Vigilar, molestar, proponer

La Historia de los humanos es una sucesión constante de conflictos y propuestas sobre cómo organizar la vida en común, y con el tiempo lo hemos ido sofisticando cada vez más porque los grupos humanos son también cada vez más grandes y complejos. De los grupos nómadas del paleolítico a los poblados del neolítico, siguiendo con las primeras ciudades y los actuales estado-nación que ya se ve cómo evolucionan hacia estructuras continentales. De los indiketas que poblaban el Ampurdán hace más de 2.000 años hasta la actual idea de Europa hay toda una evolución de los modelos de organización social y política. Somos animales sociales y por eso nuestra evolución a lo largo del tiempo está marcada por la búsqueda de mejores soluciones para vivir juntos.

Una de las consecuencias de vivir en sociedad es que el individuo delega en el grupo muchos aspectos básicos de su vida. Hemos delegado en el grupo la capacidad de impartir justicia, de administrar la atención y la salud de los nuestros, de educar a nuestros hijos, de protegernos de las amenazas, de intermediar los conflictos, y en consecuencia hemos ido armando modelos comunitarios de educación, sanidad, política, justicia… no sólo normas, sino también servicios públicos y sistemas de gobernanza. I este es el origen de lo que llamamos instituciones, que no son otra cosa que los instrumentos con que nos hemos dotado para organizar nuestra convivencia. Desde un congreso de diputados hasta una cámara de comercio, un ayuntamiento o un sindicato. Las instituciones han de ser los mecanismos que ordenan la participación del grupo y la defensa de sus intereses.

"La Historia de los humanos es una sucesión constante de conflictos y propuestas sobre cómo organizar la vida en común"

La Historia nos explica que cuando estos modelos dejan de funcionar las sociedades entran en crisis, y cuando eso pasa los individuos ponen en duda la lealtad de sus instituciones y tienen la sospecha de que sus decisiones ya no benefician al grupo sino a unas minorías. Se pierde la confianza en las instituciones y es terreno abonado para los totalitarismos y el individualismo. La caída del imperio romano fue acompañada de una desconfianza social hacia el senado y su clase política, y no cuesta demasiado identificar que ahora nos encontramos en un momento similar. Muchas sociedades occidentales muestran graves síntomas de desafección con su política, su justicia, su policía…

La desconfianza se acompaña de fatiga, e incluso de desesperanza. Quienes no creen en la política descartan dedicarse a la política. Quienes no creen en las instituciones descartan implicarse en las instituciones. Y la Historia nos explica el peligro que hay si permitimos que esta desconfianza destruya estas instituciones. Desconfiar de la política no debería hacernos cerrar el Parlamento. Desconfiar de la justicia no debería llevarnos a creer que no hacen falta las leyes. Así pues, si no creemos en las instituciones, no queremos participar en ellas y cerrarlas es demasiado peligroso, ¿qué podemos hacer?

"Necesitamos una ciudadanía activa vigilando, molestando y proponiendo"

Es razonable que la mayoría no quiera hacer demasiado, pero si hay personas inquietas y con ganas de ayudar al grupo debemos hallar la manera de hacerlo. Hay una propuesta que me parece muy interesante, y necesaria: hace falta gente que vigile, moleste y proponga cosas a las instituciones. No todo el mundo es capaz de hacer las tres cosas, así que cada uno de nosotros podría escoger en cuál se siente más útil.

Vigilar. Buscando los datos y los indicios que permiten auditar su actividad, informando en voz alta de cualquier anomalía que se identifique. Molestar. Pidiendo explicaciones, presentando alegaciones, exigiendo que se cumplan las normas. Proponer. Aportando reflexión y análisis, ofreciendo argumentos, soluciones o alternativas. Ahora que la mayoría de nuestras instituciones están secuestradas por la lógica enfermiza de un sistema obsoleto basado en partidos políticos, necesitamos una ciudadanía activa vigilando, molestando y proponiendo. Cuando la mayoría piensa que las instituciones fallan necesitamos una sociedad civil no sometida a las instituciones y dispuesta a ayudar al grupo. Lo que no se vale es quejarse y no hacer nada, o aún peor, quejarse e inhibirse. Así que ánimo y vamos a ello, que hay mucho trabajo y nos jugamos el futuro.

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