¿Por qué son tan caros los vestidos de novia?

La calidad del tejido, la fabricación altamente artesanal, la personalización, los bordados, el diseño y la individualidad de estos vestidos eleva su ticket

Los trajes de novia son una de las prendas de ropa más caras | iStock Los trajes de novia son una de las prendas de ropa más caras | iStock

¿Pagarías más de mil euros por un vestido que sólo te pondrás un día? Pues hay muchas mujeres que lo hacen. Un vestido de novia es, para muchas, tanto o más importante que la boda en sí misma. Los precios de estos vestidos suben muy fácilmente: el que llevó Kim Kardashian costó medio millón de dólares; El vestido que usó la libanesa Amal Alamuddin en su boda con George Clooney fue diseñado por Oscar de la Renta y costó 380.000 dólares; Kate Middleton, la duquesa de Cambridge, lució un vestido el día de su boda diseñado por Alexander McQueen que costó la barbaridad de casi 300.000 dólares. ¿Por qué son tan caros los vestidos de novia?

La calidad del tejido, la fabricación altamente artesanal, la personalización, los bordados, el diseño y la individualidad de estos vestidos, frente a la producción industrial, es lo que explica gran parte del elevado precio de un vestido de novia. La artesanía detrás de un vestido así hace cada pieza única, cosa que implica una cantidad considerable de mano de obra y horas de trabajo especializado.

La artesanía detrás de un vestido de novia hace cada pieza única, cosa que implica una cantidad considerable de mano de obra y horas de trabajo especializado

Pero esto justificaría sólo una parte del coste final del vestido. La experiencia y el servicio de encontrar este vestido también se cobra. Bien sea un pequeño taller o una gran tienda con dependientes que ofrecen cava o champán a la novia, este hecho también sube el ticket.

En el caso de los pequeños talleres, el servicio personalizado y el trabajo in house ya sube el precio. Sobre todo teniendo en cuenta que, si bien Catalunya fue tierra textil, la migración de esta industria a Oriente ha hecho que los y las profesionales de este sector sean escasos. Encontrar un sastre o modista en nuestra tierra que, además, sea especialista en vestidos de novia, es como encontrar una aguja en un pajar.

Més info: Cataluña, altar mundial de novias

En cuanto a las grandes tiendas de grandes marcas de moda nupcial, la estructura se tiene que pagar. Y tener un local en el Passeig de Gràcia o la Diagonal no es barato. La experiencia cuenta. Y se paga. Especialistas, dependientas, sastrería, alteraciones, detalles y personalización son algunos de los valores añadidos que estas grandes casas de moda bridal brindan a sus clientas. Todo lo que haga falta para la experiencia de casarse.

Un negocio de blanco

Con una facturación global de 860 millones de euros, el sector de vestidos de novia confirma su innegable relevancia en el Estado español. Si se suma a esta cifra el peso del conjunto de los complementos y de los vestidos de fiesta y calzado, la facturación global de las empresas bridal españolas logra los 1.350 millones de euros, 105 millones más que en 2016. Cifras para nada despreciables.

El sector de vestidos de novia cuenta con una red de 730 compañías, que incluye desde grandes firmas como Rosa Clará o Pronovias hasta pequeños talleres artesanales, da trabajo a más de 13.400 personas y en 2018 produjo 841.489 unidades, un 11% más que en 2016.

Catalunya representa el 41% de la cifra de negocio del sector nupcial en España y exporta el 76% de su producción

Catalunya, con una cuota del 41% sobre la cifra de negocio española, es tradicionalmente la principal promotora y experta en la búsqueda de nuevas vías de negocio en el extranjero. De hecho, exporta el 76% de la producción de vestidos de novia. A nivel mundial, China es el mayor productor de vestidos de novia y destina a la exportación una de cada tres de sus 12,2 millones de unidades que fabrica al año. China es el segundo mercado mundial para los vestidos de novia, siendo Estados Unidos el primero en el ránquing en número de enlaces.

Un vestido cualquiera

La tradición de casarse de blanco no es para nada ancestral. Hasta mediados del siglo XVII, las mujeres se casaban con un vestido cualquiera, incluso optando por vestidos coloridos. Pero en 1840 la reina Victoria de Inglaterra escogió romper la tradición y vestirse de blanco. La huella que dejó al vestir de blanco se convirtió casi en un mandamiento para cualquier boda tradicional. Victoria, además, impuso otra tradición: que nadie más vistiera de blanco, un color que, por cierto, no tiene nada que ver con la virginidad.

Ir de blanco se consideraba un símbolo de riqueza: el color demostraba que la familia podía permitirse limpiar el vestido. Y, de hecho, este vestido lo recicló en otras ocasiones como el bautizo de sus hijos u otras bodas.

Por supuesto no todos los vestidos de novia del mercado cuestan un riñón. Cada vez más hay novias que compran vestidos de segunda mano o incluso marcas de fast fashion han optado por lanzar líneas nupciales. H&M, Zara, Asos, Topshop o Wish.com se han atrevido a lanzar vestidos de novia a precios a partir de 49 euros.

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