Cataluña: cuestiones colaterales

Los datos de las elecciones del pasado 21 de diciembre se pueden interpretar de la siguiente manera: aproximadamente un tercio de los votantes son decididamente independentistas, otro tercio decididamente antiindependentistes y otro tercio no acaba de ver las cosas claras y fluctúa según las circunstancias. Una situación política incierta, de momento. Se haga el que se haga, la mayoría no estará de acuerdo. Además, el fracaso del PSC y de los Comunes demuestra que no hay lugar por la ambigüedad ni ningún deseo de llegar a un entendimiento ni por un lado ni por la otra.

Sabemos que no se ha llegado a esta situación de la noche a la mañana. Ha sido un proceso político largo, con orígenes diversos, que ha ido evolucionando sin que nadie fuera capaz de prever su trayectoria ni, todavía menos, de pararlo o desviarlo. Una borrasca política que se ha convertido en un ciclón. Ahora mismo, todo se mueve. Pero es precisamente cuando las cosas se mueven que podemos intentar analizar y comprender los fenómenos complejos. Y el método es siempre el mismo. Fijar la atención en algún detalle particular que nos parezca significativo, aislarlo, estudiar su comportamiento e intentar extraer conclusiones, cuanto más generales mejor. Probamos de imitar los sabios, pues. Cuando Newton observó como caía una manzana se podría haber dedicado a la botánica o la agricultura. Pero se dedicó a la física para poder explicar, no porque caen las manzanas, sino porque cae cualquier cosa.

El hecho que hayan marchado un cierto número de empresas importantes de Cataluña parece un detalle bastante significativo y grave. El motivo que se ha aducido es la falta de seguridad jurídica que provoca el proceso independentista. Si esto es cierto, tenemos que concluir que los consejos de administración de estas empresas habrían previsto una probabilidad de éxito del proceso más alta que los mismos dirigentes políticos independentistas. Vieron la República catalana mucho más cerca que los militantes de la CUP. Una fuga de empresas de esta magnitud sólo se da en caso de guerra si el enemigo está a punto de invadir el país. En todo caso, si alguien esperaba que este fenómeno influyera en el electorado, las esperanzas han resultado jactas. La marcha de tantas empresas no ha tenido ninguna influencia significativa en los resultados de las elecciones. Por qué? No se da cuenta el electorado de la gravedad de la situación? Quizás no lo importan las consecuencias económicas o cree que no lo afectarán? Todo esto parece muy improbable.

"Una fuga de empresas de esta magnitud sólo se da en caso de guerra si el enemigo está a punto de invadir el país"

Hagamos la pregunta de otro modo: tenemos que votar el que queremos o el que pensamos que quieren las empresas? Esta fuga de empresas, un golpe aprendido el procedimiento, podría practicarse en otros disjuntives políticas. Por ejemplo, en caso de que algún partido de izquierdas muy anticapitalista empezara a lograr cuotas alarmantes de electorado. Sería sensato votar siempre aquella opción política que los guste a las empresas para defender nuestros puestos de trabajo y la buena marcha de la economía en general?

Depende. Hasta qué punto nos pueden garantizar las empresas que, si votamos como ellas los guste, la economía irá mejor, el paro bajará y los sueldos se subirán? No pueden. Pueden garantizar que, si votamos el que a ellas no los gusta, las cosas irán a peor, pero no pueden garantizar el contrario. Porque las empresas no controlan la evolución de la economía del mismo modo que los políticos no controlan los procesos políticos ni los meteorólogos las perturbaciones atmosféricas. De hecho, el que más negativamente afecta las empresas no son las turbulencias políticas ni la inseguridad jurídica. La experiencia histórica demuestra que el que más emprendidas ha hundido, más puestos de trabajo ha destruido y más miseria ha generado es la misma economía. Es el exceso de especulación lo qué ha provocado todas las crisis económicas y, de retruque, ha generado un paro desbocat, inestabilidad social, turbulencias políticas, inseguridad jurídica, etc., etc. Un proceso que se ha repetido una y otra vez con más o menos virulencia, desde que se tiene memoria, sin que nadie haya encontrado remedio. Pero, por algún motivo que se me escapa, las empresas en general continúan confiando más en la economía tal como la conocemos que en los cambios políticos y sociales. En consecuencia, el electorado puede optar para votar, no el que quiere, sino el que piensa que quieren las empresas y esperar resignadament que reviente todo otro golpe como siempre o bien votar el contrario y rogar porque no reviente incluso antes. Mal negocio.

"Tenemos que votar el que queremos o el que pensamos que quieren las empresas?"

Sobreviviremos. La raza humana está diseñada por la naturaleza para sobrevivir aunque no quiera. Y la naturaleza hace bien las cosas. Mucho mejor que la economía.

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