El pesebre trae ocupando cuatro generaciones de la família Puig | iStock

Empresa

La última tienda de pesebres

La empresa familiar Pesebres Puig lleva abierta desde el año 1933 y no se plantean bajar la persiana

En la calle de Comte d'Urgell, tocando en el barrio de Sant Antoni, un pequeño local con un letrero de un abeto nos marca la entrada a la última tienda de pesebres de Barcelona. Pesebres Puig traen 86 años en el negocio de los pesebres y no tienen intención de dejar la tradición que ha ocupado a cuatro generaciones de la familia. Los Puig tienen tienda desde el 1933 y sólo abren los meses de noviembre y diciembre. Una pop-up store (antes de que este concepto existiera) con más de 80 años de experiencia en la fabricación de figuretes para recrear la anunciació, la llegada de los Reyes y el nacimiento de Jesús.

Francesc Puig Joaquim es propietario del negocio familiar y a pesar de que ya está jubilado la pasión por los pesebres lo hace seguir levantando la persiana cuando se acerca la Navidad. Francesc, como sus hijos, se crió entre pesebres y trae la artesanía pessebrista a las venas. Desde el año 1917 que la familia Puig se dedica a esta tradición, cuando el abuelo de Francesc tenía una parada a la Feria de Santa Llúcia. Fue su padre el que abrió la tienda después de ganar en 1933 un premio de pesebristas de Sant Boi, premio que ganaría también en 34 y 35.

Desde entonces la empresa familiar ha ido creciendo poco a poco. Ha incorporado nuevos miembros como la esposa de Francesc, de familia de fabricantes de figuritas de plomo desde 1890. Un matrimonio en la vida y al negocio. También ha ido expandiendo su mercado por el Estado e internacionalmente. Sin olvidar las épocas más duras para el negocio como la guerra y la posguerra. Todo esto los ha llevado a ser hoy la última tienda de pesebres de Barcelona, a la que le queda mucha cuerda.

"Siempre pesebristas. Mi abuelo, mi padre, yo y mis hijos"

Cuatro generaciones de pessebristes

"Siempre pessebristes. Mi abuelo, mi padre, yo y mis hijos" exclama orgulloso Puig y no es para menos. Desde que era muy pequeño la vida de este artesano ha estado ligada al pesebre. Su padre y su abuelo ya habían empezado a levantar el negocio familiar que posteriormente Puig seguiría y que ahora cae en las manos de sus tres hijos.

Los inicios de Pesebres Puig rápidamente se vieron marcados por la Guerra Civil y posguerra. "Lo más duro fue la posguerra. Piensa que del 39 al 51 fuimos tirando de lo poco que había quedado en stock" asegura Puig. La familia recuerda aquellos años como extremadamente difíciles, de los cuales se salieron gracias a los remanentes que les habían sobrevivido a los bombardeos y al hecho que su materia primera no era escasa, puesto que trabajaban con barro y corcho.

Al llegar en 60 el negocio volvía a estar en plena forma y empezó a ampliar su mercado en el ámbito nacional y, incluso, internacional. En aquella época Jesús, María y José viajaban de la calle Urgell a la Habana. "Sobre el año 60 y pico mi padre tuvo un representante en Cuba y Puerto Rico" recuerda Francesc Puig. Si bien estas incursiones en el mercado latinoamericano fueron breves, también fueron un primer paso en la expansión del negocio, que en aquella época se centraba en el Estado español.

Con la década de los 90 se introducen nuevas técnicas y materiales sin olvidar la esencia de las figuritas de barro. Es la época en que la empresa traslada definitivamente su fábrica a Sant Esteve de ses Rovires, dejando los días de fabricación en la ciudad condal. La fábrica ocupa ocho trabajadores y es donde se ubica la mayor parte de la actividad de la empresa. A pesar de las nuevas formas de producción Pesebres Puig rehusa las nuevas modas experimentales que aparecen en la escena de los pesebre actual. Los artesanos mantienen su línea clásica, realista y sobria.

La tienda, que sólo abre de noviembre a diciembre, también sirve a la familia para medir cuáles son las tendencias de cada temporada

Actualmente la tienda, con más de un millar de figuritas, de Pesebres Puig no es donde se concentra el grueso más grande de beneficios, puesto que está destinada a quienes "quiere comprar una cosa muy privada, mucho, particular" asegura Puig. La tienda que sólo abre de noviembre a diciembre también sirve a la familia para medir cuáles son las tendencias de cada temporada. Con cada nuevo producto que introducen en la tienda sondean las reacciones de la clientela y, si son positivas, encargan su producción para toda su clientela

Un negocio nacional e internacional

Pesebres Puig concentra la mayor parte de su negocio en el mercado estatal donde se ha ido abriendo a través del tradicional boca-oreja. "Participando en todas las ferias de España la gente te va conociendo y pide tus productos. Si no puedes acceder a depende de qué lugares entonces hay gente que se ofrece como representante de tus productos" explica Francesc Puig.

Con este trabajo de hormiguitas se han establecido en el mercado nacional de los pesebres, donde son unas de las principales empresas distribuidoras. "Nuestros productos son presentes a las ferias de Santa Llúcia, Espinelves, Girona, Manresa, Valls o donde quieras" confirma Puig.

También se han consolidado en mercados internacionales como el de Baviera. En este Estado del sudeste de Alemania hay mucha tradición de pesebre y los productos de barro de estilo realista de la empresa catalana han sido muy bien recibidos por los bávaros. Pero no sólo la venta traspasa fronteras, Pesebres Puig ha empezado a producir en pequeñas cantidades en la China, que trabajan con nuevos materiales para los artesanos como las resinas.

"Para nuestra desgracia, que vendíamos a muchas de las tiendas de Barcelona, ya han cerrado casi todas porque se han jubilado o porque les han subido los alquileres"

El futuro con raíces tradicionales

Pesebres Puig permanece como la última tienda de pesebres de Barcelona. "Para nuestra desgracia, que vendíamos a muchas de las tiendas de Barcelona, ya han cerrado casi todas porque se han jubilado o porque les han subido los alquileres" lamenta Puig. En el caso de esta familia pesebrera el local es propiedad suya, hecho que les ha permitido mantenerlo abierto sin tener que sufrir por las subidas de alquiler.

A pesar de todo, el propietario del negocio asegura que la tradición del pesebre se va manteniendo, pero sí que ha visto un cambio en cómo se traspasa. "Antes se trabajaba mucho el pesebre en la escuela y ahora pasa de padres a hijos" asegura Puig. Para el artesano, las tradiciones se están perdiendo en algunos espacios como la escuela y "por eso mucha gente cuando entra a esta tienda se quedan parados preguntándose: Cómo puede existir una tienda así hoy en día?". Según Francesc Puig la clave está en la especialización y, en su caso, la garantía de éxito de cuatro generaciones entregadas al pesebre.