(Re)definir Barcelona

Superado el ecuador de mandato en el Ayuntamiento de Barcelona, los partidos políticos ya se preparan para la batalla de las próximas elecciones municipales de 2023. Veremos si Ada Colau, la actual alcaldesa de la ciudad, revalida o no, por tercera vez consecutiva, su mandato. Desde que Colau ganó por primera vez los comicios, el contexto social y económico de la ciudad ha cambiado bastante. Gran parte de las políticas que impulsa su gobierno ocupan la centralidad de las izquierdas en el mapa político de la ciudad.

La alcaldesa, ahora sí, se encuentra cómoda con los sectores económicos, incluso en ciertos momentos la vemos con una actitud business-friendly. Se reúne con ellos, pasea con total comodidad por las jornadas del Cercle d'Economia o asiste a la cena inaugural del Mobile World Congress. Es la primera embajadora de la ciudad.

Su discurso sobre el modelo de turismo es más pragmático. Barcelona necesita el turismo, un sector que genera el 13% del PIB de la ciudad, pero hay que gestionarlo con criterios de sostenibilidad. Nos hace falta una economía más diversificada, una apuesta por nuevos sectores estratégicos que den respuesta a la emergencia climática, a la preservación del medio ambiente, la innovación, la investigación, la cultura y la digitalización. Vivimos en una ciudad que mantiene una buena calidad de vida, que hace falta que llegue a todo el mundo y que no deje a nadie atrás.

La pandemia y sus consecuencias en forma de crisis económica, social y de salud ha puesto el debate sobre la mesa: ¿qué modelo queremos por la Barcelona del futuro? Seguro que este será un debate troncal en las próximas elecciones municipales.

Barcelona necesita turismo, un sector que genera el 13% del PIB de la ciudad, pero hay que gestionarlo con criterios de sostenibilidad

Los Juegos Olímpicos del 92 fueron una apuesta de Barcelona y el alcalde Pasqual Maragall para transformar la ciudad. La celebración de las Olimpiadas fue la gran excusa para transformar urbanísticamente la ciudad. Barcelona no es capital de Estado, necesitaba presentar un proyecto suficientemente potente para obtener más recursos, generar complicidades entre todas las administraciones y posicionar la ciudad en el mundo.

La transformación del puerto, el aeropuerto, el frente litoral, la regeneración de la ciudad vieja, la montaña de los equipamientos deportivos en Montjuïc, el fomento de la cultura gracias a la creación de una potente red de museos, así como proyectar internacionalmente la marca Barcelona, son algunos ejemplos del legado olímpico.

Durante los años 90 y la primera década del siglo XXI, Barcelona ha vivido un momento dulce. Su transformación mejoró la calidad de vida, el bienestar y el progreso económico y social de sus ciudadanos. La ampliación de la Fira de Barcelona supuso atraer grandes acontecimientos y ferias, posicionando la ciudad como una de las urbes europeas más visitadas, tanto por turistas como por congresistas. El turismo de negocios era un buen cebo para generar más negocio e impacto económico en la ciudad. Incluso, dos décadas atrás, la marca Barcelona cotizaba al alza; cualquier jefe de Estado de cualquier país del mundo recibía al máximo representante de la ciudad con una sonrisa. Todo el mundo quería venir a Barcelona.

Hoy los tiempos han cambiado. Vivimos en una sociedad global, un mundo interconectado de forma permanente y donde las desigualdades son cada día más patentes entre territorios, también obviamente en las grandes ciudades. Entramos en la era de la sociedad digital, donde internet, las redes sociales, el big data y la inteligencia artificial marcarán el futuro profesional y la manera de vivir para todos nosotros. La ciudad, en términos de gestión pública y privada, también se tendrá que adaptar.

El mientras tanto es clave para redefinir qué modelo de Barcelona queremos para los próximos 20 años

El debate no tendría que versar únicamente sobre si ampliamos o no el aeropuerto, nos hace falta definir qué modelo de ciudad y de país queremos. Estamos en un cruce: la ciudad (liderazgo público), la sociedad civil (liderazgo privado) y ciudadanía tienen que decidir cómo vuelven a construir una ciudad de primera. Haciendo apuestas a medio y largo plazo, que quiere decir ejecutar proyectos a 15 o 20 años vista y no abandonarlos o cambiarlos por motivos meramente políticos o partidistas. Fijar las prioridades en una educación de calidad y en el dominio de los idiomas, invertir recursos en investigación, digitalización, cultura y en la preservación del medio ambiente. Una ciudad no progresa si no tiene garantizados los dos ejes principales de la sociedad del bienestar: trabajo y vivienda digna.

Los recursos son limitados, habrá que aprovecharlos. De aquí la importancia de una buena gestión de los recursos que actualmente tenemos y de los fondos europeos que tienen que llegar. Barcelona y su región metropolitana tienen que poder decidir de forma directa sobre la gestión de estos fondos. Y en paralelo, será importante gestionar el "mientras tanto", redefiniendo la ciudad y reclamando una mejor financiación local, a través de una participación en los impuestos estatales y generando políticas fiscales favorables a la generación de riqueza y a los entornos favorables. La Carta Municipal, el Estatuto de la ciudad, aprobada en 2006 así lo legisla.

El mientras tanto es clave para redefinir qué modelo de Barcelona queremos para los próximos 20 años. El objetivo tiene que ser volver a tener una ciudad próspera, competitiva, culturalmente pionera y reconocida internacionalmente.

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