2021, el año de la recuperación

El origen etimológico ha dado mucho juego para los optimistas. Crisis deriva del verbo griego krino, una palabra con origen en el trabajo del campo, vinculada a la recogida del trigo. Para un griego antiguo, la crisis era el proceso de separar el grano de la paja, un separar analítico que permite quedarse sólo con la parte buena o aprovechable de la cosecha. Por lo tanto, un proceso que implica una capacidad de juicio. Crisis también era una palabra usada en medicina para referirse a un cambio brusco o profundo que puede separar la vida y la muerte. La pandemia de la covid-19 compila en buena parte todas las acepciones de la palabra. Incluso las ha superado con creces. Y comparte el tratamiento: separar para analizar.

En el ámbito laboral, cuando el agua del tsunami se enretire seremos capaces de ver con exactitud cuál es la realidad en que tendremos que trabajar. Separaremos el grano de la paja y tendremos que enfrentarnos al espejo. Quizás no encontraremos un momento más oportuno para cambiar aquello que no nos gusta. Los estados que mejor han soportado este tsunami son los que más habían invertido en estado y en industria. Hacen falta medidas y urgentes inmediatas para paliar los estragos que esta crisis ha provocado en muchos sectores del mercado laboral, pero también es hora de preguntarnos si no haríamos bien de enderezar nuestro modelo productivo hacia aquellos sectores que puedan generar más puestos de trabajo y con más permeabilidad en cuanto a la innovación. Si queremos ser, tenemos que ser.

"La clase trabajadora no somos responsables de esta crisis. No permitamos que nadie se aproveche y nos haga pagar el pato, tal como hicieron con la de 2007"

Y también hará falta valentía para reclamar una fiscalidad verde, justa y progresiva que posibilite más ingresos en las arcas públicas. Más puestos de trabajo son más empresas; más empresas son más impuestos; y más impuestos es más estado. Recaudar más impuestos e invertirlos de la manera más eficiente tiene que ser una prioridad. En este sentido, necesitamos un gobierno fuerte, libre de demagogias y fascismos, que devuelva todo lo que se ha recortado en la última década. No nos engañemos: nuestro sistema público —centros sanitarios, residencias para gente mayor, sistemas públicos— ha tenido que enfrentar este marasmo con los recursos de hace 10 años. Un esfuerzo titánico para una galera con las velas agujereadas.

Ahora bien, si bien es cierto que el origen etimológico de la palabra crisis da juego a los optimistas, también lo es que nadie regala nada. La clase trabajadora no somos responsables de esta crisis. No permitamos que nadie se aproveche y nos haga pagar el pato, tal como hicieron con la de 2007. Las reformas laborales han demostrado su ineficacia. Separemos el grano de la paja: dejemos de buscar a culpables y pongamos a la clase trabajadora en el servicio de la recuperación.

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