Dicen dicen dicen que llega una transformación digital

Está volviendo a pasar. Estás en una reunión, o una cena de cuñados, y de repente alguien te mira fijamente y dice “estamos en medio de una transformación digital”, y acto seguido te mira con una pausa dramática que da a entender que no está claro si conseguirás superarla. Como ese juego infantil en el que cada vez que se paraba la música quitaban una silla y alguien quedaba eliminado, ahora cada vez que llega una novedad tecnológica hay quien te quiere hacer creer que se parará la música y tu silla entrará en riesgo. 

El tema es que hace ya más de cuarenta años que vamos gestionando y superando sucesivas transformaciones digitales, y a fecha de hoy ya deberíamos estar convencidos de que el juego no consiste en irnos eliminando, sino en que cada vez más gente disfrute de la música y se atreva a bailar sin sufrir por la silla.

Es cierto que debemos ser conscientes de que el desarrollo tecnológico puede provocar exclusión social. Es un derecho fundamental al que todo el mundo debe poder acceder, igual que todo el mundo debe poder acceder al agua, la luz, los servicios sociosanitarios, la educación, la justicia, el trabajo o la vivienda. Pero aún hoy no todo el mundo tiene un acceso digno a una vivienda digna, ni a un trabajo digno, así que toca seguir luchando por una sociedad más justa en todos aquellos temas que pueden fracturar nuestro modelo social, también los digitales. El caso es que bien entrado el siglo XXI hemos avanzado mucho en usos digitales y se empieza a demostrar que cada vez hay más gente que lo disfruta y se beneficia que no gente que sea víctima de ello.


Debemos ser conscientes que el desarrollo tecnológico puede provocar exclusión social

Nos han hecho creer que todo va muy rápido, pero en lo estructural no es del todo cierto. Las cosas estructurales tienen su ritmo. Si lo miramos fríamente hace más de cuarenta años que nos estamos digitalizando. En los años 80 se normalizó el uso de grandes ordenadores en las grandes empresas y organizaciones, esas máquinas que eran como armarios que ocupaban toda una habitación. En los años 90 llegaron los PC a nuestras vidas, y hay que recordar que los estuvimos utilizando en casa durante toda una década sin Internet y que si queríamos compartir algo era preciso copiarlo en un disquete y entregarlo en mano. No fue hasta acercarnos al año 2000, con el cambio de siglo, que se hizo normal acceder a Internet desde casa. Los teléfonos móviles con pantalla táctil y capacidades multimedia no fueron masivos hasta el 2010, antes teníamos Nokia que ofrecían poco más que llamadas telefónicas y el juego ese de la serpiente. Y desde 2020 se ha hecho normal conectar a Internet la aspiradora, la tele, el reloj o el coche. 

Dicho de otra manera, hemos tardado cuarenta años en llevar la informática a casa, conectarla a Internet, ponérnosla en el bolsillo y ser capaces de conectar electrodomésticos. Cuarenta años. Cuarenta años en los que hemos aprendido a utilizar un procesador de textos o una hoja de cálculo, cuarenta años en los que nos hemos acostumbrado a tratar con un cajero automático o a pagar las cosas acercando una tarjeta a un artilugio en lugar de utilizar efectivo. Cuarenta años en los que hemos normalizado comprar billetes de avión por Internet o escoger qué película queremos ver por la noche en el sofá de casa. Cuarenta años en que los abuelos ven videos de sus nietos empezando a caminar pese a vivir muy lejos, o que puedes asistir a una reunión pese a no poder estar ahí. Ha sido vertiginoso, pero han sido cuarenta años, no cuatro.

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Imagen de una reunión virtual | Istock

Internet es un gran flujo de información disponible que ha tenido hasta la fecha tres grandes oleadas. En la primera oleada, la de los años 80, solo las empresas y las grandes organizaciones tenían los recursos técnicos para conectarse, así que en Internet solamente encontrábamos información de tipo corporativo. En la segunda oleada, empezado ya el siglo XXI, la ciudadanía accede en masa a la red y aporta todo tipo de contenidos, desde tesis doctorales, poemas y canciones que jamás nadie habría publicado hasta tesis doctorales, poemas y canciones que jamás nadie debería haber publicado, pero también la información generada por empresas y grandes organizaciones sufre a menudo de problemas de calidad y fiabilidad.

Y ahora empieza una tercera oleada, en la que la aportación de los datos a la red corresponde a sensores insertados en todo tipo de objetos. Justo ahora completamos el primer círculo. Ahora ya tenemos disponible la información generada por organizaciones, por ciudadanos y por objetos. Combinándola podremos buscar nuevas maneras de explorar, de hacer propuestas, de resolver problemas.

Estamos pasando del internet de las opiniones al internet de los datos

La primera oleada puso foco en la gestión de procesos (contabilidad, nóminas, almacén o logística), la segunda oleada puso foco en las opiniones y las relaciones (redes sociales, marketing o comunicación) y la tercera oleada está poniendo foco en la gestión de datos en tiempo real, la respuesta automática ante ciertos parámetros, y en general la personalización llevada a unos extremos que hasta ahora nunca habíamos visto.

Estamos pasando de la internet de las opiniones a la internet de los datos. Alguien nos dirá con voz amenazadora que llega una transformación digital, pero ni es la primera que vivimos ni es la última que viviremos. No se trata de incorporarlo todo con prisas y competir por ser los primeros, sino de ir digiriendo y asimilando. La transición hacia una sociedad digital es un trayecto de larga distancia, no se hace corriendo al sprint.

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