La importancia de las conexiones imprevistas

De vez en cuando me encuentro alguien que me explica que le haría ilusión huir de la gran ciudad y gracias al teletrabajo irse a vivir a algún pueblo pequeño. Se imaginan viviendo en una casita con huerto y jardín por el precio de un piso pequeño y mal situado, yendo a coger flores o setas en vez de perder el tiempo en el metro o en los semáforos, y disfrutando de noches estrelladas en lugar de cielos turbios. Argumentan también que las horas de trabajo en casa les rinden más que las horas en la oficina, que ahí todo son interrupciones tontas y reuniones inútiles, que los encuentros y las llamadas son mucho más eficientes y que la empresa estaría contenta porque pueden llegar a ser más productivos y eficientes. Que la vida en un pueblo pequeño es más agradable y que hoy día desde allí se puede trabajar igual de bien.

No dudo que la vida en un pueblo puede ser muy agradable, y que el teletrabajo es una opción. Lo que dudo es que sea fácil crecer sin un ritmo de conversaciones interesantes. Aquello que nos desarrolla y nos lleva a nuevas ideas y nuevos proyectos no son únicamente nuestras habilidades, sino también nuestras relaciones. Y sobre todo, las relaciones y las conversaciones imprevistas. Aquellas con las que no contabas y que te mueven los esquemas, aquellas que no habías previsto ni diseñado, ni tan sólo deseado. Las conexiones imprevistas, y también las improbables. A menudo aquella buena idea no surge cuando hablas con los compañeros de trabajo, sino cenando con una gente que te explica cosas que hacen que no tienen nada que ver con lo que tu haces.

"Necesitamos estar expuestos a la sorpresa, disponibles para recibir una novedad"

Necesitamos estar expuestos a la sorpresa, disponibles para recibir una novedad. Dependemos de la probabilidad de que nos atraviese una idea diferente, y para conseguirlo necesitamos que los entornos en los que habitamos, donde nos desarrollamos, nos lo puedan ofrecer. Las ciudades, además de entornos muy densos en vivienda, polución y coches, también son unos entornos muy densos en circulación de personas e ideas, y eso aumenta la probabilidad de que una idea nos sorprenda.

"Además de recibir cosas por la pantalla debes poder recibirlas también paseando"

Refugiados en un pequeño pueblo y el teletrabajo reducimos de manera drástica la probabilidad de las conexiones imprevistas, y por tanto reducimos de manera drástica la probabilidad de continuar descubriendo y aprendiendo. Procrastinando desde el ordenador te acabas moviendo por las mismas revistas, las mismas conversaciones de twitter y las mismas reuniones de zoom. No menospreciéis que los algoritmos de las plataformas os recomiendan cosas que ya es muy probable que os gusten, y que por tanto se reduce mucho la capacidad de sorpresa y descubrimiento. Estar conectados telemáticamente no será suficiente si os aisláis físicamente. Además de recibir cosas por la pantalla debes poder recibirlas también paseando.

Las ciudades son el mejor espacio relacional que tenemos, pese a todo. Es bueno tener tratos con ellas. Si decides vivir en un pueblo intenta construir una cierta rutina que te lleve de vez en cuando a la ciudad, pero no para ir a hacer gestiones y volver pitando, sino también para tener conversaciones y trabajar relaciones, para explorar y dejarte sorprender, y sobre todo que puedan pasar cosas imprevistas.

"Vivas donde vivas, no te cierres a las sorpresas"

La telemática es una potente herramienta de trabajo y productividad, como también es una potente herramienta para mantener vínculos y relaciones, pero a la hora de la verdad la mayoría de las personas no podemos funcionar y crecer sólo desde la pantalla. Cuando os hablen de modelos híbridos no penséis en la combinación de online y offline, pensad más bien en la combinación de más y menos gente física y real a vuestro alrededor. Si vives en un pueblo busca la manera de vivir la ciudad de vez en cuando. Y si vives en la ciudad, busca la oportunidad de salir de ella de vez en cuando. Y vivas donde vivas, no te cierres a las sorpresas.

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