Síntomas, diagnóstico y tratamiento

Si una persona cae de una escalera, se rompe una pierna y le queda colgante, va al médico para que le solde. El médico no necesita diagnosticar cuál es el mal; simplemente decidir cuál es la mejor manera de hacerlo, en función de las características de la rota y de la naturaleza de la persona. Pero si alguien va al médico porque ha perdido la hambre, tiene dolores al abdomen, y un poco de fiebre, el más importante que espera del médico es que le diga qué enfermedad tiene; es decir, que le haga un diagnóstico, y que sea acertado. No hay peor chasco que una respuesta del tipo "chico, no sé qué tienes". El trabajo del médico es hacer un buen diagnóstico a partir de los síntomas, y después recomendar un tratamiento. No hay bastante con hacer desaparecer los síntomas; hay que identificar y combatir la enfermedad. Digo todo esto porque, tanto en las políticas empresariales como en las políticas económicas de los gobiernos a menudo pasan cosas de estas.

Si a una empresa le bajan las ventas, puede ser una mala solución intentar recuperarlas reduciendo los precios, aunque a corto tenga un cierto efecto. Hay que saber antes cuáles son las razones de esta bajada: pueden ser cosas internas que se hacen mal y se tienen que cambiar, o pueden ser cambios en el entorno que la empresa no ha visto bastante, y a los que no se ha adaptado. La mirada a medio plazo, adentro y afuera de la empresa, tiene que pasar por encima de la táctica a corto.

Si en un país le sube el paro, según qué reformas de tipo laboral, pueden ser una manera inmediata y engañosa de mejorar algunas cifras, pero pueden crear unas condiciones de futuro que perjudiquen la competitividad exterior. Combatir los síntomas no es la mejor manera de curar la enfermedad.

Un caso muy claro de este error es el tratamiento que se hizo el 2009 de la crisis financiera. Los graves problemas de las instituciones financieras, eran derivados de la equivocada desregulació del sector y de la mala gestión interna que se permitió; pero eran sobre todo el reflejo (el "síntoma") del fracaso de un modelo económico basado excesivamente en la especulación, el endeudamiento y el crecimiento de la desigualdad.

He dicho más de una vez que si la crisis financiera hubiera estallado 10 años antes, nos hubimos ahorrado una década de continuar haciendo muchos de los errores que hicimos. Algunos, como Sarkozy, anunciaron la necesidad de revisión del modelo, pero las actuaciones reales trajeron a priorizar la salvación del sector bancario, aunque esto agravara algunos otros aspectos del modelo (paro, desigualdad, pobreza, recesión...).

Hemos ido arreglado algunos de los síntomas, y hemos mejorado las perspectivas. Pero de verdad no hemos atacado de pleno la enfermedad y, por lo tanto, seguimos en una situación de fragilidad que nos puede dar nuevos sustos en cualquier momento. (Brexit?)
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