Aprendiendo liderazgo de 15 siglos en los monasterios benedictinos

San Benito de Nursia (480-547) fundó la orden de los benedictinos, poniendo en marcha su primer monasterio en Montecassino (Italia) en el año 529, que todavía hoy sigue funcionando. También escribió la Regla de San Benito. En 1964, el papa Pablo VI, en el monasterio italiano de Montecassino, proclamó a San Benito patrón de Europa. Actualmente, hay en el mundo 6.802 monjes benedictinos y las comunidades femeninas tienen 13.725 miembros.

A pesar del tiempo transcurrido, la Regla sigue aplicándose hoy en día a los monasterios de la orden, como el de Montserrat y el de Sant Miquel de Cuixà, y también en otras órdenes en Occidente. La Regla se ha editado en catalán en varias ocasiones, como en 1981 por parte de Publicacions de l'Abadia de Montserrat. A lo largo de sus 73 capítulos, se regula la vida en el monasterio. Entre las diferentes temáticas tratadas, algunas tienen que ver con el liderazgo y se exponen, esencialmente, al referirse al abad, al prior y al mayordomo (ecónomo o administrador).

El abad, que es escogido por los propios monjes, es la máxima autoridad del monasterio. Es el abad quien nombra al prior y a los demás cargos después de escuchar la comunidad. Una particularidad de la Confederación Benedictina, a diferencia otras órdenes religiosas, es que a pesar de que hay un superior general (el abad primado), este tiene menos atribuciones que en otras órdenes, pero tiene funciones de representación y comunión entre los monasterios. Veamos a continuación los rasgos más relevantes de la Regla que tratan aspectos relacionados con el liderazgo:

  • Vocación de servicio: la persona que lidera tiene que entender que tiene que servir más que mandar. Tiene que ser más querida que temida.
  • Autoridad versus poder: el líder que tiene autoridad hace crecer a las personas y muestra con hechos cómo se tiene que trabajar, cómo se tiene que tratar a los demás y cómo se tienen que tomar decisiones. Es más importante ser convincente que autoritario. Por lo tanto, hay que liderar con el ejemplo, más que con las palabras.

La persona que lidera es depositaria de la confianza del resto. Por eso, tiene que aceptar rendir cuentas y que todo el mundo sea muy exigente con ella

  • Humildad: ser humilde implica reconocer los propios defectos y valorar a los demás. Cassià Maria Just, abad de Montserrat entre 1966 y 1989, hablaba así del liderazgo (refiriéndose al padre abad): "Tiene que ser valiente, porque es una carga. Tiene que ser humilde y que no busque el cargo, sino que lo acepte. Que tenga capacidad de trabajo en equipo, pero en un equipo plural; si no, hay el peligro del pensamiento único".
  • Rendición de cuentas: la persona que lidera es depositaria de la confianza del resto. Por eso, tiene que aceptar rendir cuentas y que todo el mundo sea muy exigente con ella.
  • Prudencia: hay que actuar con prudencia para no echar a perder lo que funciona. San Benito decía: "Procede con prudencia y no seas extremo en nada, no sea que, por querer rascar demasiado el óxido, rompas el vaso".
  • Discreción: no se puede decir todo a todo el mundo.
  • Comunicación: no se tiene que ser amigo de hablar mucho, sino de escuchar. Como decía San Benito, citando la Biblia: "En mucho charlar, no faltará pecado". Cuando no se tiene lo que se pide, hay que dar una buena palabra por respuesta. La persona que lidera tiene que tener contacto directo a menudo con todas las personas de la organización.
  • Meritocracia: no se tiene que promocionar por antigüedad, sino por méritos.

A las personas que asumen responsabilidades, si cometen errores, se las tiene que corregir hasta tres veces. Si no rectifican, se las tiene que destituir

  • Incentivos: hay que animar a los que obran bien.
  • Ecuanimidad: no se tiene que apreciar a unas personas más que a otras.
  • Resolución de conflictos: las diferencias se tienen que resolver con diálogo. Tiene que reinar el respeto y la convivencia pacífica.
  • Errores: hay que ser comprensivo con los defectos de los demás y esto implica paciencia. De todas maneras, hay que dar mensajes muy claros a los que no actúan bien. Por otro lado, a las personas que asumen responsabilidades, si cometen errores, se las tiene que corregir hasta tres veces. Si no rectifican, se las tiene que destituir.

Los rasgos expuestos son solo una parte de lo que se incluye en la Regla, pero teniendo en cuenta que la mayoría de organizaciones tienen una vida muy corta y que muchos monasterios resisten muy bien el paso de los siglos, merece la pena no perder de vista la sabiduría de la Regla de San Benito.

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