Las exigencias sociales de la edificación

Los indicadores de los últimos meses nos muestran una recuperación de la edificación en España después de largos años de crisis económica. Lo podemos comprobar en las grúas que vuelven a poblar nuestras ciudades. Pero el sector se comporta de forma diferente a los años de la burbuja inmobiliaria, se esfuerza a conseguir una eficiencia más grande y ha girado los ojos hacia las innovaciones tecnológicas con la idea de poner en el centro de su actividad a las personas que vivirán o trabajarán en los nuevos edificios.

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El mundo no es lo del 2008. Hay nuevas inquietudes. Las consecuencias del cambio climático o el envejecimiento de la población son realidades a que tenemos que dar respuesta desde nuestras ciudades.

También en Barcelona, donde según datos del Ayuntamiento, un 21,5% de sus habitantes es más grande de 65 años y vive, en buena parte, en casas que necesitan ser adecuadas por tal puedan desarrollar su vida con normalidad, a veces incluso están carecidas de ascensor. La previsión para el 2030 indica que este porcentaje llegará al 30% de la población y que vivirá, mayoritariamente, en el 64,5% de los pisos construidos antes del 1979, cuando se aprobó la primera normativa que obligaba en los edificios a disponer de aislamiento térmico. Es decir, en casas con sistemas de climatización ineficientes, caros e incapaces de garantizar unos mínimos niveles de bienestar a sus ocupantes si no son rehabilitadas energéticamente.

"El sector se comporta de forma diferente a los años de la burbuja inmobiliaria, puesto que se esfuerza a conseguir una eficiencia más grande"

Al hablar de bienestar incluimos también la salud. Hoy sabemos que una deficiente renovación del aire interior de los edificios es la causa de múltiples problemas que pueden comprender desde un simple cansancio o molestia, hasta alergias, infecciones y, incluso, afecciones importantes.

El mantenimiento y la rehabilitación son piezas clave de la gestión y mejora de las zonas urbanas. Estudios recientes demuestran el estrecho vínculo entre una buena calidad de la edificación la urbanización, con la capacidad de crear nuevos medios de subsistencia y nuevas oportunidades. Incluso las Naciones Unidas, a su Agenda para el Desarrollo Sostenible, apresura a proteger el planeta a través de una mejor gestión de los recursos naturales y la adopción de medidas urgentes para hacer frente al cambio climático.

En Cataluña se han dado las primeras pasas en este sentido con la puesta en marcha del Pacto Nacional para la Renovación Urbana (PNRU), que tiene que concretarse en un texto –actualmente en debate- con una visión integral sobre las políticas de renovación, y que tendría que otorgar un protagonismo destacado a la conservación y mejora de los edificios.

Uno de los principales retos es mejorar un parque de viviendas caracterizado por su mala calidad. Según datos del Instituto Catalán de la Energía, casi el 80% de los edificios existentes se sitúan a los niveles más bajos de certificación de eficiencia energética.

Revertir esta situación implica crear con la máxima urgencia una red de complicidades entre las Administraciones, el tejido asociativo y el sector productivo para definir cómo queremos que sean nuestras ciudades.

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