Quememos las cajas

Mientras hablábamos de la trascendencia y velocidad de los cambios que supone la inmersión digital por todas partes, Jon Tugores soltó una idea rompedora: "Hoy ya no podemos hacer aquello del think out of the box, porque esta box nos lo tenemos que zampar".

Inmediatamente, cambié la visión de una caja por la de una caverna, la de Platón. Es lo que me ha pasado casi siempre que he salido de la caja. Cuando ha llegado el momento de volver, no he encontrado ninguna caja sino la caverna de Platón. Me han dicho que todo esto que yo había visto allí fuera no era real, y que la luz del sol me había cegado. En realidad, yo era un peligro para ellos. Bien, para la empresa. La caja. No, la caverna. Sócrates concluye que los prisioneros de la caverna, si pudieran, matarían a cualquier persona que intentara estirarlos afuera.

Quizás tanto como matar no, pero explicar la realidad digital puede significar rechazo, desprecio e insultos. No hace mucho, alguien me interpeló como defensor de Amazon y el dolor que hace -es lo que dijo él; la clasificación ligera, sin profundizar mucho, el jumping to conclusions-, es una de las características de las redes sociales. El interpelando me mostraba el tuit de una librera, de Barcelona, que regañaba a los autores que anunciaban que sus libros estaban a la venta en Amazon.

De repente, sentí empatía por los autores. Cuántas veces no he comprado un libro los dos minutos siguientes a leer el tuit de un autor, y al tercer minuto podía empezar a leerlo. El comercio digital hace posible tener todos los libros a mi alcance a pesar de no tener ninguna librería cerca de casa.

"Explicar la realidad digital puede significar rechazo, desprecio e insultos"

Los autores tampoco tienen la limitación del tiempo, siempre breve, que su libro estará a la venta en las librerías. Los libreros tienen que calcular muy bien qué libros exponen en los locales, carísimos, situados en el centro de las ciudades, pero no en el centro de los millones de lectores potenciales. Las redes sociales sí están, en el centro.

El entorno digital es un nuevo mercado para el autor. Da igual cuando publique un enlace hacia sus libros, porque no ocupan ningún espacio escaso y nunca dejarán de estar a la venta. Si encuentra errores y los corrige, los lectores podrán recibir inmediatamente la nueva edición. Esto último pasa en Amazon, donde bastante gente tampoco paga puertos para cada envío ni tiene problemas a la hora de devolver los libros cuando pasa que, después de leer las tres primeras líneas, el texto no le convence. El autor quizás venderá más libros si el enlace apunta hacia Amazon. Son elementos comprobados de la realidad digital que existe fuera de la caja, de la box.

Pues bien, defendí a los autores como lector-regular-no-urbanita, y la cosa acabó en insultos desde el perfil oficial de la conocida librería. En torno a medio centenar de autores dio me gusta al tuit donde decían que soy un cretino. La anécdota sirve para ilustrar hasta qué punto llegan los rechazos desde el interior de la caja, esto es, desde el interior de la caverna de Platón. Libreros y autores insultando a posibles clientes que explican que han visto, allá fuera, una cosa que es mejor para conseguir la máxima difusión de la literatura.

La música fue la primera creación que digitalizamos en forma de archivos MP3. Lo veremos con muchas cosas más, porque todo aquello que pueda ser digital, lo será

Lo vivimos con la música, que fue la primera creación que digitalizamos en forma de archivos MP3. Lo veremos con muchas cosas más, porque todo aquello que pueda ser digital, será digital. Un médico me explicaba, no hace mucho, el rechazo de su colegio después de haberles mostrado un mínimo producto viable para convertir en masiva, asequible e indolora una diagnosis que, encima, se podría hacer en cualquier lugar gracias a la digitalización. Se trata de una dolencia que acabamos sufriendo el 90% de los adultos y que se diagnostica demasiado tarde en el 80% de los casos. Parecía imposible que alguien se opusiera, pero estaba pasando. Dentro de la caverna, ni la literatura ni la salud van primero.

La mayoría de esclavitudes que atribuimos al mundo digital, en realidad son heredadas del mundo analógico

La alegoría de la caverna va sobre quien libera los esclavos que están dentro. Hoy, la mayoría piensa que la tecnología digital hace nuevos esclavos, pero sus argumentos son reversibles. La mayoría de esclavitudes que atribuimos al mundo digital, en realidad son heredadas del mundo analógico. Se habla mucho de qué pagan a quienes preparan los envíos, pero ¿cuál es el sueldo de los dependientes en las tiendas? ¿Cuánto ganan los transportistas que llevan las cajas a las librerías? Las cifras son fáciles de encontrar y no, no hay diferencias entre los mismos puestos de trabajo en las empresas digitales y las analógicas. La diferencia más importante, para mí, es que solo las digitales tienen puestos de trabajo para personas con talento, capaces de innovar creando nuevo software y hardware. Están muy bien pagados. No son pocos ni están lejos; también son puestos de trabajo de proximidad. La mayoría pueden trabajar en remoto. Harán falta muchos más, porque en digital está casi todo por hacer. Si no lo hacemos nosotros, provocando más diversidad, nos lo continuarán haciendo desde América y Asia.

La transformación digital llevará nuevas esclavitudes, podemos estar seguros. Hará falta que nos opongamos cuando llegue el momento. Mientras tanto, es tecnocinismo escandalizarse cuando el mundo digital hereda temporalmente las mismas esclavitudes que tiene el mundo analógico. Subrayo el temporalmente, porque el objetivo final es que los humanos no trabajemos en cosas poco creativas -o insalubres, si no queréis ser creativos-.

El trabajazo que nos espera, fuera de las cajas, lo harán personas a quienes no les importe no poder volver dentro. De hecho, hace falta que nos zampemos las cajas, como decía Jon Tugores. Pensar desde fuera no basta. Después de hacer el thinking outside the box hace falta que hagamos el burning the box.

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