OPINIÓN

Ni Cercanías ni lejanías

No es noticia que el servicio de Cercanías de Renfe no funcione. Honestamente, no entiendo que esta noticia salga tanto en los medios. Yo, si tuviera tiempo libre, cogería un megáfono y me acercaría a una estación grande (Sants o Plaça Catalunya) y me pondría a gritar: "¡Esto os pasa por votar candidatos que están a sueldo de Madrid!". Me sorprende la pasividad de los usuarios de esta porquería de servicio. En Francia ya hubieran quemado tres o cuatro vagones.

Cuando acabé los estudios preuniversitarios tuve que decidir qué hacía. A mí siempre me habían interesado los ferrocarriles. Los he encontrado, desde pequeño, un fenómeno interesantísimo. Desde el punto de vista tecnológico, sin duda, pero también desde una perspectiva estética y romántica. Las locomotoras, incluso las actuales, constituyen, en mi opinión, un espectáculo fuera de serie. Viajar en tren por Europa es una delicia. Bien, el caso es que, dispuesto a estudiar para ser ingeniero de ferrocarriles, lo dejé correr rápidamente. Solo pensar en las siglas RENFE me entraban náuseas. Sobre todo cuando un día, de vacaciones en casa, mis tíos en Francia, me escapé para ir de Burdeos a París en un tren normal, pero que solo tardó cinco horas. ¡Y estaba limpio!

En resumen, les diré que, cuando yo tenía diecisiete años, no se estilaba ir a estudiar la carrera fuera. Habría podido ir a Suiza que, junto con Francia y Alemania, es la meca de los amantes de los ferrocarriles. Pero, claro, a golpe de siempre sentir la misma cancioncilla ("¡en España no se pueden tener buenos trenes porque es un país montañoso!") no me imaginaba que, llegada a una cierta edad, visitara Suiza y me encontrara que era el paraíso de los ferrocarriles. Evidentemente, cuando descubres que te han ido levantando la camisa tantos años, te entra un cierto enojo contra todo lo que te rodea.

No es noticia que el servicio de Cercanías de Renfe no funcione

Y digo que este no es un país para trenes porque la gente que lo habitamos no tenemos ganas de trenes. Siempre ha sido así. Y todo es verbosidad inflamada. Miren, cuando se construyó el tren de Barcelona a Mataró (48 kilómetros) resulta que lo celebramos. ¡El primero de España! Aquel mismo año (recuerden, 48 kilómetros), el Reino Unidos ya tenía más de 10.000, de kilómetros. Y Francia aproximadamente 7.000. Incluso Italia tenía 2.000 de construidos. Nosotros, 48. ¡Eh y ufanos que estamos todavía hoy en día! ¿Quieren otra anécdota? Los organizadores de las Bases de Manresa decidieron celebrarlas en Manresa porque, entonces (1892), se podía acceder en tren desde Barcelona. ¡Se tardaba lo mismo que se tarda ahora!

Que no somos un país de ferrocarriles lo demuestra que no solo no hemos construido, sino que, encima, hemos destruido. Lo poco que se había hecho durante el siglo XIX se bombardeó durante las guerras carlistas. El general Savalls tenía una obsesión para derrocar estaciones y sabotear líneas. Lógico, el material para los liberales y para el ejército llegaba por tren. Pero las destrucciones no se pararon. Hagamos un repaso: tren Reus-Salou (1883-1975), tren Olot-Girona (1895-1969), tren Sant Feliu de Guíxols-Girona (1891-1969), tren Guardiola de Berguedà (1881-1973), tren la Cava-Tortosa (1926-1967), tren Palamós-Girona-Banyoles (1887-1956)... La voluntad destructora ha sido innegable. La falta total de visión, también.

Que no somos un país de ferrocarriles lo demuestra que no solo no hemos construido, sino que, encima, hemos destruido

El ferrocarril es una infraestructura en la cual hay que invertir cada año. No se vale no hacer nada por, de repente, llevar a cabo un gran gasto. Este es el sistema hispano. ¡Es el que se ha hecho con el TGV -este tren que en España lo llaman AVE y que, de hecho, no tiene nada de español; ni siquiera el dinero que lo han hecho posible! Los daños que ha causado y que causa no tener la red ferroviaria que corresponde son inconmensurables. Toda la actividad económica se resiente. La gente que no puede desplazarse y las mercancías que no se pueden exportar convenientemente.

El señor Albert Vilalta (1933-2013) fue el que hizo que los actuales Ferrocarrils de la Generalitat acontecieran un referente. Él era un trabajador nato y gran conocedor del tema. Ahora dicen que si se traspasara la gestión de Cercanías de RENFE a la Generalitat, las cosas irían mejor. Todo puede ser. Lo ignoro.