportunidades inmediatas. Tal como he dicho, el reto de los próximos años es acelerar una transformación social que mejore el bienestar de las personas y la sostenibilidad del planeta. Tanto por una cosa como por la otra existen, desde ya hace años, propuestas, recomendaciones y experiencias. No se trata de inventar, hay que ponerse a trabajar.

En el caso de la educación, he conocido y estado al tanto de lo que se ha desarrollado durante muchos años por parte de la UNESCO en París, y más recientemente por la Fundación Jaume Bofill en Barcelona. La primera publicó una AGENDA 2030 sobre la educación del futuro, y la segunda, en colaboración con el centro UNESCO en Catalunya y otras entidades, impulsó la experiencia piloto ESCOLA NOVA 21 que concluyó con gran éxito, en varios centenares de escuelas catalanas, pocos meses antes de la pandemia. Pienso que lo que miles de personas han aprendido durante estos cuatro años permite que pueda ser una buena guía, que evidentemente es puede complementar y mejorar, para poner en marcha una renovación en profundidad de nuestro sistema educativo. Hace unos pocos días, la F. Bofill y Unesco.cat, junto con otras personas, han hecho un llamamiento a las autoridades responsables para que actúen ya en este sentido.

Sintetizo mi mensaje: 1. Hay que aprobar un plan de reforma educativa por los años próximos. 2. Hay que utilizar experiencias ya comprobadas, entre ellas las que he mencionado. Y 3. Vale la pena aprovechar una parte de los recursos financieros, locales o europeos, dando prioridad a esta finalidad.

Ya sabemos bastante que es lo que hay que hacer. ¡Hagámoslo!

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