Es cuando duermo que veo claro

El año 1953 J.V. Foix publica su libro de poemas “On he deixat les claus…” (“Dónde he dejado las llaves…”), una obra escrita cuando Europa intentaba salir de la depresión de la posguerra mirando al futuro desde la irreverencia de las vanguardias, de Picasso a Freud, del arte pop al segundo Concilio Vaticano. Los poemas de Foix hablan del desconcierto de quien se sabe medio desnudo, inseguro y desconcertado. “Me exalta lo nuevo y me enamora lo viejo”, dice el poeta, con vínculos al pasado pero cautivado por todo lo nuevo que ha de venir. Un poco como estamos ahora, desconcertados y asustados mirando hacia un futuro que sabemos será diferente. Nosotros también estamos tratando de gestionar nuestro camino en medio de diferentes conflictos, afortunadamente no bélicos pero sí sanitarios, sociales, económicos y políticos. Con víctimas, injusticias, miseria e incluso muertos. Y nosotros también sabemos, igual que el poeta del siglo pasado, que las vanguardias nos traen nuevas propuestas que podrían ayudarnos pero que son inciertas y piden que estemos dispuestos a pensar diferente, a aceptar nuevos planteamientos, nuevas ideas y nuevas herramientas.

La historia tiene algo de cíclica, y nos enseña que después de los batacazos el progreso acostumbra a depender de la capacidad de hacer nuevos planteamientos, más que de entretenerse en lamerse las heridas. Hay que ser capaces de imaginar futuros posibles, y poner talento, complicidades y energía para lucharlos. Necesitamos liderazgos que miren hacia adelante, conscientes de desde donde venimos pero que miren hacia adelante.

"Si tenéis dudas atreveos a soñar, y una vez despiertos ya pondremos los pies en el suelo"

En la época del poeta, quizás marcada por las entonces nuevas ideas del psicoanálisis, cuando se trataba de imaginar y ambicionar algo se le llamaba soñar, y en cambio ahora, quizás marcados por la precisión científica, soñar parece una irresponsabilidad. Como si tener un plan y soñar no fueran compatibles, como si el pragmatismo fuera más valioso que la ilusión. Pero ya lo decía Foix: “es cuando duermo que veo claro”. Necesitamos soñar qué queremos para nuestro país, para nuestra sociedad, para nuestra empresa, para nuestra cultura, porque necesitamos proyectarnos de manera clara hacia el futuro y lo hemos de hacer sin rémoras.

El entorno trata de hacer quedar en ridículo a quien sueña. Ponemos en órbita un nanosatélite y hay quien se ríe. Queremos negociar con Tesla que los menús de sus coches estén en catalán y hay quien se ríe. Queremos una administración que tome decisiones basada en ciencia y datos y hay quien se ríe. Queremos tener derecho a la privacidad en una sociedad digital y hay quien se ríe. Queremos transformar nuestras organizaciones y hay quien se ríe. Queremos cambiar el modelo de negocio de nuestra empresa y hay quien se ríe. Pero si alguna cosa necesitamos ahora precisamente és la valentía de soñar qué queremos ser, porque ya sabemos que los modelos antiguos no serán sostenibles en el futuro. Llamadlo transformación digital, transición al siglo XXI, cuarta revolución industrial o nuevo contrato social, pero hay que empezar a moverse hacia nuestro futuro, y ya puestos, hagámoslo con atrevimiento. No seáis miedosos ni conservadores, que es mala época para andarse con medias tintas. Si tenéis dudas atreveos a soñar, y una vez despiertos ya pondremos los pies en el suelo para ir hacia allí con paso firme.

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