Opinión

Las empresas que no quieren ser catalanas

Freixenet no descarta mantener la sede en Cataluña un golpe aplicado el 155. Guindos espera ahora que las empresas vuelvan a Cataluña porque con el 155 "no hay motivos para marchar". El Ibex 35 se dispara después de la aplicación del artículo 155. Todos son titulares de este martes, protagonizados por los que nos advertían, o más bien nos amenazaban, con todos los males en caso de independencia de Cataluña.

Afortunadamente, la gran mayoría de empresarios y emprendedores de Cataluña no han protagonizado ni tampoco han sucumbido a la campaña del miedo. La gran mayoría de las empresas pequeñas y medianas, de las empresas más innovadoras, de las más exportadoras y menos concentradas en el mercado español, de las que no dependen de las normativas ni de los favores del Gobierno central, de las multinacionales que han escogido Cataluña para generar bienes y servicios de la economía productiva. Por si había alguna duda, es evidente que es por este tipo de empresas que tiene que apostar la República catalana. De todas estas, hablaremos otro día. Hoy lo hacemos del primer grupo, de las empresas que durante estas últimas semanas no han querido parecer catalanas.

"La gran mayoría de empresarios y emprendedores de Cataluña no han protagonizado ni tampoco han sucumbido a la campaña del miedo"

La presión y el impacto psicológico de los anuncios de traslado de suyos de empresas marcaron los días previos a la proclamación de la República catalana, hasta el punto de ser uno de los elementos que explican las dudas de última hora ante la proclamación y, muy probablemente, el tono bajo de la protesta ciudadana ante la suspensión de la autonomía dictada por el Gobierno español.

Las fuerzas unionistas y los medios que están afines han generado las últimas semanas una confusión expresa al identificar el cambio de sede con la marcha de Cataluña de estas empresas. Seguramente el impacto ha sido más significativo entre una parte relevante de la clase política que entre la misma población. La constatación que no ha habido ningún cambio relevante a raíz de los anuncios de traslado en el conjunto de la actividad económica ni en la prestación de servicios a los ciudadanos sitúa los anuncios en su justa dimensión: unos movimientos teatrales y grandiloqüents, como tantos estamos viendo estos últimos tiempos. En este caso con el objetivo de generar miedo y confusión, pero con un impacto irrelevante a corto plazo.

La relativa comprensión que comportó el anuncio de cambio de sede de Banco Sabadell y Caixabank para asegurar el amparo del banco Central Europeo se ha ido transformando en progresiva desconexión emocional y pérdida de fidelización de los clientes catalanes. Tenemos que recordar que, según las encuestas del CEO la banca es la institución que genera menos confianza en Cataluña, inmediatamente por debajo de la monarquía. El impacto de la crisis y sus vinculaciones financieras seguro que ha tenido mucho que ver hasta ahora en esta desconfianza, a pesar de que unos vendan que tienen alma y los otros usen el nombre de su ciudad de origen como factor de proximidad a las pequeñas empresas y a los consumidores.

"El anuncio del traslado del Sabadell y CaixaBank se ha ido transformando en progresiva desconexión emocional y pérdida de fidelización de los clientes catalanes"

La cruda realidad va imponiéndose también en la percepción de los consumidores. La caja de ahorros, con la supuesta carencia de afán de lucro, ya no existe y sólo se trata de un banco –eso sí, que destina una parte relevante de sus beneficios a una obra social que utiliza como factor de diferenciación y de proximidad- convencional. En el otro caso, las sucesivas ampliaciones de capital que ha tenido que ir tirando el Sabadell para financiar la meteórica expansión de los últimos años han comportado la entrada de capitales foráneos hasta el punto que el núcleo autóctono original ha acontecido totalmente minoritario, aunque uno de sus representantes continúe trayendo la gestión. Las dos grandes entidades catalanas –parece que en el Sabadell, denominarlo así no le gusta porque le genera mala imagen fuera de Cataluña- han empezado a darse cuenta que los malabarismos para quedar bien ante clientes e inversores en España empiezan a tener costes también en Cataluña, donde todavía generan una parte sustancial de su actividad y, sobre todo, de sus beneficios.

Por eso, por la eventual pérdida de rentabilidad si el mercado catalán entra en crisis, han sido los dos bancos los más castigados hasta ahora por los inversores dentro del Ibex 35. También después de los cambios cosméticos de la sede y del reforzamiento del mensaje que no se trata de cambios coyunturales y que, incluso, se puede derivar alguna unidad de gestión. De hecho, las grandes auditoras y despachos de abogados que trabajan en Barcelona ya advierten (sic) sus empleados más jóvenes que quizás tendrán que ir a trabajar fuera de Barcelona para atender estos clientes que trasladan la sede.

Y es que todo ello no se entendería si no es por el hecho que las respectivas cúpulas sufren sobre todo por la propia continuidad, sea debido a unos accionistas que cada vez controlan menos o de alguna normativa del regulador que promueva el relevo, como ya pasó con la presidencia de la Caixa.

De todo, pero, el más grave ha sido el movimiento sincronizado de todas las empresas vinculadas al grupo Caja –Gas Natural, Abertis, Cellex, Adeslas Segurcaixa, Servihabitat...- para trasladar la sede en Madrid, estas ya sin los eufemismos de Valencia o de Palma. A cada anuncio se obviaba casi siempre la vinculación al grupo y la apariencia de decisiones independientes y de desbandada general era más intensa. A pesar de algunas voces prudentes –como por ejemplo Pimec, la Cámara y, con la boca pequeña, Fomento- se ha procurado instalar el discurso de desastre económico para Cataluña, hasta el punto que una diputada unionista, en sede parlamentaria, calificó el traslado como pérdida del 30% de la ocupación en Cataluña.

Todo el mundo sabe que no hemos perdido nada de ocupación –el tercer trimestre del año hemos ganado bastante-, pero sí que es preocupante constatar que tenemos un número significativo de empresas de matriz catalana que están dispuestas a correr ninguno allá donde se los indique al sentir el flabiol que tocan desde Madrid. Es una deficiencia estructural del país que la consolidación de la República tendría que ir corrigiendo.

En todo caso, la pretensa desbandada que ha ocupado cada día las portadas de la prensa unionista mientras se decidía si se proclamaba la República, primero dejó mágicamente noticia cuando el Estado suspendió la autonomía catalana. Después, ha dado lugar a los cínicos llamamientos a volver a casa por parte de quienes se afanaron a amenazar y a presionar las empresas porque marcharan. Y es que ahora todo vuelve a la añorada normalidad. De momento.