Opinión

Los algoritmos también son personas

Personas Humanas fue uno de los programas míticos de la televisión de los 90. Un talk show presentado por Miquel Calzada (Mikimoto entonces) con colaboradores como Quim Monzó, Andreu Buenafuente, Francesc Orteu, el Dr. Solé o el inefable Manel Ferrando, precursor del cunyadisme ilustrado con su "yo no soy un especialista pero he leído mucho sobre el tema". Los más jóvenes habréis sentido a decir que ahora un programa como aquel no se podría hacer. Si lo queréis recuperar, a Tv3 a la carta hay una docena.

El título nos hacía mucha gracia. Hacía mofa de la gente que al referirse a las personas las calificaba de humanas, un claro pleonasmo, puesto que si nos referimos a una persona está claro que esta también es humana. Era un recurso irónico que le había sentido decir a Quim Monzó mucho antes que el programa existiera que iba en la línea del también suyo "hablar por la boca de la cara".

volví a pensar el otro día al ver un 30 minutos que traía por título "Personas no humanas", en una clara alusión en el mítico programa del Mikimoto. El programa planteaba el necesario debate de la función y eventual necesidad de los zoos al siglo XXI —lo de Barcelona al XIX era "la casa de las fieras"— de acuerdo con tres historias: la del delfinari del Zoo de Barcelona, la del santuario por delfines de la isla griega de Lipsi y la de Cecília, una chimpancé de un zoo de Mendoza, en Argentina.

La historia interesante era la de Cecília. Resulta que con la muerte de sus compañeros de jaula se quedó suela y cayó en una depresión. Una asociación por los derechos de los animales presentó un "habeas corpus" denunciando una detención ilegal al considerar que Cecília no había cometido ningún delito. La jueza María Alejandra Mauricio, dictó una sentencia que reconocía que los grandes simios son seres sentients que tienen derechos no humanos y que por lo tanto son personas no humanas. La jueza argentina se cargó con una sentencia 30 años en broma pleonástica.

La Asociación Americana por el Adelanto de la Ciencia (AAAS) ya había pedido el 2012 el mismo estatus de personas no humanas para ballenas y delfines aduciendo que la ciencia ha demostrado que tener conciencia de un mismo no es exclusivo de los seres humanos. Los cetáceos se pueden considerar personas desde un punto de vista filosófico y por lo tanto son sujetas de derecho con derechos fundamentales como el de no ser maltratado, el de vivir en libertad y el de vivir en su medio natural.

Y los algoritmos? Los tendríamos que garantizar derechos fundamentales? Los tendrán algún día? Nos los reclamarán? Si los algoritmos y los robots continúan sustituyendo los humanos en sus lugares de trabajo —Bill Gates y otros dicen que tendrían que pagar seguridad social— quizás tendremos que empezar a hablar de derechos y deberes como personas no humanas. Las leyes ya reconocen derechos y deberes a entidades abstractas cómo son los estados o las corporaciones mediante la figura de la "persona legal".

"Y los algoritmos? Los tendríamos que garantizar derechos fundamentales? Los tendrán algún día? Nos los reclamarán?"

Un estado se te puede querellar y acusarte que le has violado sus derechos y aplicando sus criterios subjetivos cerrarte a la prisión (en algunas democracias de fireta sin juicio ni pruebas). Un algoritmo, a su manera, también lo puede hacer: si Facebook decide que el que publicas viola sus derechos o los de un tercero, te puede censurar el contenido o cerrarte la cuenta. Twitter clausura cuentas sin dar ninguna explicación porque no están obligados. Algunas de las empresas propietarias de estos algoritmos ya generan más ingresos que el PIB de algunos países. Amazon con 178.000 millones de dólares el 2017 quedaría como el 55è país más rico del mundo por encima de países con recursos naturales como Qatar y Argelia, que tienen un PIB de 173 mil millones de dólares.

A medida que algoritmos como los de Google, Facebook o Amazon se hagan más grandes decidirán más parcelas de nuestra vida —no sólo como nos relacionamos, como nos divertimos y que compramos, como hacen ahora— y podrían acontecer personas no humanas. Algoritmos podrían tener propiedades, nos podrían contratar y despedir o decidir con quienes nos casamos. Si os cuesta de creer, pensáis en las viviendas que "posee" el algoritmo de Airbnb o los vehículos que "posee" el de Uber, en como las valoraciones de TripAdvisor pueden hundir un restaurante o como el algoritmo de Tinder decide con quien tendrás una aventura o compartirás el resto de tu vida.