RSE: De la narrativa a las acciones

La esperada superación del Estado de alarma, que confirma el control y la estabilización (como mínimo hasta pasada el otoño) de la crisis sanitaria sufrida por la abrupta aparición del Covid-19, nos aporta un aliento renovado y una esperanza de lograr el deseado regreso a una convivencia y una forma de vida que nunca habríamos podido pensar quedara tan cuestionada y modificada como el que hemos vivido los últimos tres meses. Pero los efectos positivos de esta superación en el ámbito de la salud personal, no tienen la misma repercusión en la situación económica y social que vive y percibe la ciudadanía.

Al inicio de este año el World Economic Forum reunido en Davos, su presidente Klaus Schwab apelando al "Capitalismo de los Stakeholders" nos recordaba que las empresas son más que una unidad económica generadora de riqueza, que hace falta también evaluar sus resultados e impactos en desempeño de objetivos ambientales y sociales, y también la necesidad de renovar nuestras sociedades y nuestras economías, desde la educación hasta las condiciones laborales. Y a propósito de la pandemia insistía recientemente en la oportunidad que supone para reflexionar y reimaginar nuestro mundo.

La crisis sanitaria y sus consecuencias han puesto de manifiesto nuevamente la realidad doble de la condición humana, aquella "disposición al bien e inclinación al mal" de los seres humanos, que sintetizaba Kant. De la primera hemos tenido sobrados ejemplos con las actitudes evidenciadas de los profesionales de los llamados sectores esenciales, de los que ha sobresalido la respuesta, actuación, vocación y profesionalidad de los del ámbito sanitario, por su impacto en el preciado bien de la vida de las personas.

Pero lamentablemente también esta situación de emergencia y excepcionalidad ha permitido que emergieran prácticas poco o nada íntegras de personas y organizaciones que se aprovecharan injusta y/o ilegalmente de situaciones sobrevenidas por diferentes causas: emergencias, problemas de liquidez, necesidad de abastecimiento de suministros, otros recursos financieros o materiales, y a la vez de las vulnerabilidades y oportunidades de malas prácticas que facilitaban el ingente volumen de fondos públicos y financieros abocados, el debilitamiento de los sistemas de supervisión y control, la menor transparencia, y la postergación de rendimiento de cuentas, como nos recuerda la Oficina Antifrau de Catalunya en sus recomendaciones publicadas al efecto. Malas prácticas que han comportado episodios publicados de ciberfraudes, sobornos, falsificaciones, estafas, desvío de fondos, y otras actuaciones reprobables.

También en este periodo de confinamiento hemos observado que países como Francia, Dinamarca y Polonia anunciaban la restricción de conceder ayudas financieras por el rescate de coronavirus a compañías grabadas en paraísos fiscales, afortunadamente más tarde se añadió España restringiendo también el acceso de ayudas financieras y otros beneficios a aquellas empresas. Restricción pero que no incluye a las empresas con sedes y filiales en países comunitarios con bajas tributaciones como Holanda, Irlanda o Luxemburgo. Como alertaba hace unos meses Kristalina Georgieva, directora del FMI, los recursos procedentes de evasión y elusión fiscal ubicados en los paraísos fiscales supera los 7 Billones de dólares, lo que equivale al 8% del PIB mundial, con los perversos efectos que comportan sobre los Estados que sufren este fenómeno: menos recaudación fiscal necesaria para cubrir sus necesidades sociales, más esfuerzo fiscal por sus contribuyentes individuales y pymes, y una fractura de la confianza de la ciudadanía y del mismo contrato social.

Contamos con un desarrollo normativo prolífico y extenso en el marco de la responsabilidad social de las organizaciones: leyes de transparencia, de responsabilidad penal de las personas jurídicas, de buen gobierno corporativo, de protección de datos, de las responsabilidades de los intermediarios fiscales, y todavía pendiente de transposar al Derecho español la Directiva "Whistleblower" de protección de los denunciantes. Por lo tanto, tenemos normativa y tenemos narrativa, y no podemos quedarnos en declaraciones de intenciones y buenos propósitos, hay que interiorizar y exteriorizar la práctica de la Integridad individualmente y corporativamente, con acciones concretas internas y externas, coherentes y ejemplares, que formen parte estructural de nuestro Rendimiento de Cuentas. Nos jugamos mucho por el bienestar de todos juntos.

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