Opinión

El talante "espartano" de las pymes

Concebimos un experimento que no salió. Se trataba de saber la opinión de las pymes, tanto en su nacimiento como en el momento actual, sobre si tienden siempre a crecer y hacerse más grandes o no. Aunque la muestra era más que suficiente, las respuestas a la encuesta fueron decepcionantes. Peor que esto, indescifrables. Una primera lectura de los resultados permitía deducir que una parte importante de los entrevistados lo afirmaba, pero a medida que avanzaban con los cruces de las variables y las verificaciones, los mismos datos corroboraban lo contrario. Por muchas vueltas que le dábamos a los datos, todo el material de investigación fue prácticamente inservible. No era la primera vez que intentábamos averiguar esta cuestión, y no conseguimos entender si las empresas nacen, evolucionan y mueren, pero en medio de estos ciclos tienen un instinto de convertir su estructura en una cada vez más grande.

Del material de investigación obtenido solo podíamos deducir: primero, que la mayoría de los pequeños y medianos empresarios tienen una visión de hacia dónde queremos ir, pero la dimensión necesaria para conseguirla queda bastante imprecisa en cada momento del ciclo de la empresa; estos dos aspectos los diferencian de las grandes empresas, que compiten crudamente por mejorar resultados cada año al presentarlos a sus accionistas, y de los emprendedores, que explicitan claramente que el crecimiento es su razón de ser hasta convertirse en unicornio. Y, segundo, que en sus decisiones pesa más que el negocio vaya bien, que puedan afrontar tranquilamente el día a día, y que se fortalezcan, que crecer constantemente, aumentar la cifra de facturación por encima de la del año anterior.

Agrandar la dimensión se ha convertido en el sinónimo del triunfo, en la moneda de cambio hacia la gloria y la fama; lo contrario es el fracaso

Contrasta este talante tan espartano de las pymes con la publicística diaria con que la mayoría de los medios de comunicación de los últimos cuarenta años alaban las virtudes empresariales: agrandar la dimensión, aumentar la cifra de negocio e incrementar el valor por el accionista se han convertido en el sinónimo del triunfo, en la moneda de cambio hacia la gloria y la fama; lo contrario es el fracaso.

El pie cambiado

Mientras continuamos intentando descifrar si el factor de éxito de las pymes es el crecimiento constante, el futuro más inmediato está produciendo una cierta desazón en estos negocios. La digitalización ha cogido a muchas con el pie cambiado; toda transformación tecnológica exige esfuerzos notables para adaptarse al nuevo entorno y esta no será la más fácil. Todavía más si nos referimos a las nuevas normas comunitarias respecto al compromiso medioambiental, de inmediata aplicación a finales de año para las grandes, que tendrán que seguir pronto el resto. Por primera vez, la UE ha decidido acceder al interior de las corporaciones para convertirlas en protagonistas del giro medioambiental global. La nueva directiva fuerza a las empresas europeas al pacto verde europeo, que dejará la Unión en 2050 sin emisiones de gas de efecto invernadero. Esta nueva legislación ayudará a la vez a la modernización definitiva. ¿De qué manera? Reduciendo el predominio financiero -o el monopolio del provecho económico- y aumentando la importancia de los beneficios sociales. Este reequilibro entre los beneficios económicos y las aportaciones sociales deviene el último escalón de las corporaciones, el reencuentro de la empresa como ente social, que usa recursos públicos al servicio de la producción; y lejos de quedárselo exclusivamente para su beneficio, devuelve una parte importante al conjunto y los reparte con la sociedad. El conjunto de ambos componen en adelante los beneficios de todas las empresas. No se trata de una intromisión del Estado, al contrario; más bien imparte ecuanimidad haciendo pagar su justo precio por las materias primeras y los otros recursos que las corporaciones utilizan.

Continuar creciendo significará tener que repartir más con la sociedad y quizás algunas empresas tendrán que aprender el nuevo estilo

Los impactos medioambientales, las colaboraciones con la comunidad, la preocupación por los consumidores, la trazabilidad en todas las fases de la cadena de suministro, las condiciones de trabajo y el reparto adecuado de los beneficios con los trabajadores y el resto de participantes en la producción y distribución, y el respeto a los derechos humanos se tendrán que traducir en las cuentas de resultados. Así lo explicita, ni más ni menos, la nueva Directiva de Informes de Sostenibilidad Corporativa que modificará el actual de los Informes No Financieros. En adelante, las empresas europeas tendrán que informar y garantizar públicamente que sus estados financieros contienen todos estos nuevos compromisos.

Nos preguntamos cómo afectarán estas medidas a las pymes, dado el poco entusiasmo aparente por el crecimiento estrictamente económico. Será más fácil para ellas adaptarse al nuevo escenario legal cuando se transposa la normativa de la UE. Da la impresión de que dentro de que el negocio "vaya bien", "de afrontar el día a día" y "de reforzarse", factores a los que nos hemos referido antes, se entienden más fácilmente los valores sociales que desvela la UE. Las grandes y las emergentes lo tendrán más magro: continuar creciendo significará tener que repartir más con la sociedad y quizás tendrán que aprender el nuevo estilo.

El nuevo marco comunitario fuerza la incorporación de la función social de la empresa como beneficio explícito. De lo que no dice nada es de cuáles tienen que ser las dimensiones de la empresa en cada momento del ciclo de su vida para hacer frente al nuevo escenario. Esto lo delimita la digitalización, y lo que es evidente es que la obligará a ser más grande, sea de forma independiente, sea mediante formas asociadas o colectivas.

Més informació