Instagram, más cerca de la TV que del web

Es curioso que la realización del sueño de George Eastman, fundador de Kodak, de acercar la fotografía a todo el mundo haya representado la muerte de su marca. El año 1900 Kodak tiraba al mercado, la Brownie, una cámara portátil que era una caja, una lente, un obturador y una prometida: "Usted pitja el botón y nosotros hagamos el resto". A los años 1960 tiraría la cámara de fotografía Kodak Instamatic, una cámara compacta que un golpe ponías el carrete no podías parar de hacer fotos hasta acabarlo. El regalo estrella de las comuniones de los 70 y 80.

El que el visionario Eastman nunca se podía imaginar es que las cámaras un día no tendrían piezas móviles, que no se traerían a revelar (la Brownie se traía entera), y que acabarían siendo un icono en la pantalla de un móvil. El iPhone es en la actualidad la cámara más utilizada según las fotos subidas a Flickr el 2016: el 47% son hechos con un iPhone, un 24% con una Canon y un 18% con una Nikon. Y de las aplicaciones de fotografía que traemos a nuestro móvil, Instagram ocupa un lugar privilegiado a la primera pantalla de más de 800 millones de usuarios que cada mes suben sus fotos a la popular plataforma.

"Instagram es lo 'Usted pitja el botón y nosotros hagamos el resto' de Kodak del 1900"

Instagram es lo "Usted pitja el botón y nosotros hagamos el resto" de Kodak del 1900 y a la vez la Instamatic de la comunión "Demasiado fácil para explicarlo". Que Instagram e Instamatic compartan raíz tiene su gracia y no es trivial. Instamatic es la contracción de instante y automático. Denota que sólo te tienes que preocupar de pulsar el disparador y el resto se hace solo. Instagram sale de la contracción de instante y 'telegram'. Denota la voluntad de compartir un instante, la vocación de red social. Y aquí es donde las similitudes acaban.

Instagram, como hicieron la Brownie y la Kodak a su tiempo, ha puesto la fotografía instantánea al alcance de una nueva generación de fotógrafos. De manera inconsciente nos ha educado el ojo fotográfico y nos ha enseñado a enmarcar, a composar, a balancear elementos, a encontrar simetrías, patrones de repetición, texturas… y todo esto sin ningún manual de instrucciones, sólo con el método del ensayo-error, con la red de seguridad del control-Z, el mecanismo perfecto de experimentación sin miedo al error.

Pero si nos quedáramos en la vertiente fotográfica de Instagram —la del instante—sólo habríamos hecho la mitad del trabajo. Nos falta la de 'telegram' y es aquí donde llora la criatura. Instagram rompe internet. El hecho que no permita la publicación de enlaces con las fotos lo convierte en un tipo de agujero negro, un espacio con una capacidad de atracción brutal que no deja salir nada ni nadie. La web se basa en el flujo de información abierta, descentralizada y colaborativa que posibilitan los enlaces. Esta era la visión de Tim Berners-Lee o la de Vanevar Bush mucho antes que él. Instagram es la negación del web: una aplicación propietaria, con un contenido cerrado, autoreferencial y donde la información sólo fluye ninguno dentro y nunca hacia fuera de la red social.

"Instagram es la negación del web, la información sólo fluye ninguno dentro y nunca hacia fuera de la red social"

A todo esto todavía le tenemos que añadir el poderoso algoritmo que nos conoce mejor del que nos conocemos nosotros, que decide qué tipo de contenido nos gusta y qué publicidad nos inserta. En este sentido Instagram es más similar a la televisión que en la web, un canal con un reality show global 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días el año. Nosotros pitgem el botón y ellos hacen el resto. Demasiado fácil para explicarlo.

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