España no se estima las pymes

Cuando los resultados son malos, los equipos de fútbol piensan que un cambio de entrenador aportará aires nuevos. Esto hemos querido hacer el 20 de diciembre sin tener en cuenta que las reglas y los jugadores siguen siendo las mismas que hasta ahora, pero en una liga cada vez más competitiva.

Durante las sucesivas campañas electorales, políticos y no políticos nos han bombardeado con la imperiosa necesidad de apoyar, de fomentar y de ayudar a mejorar la competitividad, facilitar el crédito bancario, favorecer las exportaciones, fomentar la contratación, invertir en R D de las empresas; y muy especialmente las pymes, que son clave y motor de cualquier economía, pero sin concretar como lo harán. Quizás porque tienen muy claro que no lo tendrán que hacer.

En todos estos años dedicados a la consultoría, especialmente en pymes, he llegado a la triste conclusión que España, y de retruque Cataluña, no se estiman las pymes. Me he encontrado con muchas empresas perdidas en medio de un galimatías de reglamentos, normas y decretos que cambian cada año y que parecen expresamente creados para desanimar y fastidiar cualquier emprendedor de crear una empresa o empresario de seguir luchando para hacerla crecer.

Es encomiable la capacidad que España tiene de generar normativas y leyes inquisitives para después compensarlas con un listado de ayudas a las cuales a menudo es muy difícil acceder. Los empresarios no necesitan ni ayudas ni subvenciones, ni cabe otro tipo de caridad malintencionada. Necesitamos gobiernos capaces de crear el entorno necesario que facilite crear empresas en condiciones ventajosas porque estas puedan crecer y generar riqueza y puestos de trabajo.

En la mayoría de países europeos es posible crear una empresa en horas y por Internet, iniciar su actividad, pagar una cuota simbólica o progresiva de autónomos, y no hacer ningún tipo de declaración de IVA hasta llegar a una facturación mínima que puede estar alrededor de los 80.000 euros el año mientras aquí, desde el primer día y sin ningún tipo de ingresos las obligaciones son inquisitives.... Seguimos inmersos en la cultura de esperar soluciones políticas que nos devuelvan la euforia especulativa de tiempos anteriores sin tener en cuenta que la visión a corto plazo de la política y la incompetencia profesional de algunos de sus componentes sólo consiguen crear leyes que siempre dejan de banda las pymes y a los autónomos, demostrando la falsedad de los discursos de campaña.

Dejamos clara una cosa. Los gobiernos no crean puestos de trabajo, ni crean riqueza, ni fabrican maquinaria ni generan ideas competitivas. Son las empresas, los empresarios y, sobre todo, las pymes los que generan todo esto y que tienen, demasiado a menudo, la desagradable sensación de ser tratados como delincuentes y no como generadores de riqueza por el país.

Pero no toda la culpa es de los gobiernos. Sería demasiado fácil. Una parte importante de los empresarios también se tienen que poner las pilas de una vez por a pesar de ser conscientes del importante papel que representan en la sociedad. De entrada, tienen la misión de hacerse respetar y admirar por la sociedad, por todo aquello que representan y aportan. Para lograrlo, tendrán que cambiar muchas de sus actitudes. Contrariamente a las sociedades europeas, el empresario de aquí está visto como el malo, el explotador preocupado para estrangular al trabajador para poder incrementar sus beneficios. Cierta o no, esta imagen tiene que cambiar.

El empresario tiene que invertir a incrementar la productividad para ser competitivo en lugar de rebajar los salarios. Tiene que mejorar sus modelos y criterios de gestión. Tiene que invertir, con o sin subvenciones, en formación para profesionalizar su personal y tener el mejor equipo en lugar de despedirlos. Tiene que abrir nuevos mercados globalizando su oferta. Tiene que exigir a sus clientes el pago a 30 días o dejar de vender, con o sin ley como pasa al resto de Europa, reduciendo la dependencia del crédito bancario para paliar este destructivo sistema de pago. Todo esto está en las propias manos del empresario y de las asociaciones y no necesitan leyes para aplicarlo.

Finalmente, los empresarios tienen que tomar conciencia de su fortaleza para impedir que cualquier Gobierno de turno pueda legislar de espaldas a la realidad empresarial del país, dejando de ser una moneda de cambio de prometidas electorales y no reaccionar cuando estas no se cumplen.

Se me hace difícil imaginar a la Sra. Merkel legislar sin tener en cuenta las reivindicaciones y la realidad de los autónomos o de las pymes alemanas. Tendría un problema muy gordo entre manso que acabaría paralizante y colapsando el país. Aquí las asociaciones empresariales tienen mucho trabajo para hacer, más allá de las protestas administrativas sin consecuencia o sugerencias que no llegan.

España, y Cataluña de retruque, es un país que no se estima sus pymes. Y se lo puede permitir porque la mayoría de las pymes no son capaces de hacerse respetar.
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