Crisis y absentismo laboral

Según los datos del IV Informe de Adecco sobre el absentismo, el absentismo laboral en España cuesta más de 9.000 millones de euros el año, uno de los problemas de productividad que siempre ha tenido el Estado. Desde 2007, el absentismo ha tenido una tendencia a la baja, debido a varios factores, entre ellos, el nivel de despidos por parte de las empresas, los comportamientos menos arriesgados por partes de los trabajadores para no perder el puesto de trabajo así como la conciencia de la necesidad de dar un golpe de mano o multiplicar los esfuerzos en épocas de crisis.

Aparentemente, la crisis podría estar ayudando a corregir el problema, un hecho que según José Ramón Pin, director del IRCO-IESE, representa una de los errores de nuestras relaciones laborales. Aun así, el 2014 por primera vez en seis años, la tasa de absentismo laboral en España se ha incrementado, situándose en un 4,4% respecto al 4,1% registrado el año anterior. Una cifra que según los autores del informe, demostraría que el efecto crisis en las ausencias al puesto de trabajo ha agotado su potencial.

Ante esta situación, son diversas las preguntas que nos tendríamos que plantear. Por un lado, por qué en épocas de recesión el absentismo y las IT (incapacitados temporales) bajan drásticamente y, sin embargo, en etapas de vacas grasas, se sitúa entre los mayores índices de Europa?

Otro aspecto que sería interesante analizar es por qué el absentismo de los autónomos es inferior al absentismo de los asalariados, o por qué el absentismo de las personas con discapacitado (PcD) es inferior al registrado en las personas que no tienen, teniendo en cuenta que las PcD tienen enfermedades congénitas y condiciones crónicas que, en teoría, las tendría que incapacitar en mayor grado que al resto de la población.

Son diversas las teorías que prueban de dar respuesta a estas cuestiones, aún así, la realidad es que, durante esta época de recesión, no hemos dado la oportunidad a las mutuas porque actúen como tal y por el que fueron creadas: las mutuas tendrían que poder gestionar las altas y bajas de las incapacidades temporales de los trabajadores. Hay que recordar que son entidades de servicio público pero de gestión privada, y que sus intereses están alineados con los de las empresas.

Los ciclos económicos nos aseguran épocas de bonanza y épocas de crisis, pero el que realmente importa, en definitiva, es que seamos capaces de aprender de las crisis para poder resolver el que no funciona. En una época de crisis como la que hemos vivido, y de la cual apenas empezamos a sacar la cabeza, tendríamos que permitirnos ser mejores y aprender de las situaciones que no queremos que se repitan.

Desgraciadamente, en cuanto al absentismo, que llega al millón de trabajadores diarios, nos queda todavía una asignatura pendiente, en la que no se han implementado las medidas adecuadas y que tendríamos que corregir, una asignatura que supone importantes sumas de dinero a las empresas y a los ciudadanos, y que provoca una significativa pérdida de competitividad empresarial respecto a otros países.

De hecho, este agujero de fraude, si se lo puede denominar así, representa una realidad que en última instancia va en detrimento de los bonos trabajadores y beneficia a los que no lo son tanto. No se trata, pero, de perseguir a aquellos que se ausentan de su puesto de trabajo o cogen la baja (todos nos hemos encontrado a veces y nos encontraremos), sino de controlar el grado de absentismo para garantizar que se mantenga en los mismos niveles en los cuales ha estado en época de crisis.

Desgraciadamente, este debate es de los considerados políticamente incorrectos, pues según cómo se exprese, se podría dar una cierta percepción errónea de control o explotación. Ahora bien, en la medida en la cual seamos capaces de poner estos debates sobre la mesa, ayudaremos a tener un país más productivo y competitivo.
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