El país pide más cosas que gestión

Los catalanes somos uno de esos pueblos que hace ya unos cuantos siglos que no sabe lo que es tener el control del poder. La corte, el dominio de los recursos del Estado o el ejercicio de la máxima autoridad han estado en manos de otros, y esto nos ha llevado a refugiarnos de una manera más intensa en el mundo de los negocios. Con el paso de los siglos hemos interiorizado mucho esta genética de empresa, y nos sentimos reconocidos y halagados cuando alguien nos dice que sabemos hacer negocios, que tenemos empuje, que somos emprendedores, comerciantes y buenos negociantes, gente trabajadora, responsable y de fiar. Estamos cómodos con esta manera de hacer y lo acabamos llevando todo a esta lógica. Si por nosotros fuera, todo lo negociaríamos y todo lo administraríamos.

En cambio hay otras geografías que llevan muchos siglos ejerciendo el poder, y esto configura otro tipo de carácter y otras maneras de hacer bien diferentes. Es una característica importantísima que sospecho se convierte en debilidad en nuestro caso y en fortaleza en el suyo. Mientras nosotros lo llevamos todo a la lógica de quien gestiona una actividad, aunque sea un gobierno, ellos lo acaban llevando todo a la lógica de quien gestiona un ámbito de poder, aunque sea una empresa. Es la diferencia entre el Barça y el palco del Bernabeu, entre ACS y Sorigué, entre la Generalitat y la Moncloa, entre El País y La Vanguardia. Mientras unos se dedican a gestionar el poder, el que tienen y el que se cogen, los otros se dedican sobre todo a gestionar su organización.

Los catalanes somos uno de esos pueblos que hace ya unos cuantos siglos que no sabe lo que es tener el control del poder

Ni tenemos poder ni estamos acostumbrados a gestionarlo. No tenemos ni las maneras ni las herramientas, y más valdría que fuéramos espabilando si pretendemos objetivos más ambiciosos. Que las infraestructuras del país sean radiales en vez de razonables no se consigue aplicando una lógica empresarial sino de poder. Que en un lugar haya densidad de autopistas de peaje en lugar de autovías gratuitas no  se puede analizar sólo mirando una cuenta de explotación, como tampoco se puede discutir un plan aeroportuario pensando que se trata sobre todo de una discusión de desarrollo económico o medioambiental. Los catalanes obviamos demasiado a menudo los aspectos relacionados con el puro y duro ejercicio del poder, y nos entretenemos en conversaciones técnicas o económicas que al final no serán las realmente importantes en la mesa donde se tomarán las decisiones.

Y no hace falta mirar sólo Madrid. Por ejemplo los vascos hace tiempo que en temas financieros se relacionan bastante bien con el poder, empezando por el concierto económico de su estatuto de autonomía hasta su claro y continuado ascendente dentro del sistema bancario español. Hay muchas razones y motivos, seguramente todos con un porqué, pero en nuestra casa cada vez hay menos costumbre y menos capacidades para tratar con el poder, sea en Madrid, Berlín, Washington o Nueva Delhi, o en Nissan, Google, Netflix o la UEFA.

Todo esto pide un tipo de liderazgo, un modelo organizativo y unas maneras de hacer que no dependen sólo del presupuesto o de que alguien nos lo deje hacer

Si sólo nos refugiamos en atributos en atributos y habilidades de gestión no lo vamos a sacar adelante, también necesitamos entender y desarrollar habilidades relacionadas con el poder, y eso quiere decir cosas como por ejemplo dotarse de mecanismos mucho más potentes de información para acompañar cualquier toma de decisión; tener perfectamente identificadas y trabajadas las organizaciones y las personas clave en cada uno de los temas que tengamos en agenda; tejer redes relaciones y estrategias de diplomacia dentro y fuera de nuestro territorio con la máxima ambición; disponer de estudios de prospectiva que nos anticipen tendencias tecnológicas, sociales, políticas, económicas o jurídicas; tener acceso a diferentes equipos de apoyo capaces de emitir opinión libre e independiente; desarrollar herramientas y metodologías de lobby… necesitamos todo esto y seguro que más cosas en todas y cada una de nuestras consejerías, o dicho de otra manera, en todos y cada uno de los asuntos importantes de nuestro país. Es la diferencia entre tratar de gestionar nuestro turismo o marcar la pauta del turismo en Europa y asesorar a otros países. Todo esto pide unos recursos que quizá no tenemos, pero lo que sobre todo pide es un tipo de liderazgo, un modelo organizativo y unas maneras de hacer que no dependen sólo del presupuesto o de que alguien nos lo deje hacer. No lo tenemos, y depende de nosotros y de nadie más.

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