El control parental son los padres

Nos gusta jugar con las palabras para maquillar situaciones. Nos gusta llamar amor al sexo cuando solo es sexo o recurrir a un eufemismo cuando la cruda realidad no nos agrada, o no sabemos cómo afrontarla. Así que en lugar de hablar de control y vigilancia parental para relanzar su aplicación Family Link, Google ha decidido hablar –eufemísticamente- de bienestar digital. Quizás buscaba contrarrestar el amarillismo periodístico que desde hace algunos años inunda internet cuando se habla de adolescentes y móviles: se les ha llegado a definir como “yonkis tecnológicos con la heroína de nuestra época”, por no hablar de las frases de gurús de la red, como el exdirector de la mítica revista de tecnología y tendencias Wired, Chris Anderson, que son perfectas para cerrar reportajes de dudoso rigor periodístico: “entre los caramelos y el crack, esto -refiriéndose a internet- está más cerca del crack”. Desde luego, un filón nada despreciable para los nuevos expertos en adicciones a las “nuevas tecnologías”, que ni son adicciones ni son nuevas tecnologías. Llevamos casi más tiempo con ellas que con el euro, y sin embargo no hablamos de la nueva moneda.

La supuesta adicción a internet no está exenta de controversia, pero si queremos ponernos rigurosos, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Psiquiátrica Americana DSM-V de 2013 no incluyó la adicción a las “nuevas tecnologías” y solo reconoce al juego como única adicción comportamental.

Google no ha cometido el error de utilizar como percha la mal llamada adicción a internet, aunque tampoco le ha hecho falta porque la campaña de difusión en redes sociales que ha lanzado para Family Link, sí lo hace. El viejo recurso de utilizar celebrities para que pongan voz a las campañas y así lleguen a más personas y con mayor credibilidad porque representan situaciones cotidianas de todos, ha resultado, como poco, nefasto.

Frank Blanco hacía su trabajo –más que probablemente, pagado- con este tuit y Samantha Vallejo-Nágera hacía lo propio con este otro, pagado también (me apuesto una terapia en una clínica de desintoxicación de mi preocupante adicción a Instagram).

Es decir, que mediante la campaña de relanzamiento de Family Link –ya hubo un primer intento a finales de 2018- afirman que los niños son nativos digitales (podría escribir un libro sobre la dudosa existencia de los nativos digitales… Oh, espera que ya lo he hecho), que son adictos al móvil y que una aplicación de Google es la solución a todos los problemas de los padres de hoy en día que no saben cómo gestionar la relación de sus hijos con la tecnología. Y para rematarlo, lo maquillan todo con un concepto molón: bienestar digital y hábitos digitales saludables.

Así lo explicaba Fuencisla Clemares, country manager de Google España y Portugal: “Al 73% de los padres en España nos preocupa el tiempo que nuestros hijos pasan pegados a la pantalla pero es posible encontrar el ‘bienestar digital’ y FamilyLink puede ser de gran ayuda”.

Lo que en realidad quiere decir Google es control y vigilancia, sin más. Una herramienta de control parental permite ejercer control sobre los contenidos a los que acceden los menores, controlar el tiempo de uso y de las aplicaciones que se descargan.

Como en el asunto de la adicción a internet, en este también hay polémica ya que no hay consenso sobre el impacto que tienen los controles parentales en la protección de los menores frente a los peligros de la red. Es más, como explica Juan García en su blog, en un documento de 2016 realizado por EU Kids Online se pone de manifiesto que los niños más competentes digitalmente están expuestos a más riesgos y sin embargo sufren menos cuando se encuentran con ellos.

Y es que la clave está en pasar tiempo con los menores acompañándoles en el uso de la tecnología, explicando qué contenidos son apropiados y cuáles no para su edad, eligiendo juntos los juegos para la tablet, en definitiva, viviendo la tecnología en familia y educando en competencias digitales. Si por el contrario, se instala una aplicación como Family Link en los dispositivos de los menores, para que los usen con tiempo cronometrado y con apagado y encendido por parte de los padres, para que no accedan a determinados contenidos y para que no se descarguen determinadas apps, estamos confiando a la aplicación la educación digital de los niños.

"Ninguna aplicación de control parental sustituye una buena conversación familiar sobre el uso de la tecnología"

La sensación de tranquilidad de utilizar el control parental como barrera de seguridad es tremendamente falsa porque instalarlo en los dispositivos ni les va a proteger de ver contenidos inadecuados, ni evitará que les acosen, ni les va a ayudar a saber cuándo es suficiente en cuanto al uso  y tampoco les va a enseñar a controlar el impulso, por ejemplo, de mandar una foto comprometida desde una aplicación de mensajería instantánea.

Otra cosa bien distinta es utilizar esta herramienta de control parental, u otras, como apoyo puntual en la educación digital para ir facilitando, por ejemplo, que vayan ganando autonomía digital de manera progresiva y evitar que caigan en un uso abusivo, o para supervisar el gasto en las aplicaciones de pago. Sin embargo, ninguna aplicación de control parental sustituye una buena conversación familiar sobre el uso de la tecnología, sobre sus beneficios y sus riesgos.

Pues no, Family Link de Google no es la solución, porque el mejor control parental digital son los padres.

 

 

 

 

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