Necesitamos una nueva movilidad, dialogada

El pasado 19 de marzo, hace casi un año, tuve el placer de presentar en el auditorio de La Pedrera el acto en el que el presidente del RACC Josep Mateu impartía la conferencia Hagamos de Barcelona el referente de movilidad, argumentando que er necesario debatir e impulsar un nuevo modelo de movilidad para mejorar la vida de las personas, y como uno de los factores clave para conseguir un mayor progreso, competitividad y crecimiento de la ciudad.

"El RACC, con 100 años de historia y un millón de socios, evolucionaría para ser un club de movilidad y no sólo de automovilistas"

En mi opinión fue una conferencia importante ya que no sólo lo aterrizó con 45 propuestas muy concretas, sino que además declaró públicamente que el RACC, un club con 100 años de historia y un millón de socios, evolucionaría para ser un club de movilidad y no sólo de automovilistas, y que el único futuro posible para los coches en Barcelona pasaba porque fuesen eléctricos y compartidos. Un actor clave tomando una posición valiente.

El futuro que el presidente del RACC anunciaba ya es una realidad innegable y cualquiera que ponga un pie en la calle observa cómo se han disparado las múltiples modalidades de transporte que se utilizan en la ciudad: patines, patinetes, bicicletas, motos, coches, autobuses, tranvías, metros, de gasolina, diésel, eléctricos, híbridos, a gas… y también los problemas y debates que toda esta diversidad provoca. ¿Quién ha de ir por la calzada y quien por la acera?, ¿quién necesita carnet o tener un seguro contratado?, ¿dónde se pueden estacionar esos cachivaches?, ¿cuáles son los derechos y cuáles las obligaciones?. Por si eso fuese poco, también se han disparado los modelos de negocio y cada una de estas opciones de movilidad se puede comprar pero también alquilar o compartir y como decía Josep Mateu, la tendencia imparable es hacia los vehículos eléctricos y compartidos, sobre todo motos, bicicletas y patinetes.

Es evidente que si queremos menos coches en nuestras calles deberemos hacer posible que haya alternativas. Y las alternativas existirán en la medida que la ciudadanía pueda acceder a una propuesta razonable en precio y facilidad de uso, y que las empresas que se dediquen a ello puedan tener la expectativa de obtener beneficios. El trabajo del regulador es dictar unas reglas de juego que lo hagan posible de manera equilibrada, por lo que se espera de él que conozca los requisitos tanto de unos como de otros, tanto de la ciudadanía como de las empresas.

Uno de estos servicios de movilidad compartida que está creciendo es el Bicing, de titularidad municipal. Este mes de enero la concejal Janet Sanz anunciaba que el servicio se ampliaba hasta las 7.000 bicicletas repartidas en más de 500 estaciones, llegando a 11 nuevos barrios de la ciudad. El Bicing ya tiene casi 115.000 abonados, y de media hay casi 45.000 usos diarios. Es evidente que el éxito de la propuesta pasa por el hecho de que con un solo carnet de usuario, el del Bicing, cualquier usuario puede acceder a toda esta oferta desde casi cualquier punto de la ciudad.

La otra gran alternativa es la moto compartida, que a diferencia de la bicicleta no tiene sevicio propio del Ayuntamiento y actualmente se ofrece por parte de cinco empresas privadas. La moto siempre ha sido un éxito en Barcelona como lo demuestra su parque de 300.000 motos privadas, pero la moto compartida está cuajando con fuerza y estas cinco empresas declaran que ya tienen 500.000 usuarios registrados. Así es normal que haya más empresas interesadas en ofrecer este servicio, pero lo que no es normal es la decisión tomada por el Ayuntamiento de limitar la oferta a 6.900 licencias, y ha dicho que las repartirá por igual entre todas las empresas que se hayan presentado al concurso y cumplan con los requisitos. Es decir, si nadie lo corrige el servicio de moto compartida en Barcelona estará ofrecido por 21 operadores diferentes, cada uno de ellos con sólo 331 licencias.

"Quien ha hecho la nueva norma de moto compartida ni es usuario ni entiende el negocio"

El resultado es decepcionante. Ninguna de las empresas podrá alcanzar las economías de escala necesarias para ofrecer un servicio razonable a un precio razonable, y los usuarios deberán tener 21 aplicaciones diferentes instaladas en su móvil ya que con sólo 300 unidades es altamente improbable que su operador habitual tenga una moto disponible cerca cuando la necesite. Quien ha hecho la norma ni es usuario ni entiende el negocio. Los hechos parecen evidenciar que no iremos demasiado lejos si sacamos adelante normas sin los consensos mínimos que necesita la ciudad.

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