El CFO de BMAT, Salvador Guerrera | Àngel Bravo

Empresa

BMAT, la tecnología catalana con que la SGAE paga los músicos

Esta empresa facilita el trabajo de 95 sociedades de gestión de derechos en todo el mundo para hacer una industria musical más justa

Cómo lo hace la Sociedad General de Autoras y Editoras (SGAE) para repartir los derechos? Los años de becarios encadenados a la mesa escuchando la radio y apuntando canciones han pasado a mejor vida. La empresa catalana BMAT (Barcelona Music & Audio Technologies) los ha dado un golpe de mano. A ellos y además de 95 sociedades de gestión de derechos musicales en todo el mundo con Vericast, un programa de monitorización que escucha, graba y compara 60 millones de canciones. Una startup nacida en la Universitat Pompeu Fabra e incubada en Barcelona Activa que ya da trabajo a un centenar de personas y factura 7 millones de euros. Y es que cuando música y tecnología van de la mano, suceeixen cosas maravillosas, tal y como podemos ver esta semana al Sónar+D, el festival de cultura digital en qué BMAT lleva su tecnología.

Cuando música y tecnología van de la mano

BMAT nace como una espín-off de la UPF en 2005, con un proyecto sobre tecnología aplicada a la música por Yamaha -un mp3 que reproducía música según la excercici físico-. Tres doctorandos de un grupo de investigación de la MTG (Music Technology Group) de la UPF. Àlex Loscos, Pedro Cano y Salvador Gurrera querían probar de echar endevant un negocio en el entonces inexplorat mercado del software para la música.

Gurrera durante un momento de la entrevista | Àngel Bravo

El actual CFO de la empresa, Gurrera, explica que vieron la oportunidad de emprender y hacer transferencia. Así va neixer la espín-off. Los programas con qué iniciaron a buscar modelo de negocio fueron Skore, un juez musical virtual que fue utilizado a la primera edición de Operación Triunfo y el programa de recomendación musical ELLA. "Es un programa de recomendación en base no a los gustos, sino al procesamiento de señal, según el ritmo de la canción, la voz, el compas: hacíamos recomendación musical cuando todavía no existía Spotify", afirma.

Més info: El Sónar+D se va de exploración

De hecho los investigadores se reunieron con Spotify en Suecia antes de que se lanzara este servicio. Los primeros años de BMAT se centraron a hacer negocio haciendo recomendaciones musicales, en un momento que el acceso a la música digital empezaba a abrirse. "Incluso tuvimos de cliente Samsung!", recuerda. Pero el modelo de negocio de proveedor tecnológico no estaba claro, no era recurrente.

El 2010 BMAT toma el modelo actual con Vericast, una tecnología de identificación musical. "Nos hemos dedicado a utilizar la tecnología que tenemos a mejorar la industria de la música enfocando los royalties que los músicos cobran por el uso de su música", es decir, el trabajo que hacen las "SGAE's de turno de cada país". El objetivo es hacer esta industria más justa y que los músicos cobren el que toca.

Es conocida la obra de las sociedades de gestión de derechos y la mala reputación que han recogido con los años. Estas entidades reparten 10.000 millones de euros el año. Las grandes discográficas cobran mucho y los pequeños artistas no veían ni un duro. Esto es porque los métodos de análisis que usaban eran analógicos y rudimentarios: "Becarios escuchando la radio". La extrapolación, las estimaciones y las suposiciones estaban a la orden del día.

BMAT graba constantemente unos 6.000 canales de TV y radio en todo el mundo y contrasta estas grabaciones con su base de datos de 60 millones de obras musicales al más puro estilo Shazam. "Esto nos permite identificar las canciones y generar, con la herramienta Vericast, informes de uso de música, que distribuimos a sociedades de autor, sellos y editoriales de música, para favorecer el reparto de los derechos de autor", explica el CFO. BMAT dejó de ser una empresa que licenciaba tecnología a una empresa de servicios.

Lavar la cara a la SGAE

Los resultados de Vericast son muy fiables. "Hemos conseguido que cobre mucha más gente y de manera más justa", apunta. En España, el primer año que se usó el número de obras que se repartían los derechos pasaron de 25.000 a 125.000: "Cobró cinco veces más gente que antes".

La SGAE, antes de Vericast, del que recaudaba -unos 300 millones de euros el año- se reservaba un 5% "por si alguien se quejaba". Repartían cómo podían y siempre ganaban los grandes. Estas reservas crecieron y el resto es historia. "Tener herramientas para repartir el dinero de manera justa no los interesaba, con Vericast han añadido una gran transparencia", explica. En definitiva, BMAT ha lavado la cara a la SGAE.

Las oficinas de BMAT en Barcelona | Àngel Bravo

"Las entidades de gestión están contentas porque hacen bien su trabajo y los músicos también, porque cobran el que toca", dice. Ahora mismo dan servicio a 95 sociedades de gestión de derechos, "más que toda nuestra competencia junta" y tienen un catálogo de cerca de 80.000 sellos discográficos.

Nuevos servicios "de cara a barraca"

Todo este trabajo de monitorización genera un millón de identificaciones al día, unos datos que pueden dar mucho sí: "Hoy en día somos un servicio de datos de gustos de música al mundo, vendemos información", dice Gurrera.

Actualmente están ampliando este servicio con la monitorización otras plataformas de reproducción de música, como discotecas (unas 700) o grandes superficies y servicios digitales como Spotify, Youtube, Deezer... "Estamos sacando charts de música digital en diferentes países y lo publican las entidades o cadenas de música", explica.

Tienen clientes en más de 60 países, entre los cuales hay entidades de gestión de derechos de todas partes, pero también cadenas de radio y televisión, como por ejemplo Cadena 100, Raigo105, Televisión Española o la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales. "Antes Tv3 tenía gente que a mano apuntaba las canciones que sonaban porque la SGAE los obliga a reportarlo", ahora, pero, son clientes suyos y generan un informe con toda la música que usan. "Mucha gente nos envía maquetas o correos pensándose que somos una distribuidora", río Gurrera.

BMAT da trabajo a un centenar de trabajadores en 12 países, con la sede central en Barcelona, pero desde el 2013 tienen también una oficina en Singapur, Argentina, Lima, Londres, París, Tokio y Corea. "Ser cerca del cliente es cada vez más necesario, ahora abriremos oficina en Israel", añade.

La empresa ha crecido de manera orgánica desde el 2010, "cuando no facturábamos ni un millón de euros". Este año, y después de líneas de financiación pública y de encadenar años con crecimientos de entre el 30% y el 40% anuales, prevén facturar más de siete. "Siempre hemos intentado crecer mucho apalancats y tener beneficio", a diferencia otras startups tecnológicas que se gastan la tesorería o el dinero de los inversores en crecimientos muy grandes.

"Cada año vamos creando nuevos servicios, pero no hacemos cosas porque sí, le vendemos al cliente el que necesita" y esta es la clave del crecimiento de BMAT. Invierten cada año 1,5 millones de euros en I+D y siempre "de cara a barraca, en productos que funcionarán". Cómo el suyo es un servicio muy recurrente "con una tasa de bajas ínfima", saben que, de base este 2018 facturarán 5,8 millones de euros.

BMAT incorpora este año un nuevo proyecto: "Crear una plataforma de gestión de derechos por las agencias del sudeste asiático". Pero el futuro del negocio de esta empresa de software de gestión de derechos musicales, dice Gurrera, es África.