Resistir no será suficiente

Esta pandemia tiene tres etapas bastante claras. La primera fue con la aparición del Covid y todo el mundo confinado, y abarcó de marzo a julio. La segunda es ya desconfinados pero con el Covid paseando libre por nuestro entorno con toda la incertidumbre que comporta, y esto durará hasta que no lo podamos gestionar mejor, bien sea con vacunas o con mejoras en el diagnóstico y el tratamiento. Esto no sabemos cuando sucederá, pero personalmente pienso que deberemos esperar casi todo el 2021. Entonces empezará la tercera etapa, con el Covid razonablemente controlado y entonces sí que podremos hablar de nueva normalidad, que vete a saber cómo será después de los daños que habremos sufrido.

Ahora estamos claramente en la segunda etapa y la prioridad es resistir. El riesgo nos obliga a tomar decisiones con graves consecuencias. Las medidas de higiene, las limitaciones de aforo, las restricciones de movilidad, la distancia social y todo el resto de medidas que hay que respetar seguro que están más que justificadas, pero también es cierto que modifican gravemente la viabilidad de muchas actividades y nos cambian el carácter. Se paran inversiones, se frenan contratos, se cierran empresas, se devalúan activos, se pierden puestos de trabajo… En este contexto la prioridad es resistir, superar esta dura etapa y tratar de llegar vivos a la siguiente. Seguro que hay quien encontrará oportunidades y conseguirá crecer y ganar, pero la mayoría está mirando de superar el temporal minimizando daños.

Pero resistir no será suficiente. Si conseguimos superarlo la realidad post-Covid no nos permitirá continuar trabajando como lo habíamos estado haciendo antes de que todo esto sucediera. Tanto trabajadores como clientes exigirán nuevas maneras de hacer, y probablemente incluso nuevas categorías de productos y servicios. Menos reuniones presenciales, más servicios telemáticos, opciones más personalizadas, más capacidad de innovación, mejores tiempos de respuesta… y probablemente más soluciones locales, menos desplazamientos internacionales, entornos laborales más conciliadores, más contacto con la naturaleza, más tiempo en casa e incluso más gente cocinando.

Pero todo esto son territorios nuevos que es preciso explorar y que difícilmente podremos lograr sin hacer diferentes pruebas y algunos errores. No es sencillo ni obvio descubrir cuál es el nivel de teletrabajo más adecuado para cada departamento de una empresa, como tampoco lo será organizar cadenas de aprovisionamiento menos dependientes de China o aprender a planificar contemplando la incertidumbre como una variable. Esta segunda etapa en la que ahora estamos es el laboratorio de ideas de la tercera etapa. Ahora es el momento de hacer pruebas, porque todo el mundo está dispuesto a entender que no sepamos cómo se hace y nos perdonará si debemos corregir cosas. Si proponemos cuatro días de presencialidad y uno de teletrabajo, no pasará nada demasiado grave si al final resulta que el modelo bueno era tres más dos. Si no habíamos hecho nunca entrega a domicilio y ahora nos estrenamos explicándolo de manera honesta, puede que nos perdonen alguno de los errores que seguro cometeremos.

La etapa dos es de adaptación y resistencia, pero nadie entenderá que lleguemos a la etapa tres sin haber aprendido cosas. Hay que aprovechar este año que tenemos por delante para hacer pruebas y cambios. Resistir no será suficiente.

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