Destrucción creativa en el sector de la automoción

En innovación, sabemos que cuando se produce una transformación de la base tecnológica de una industria, empieza un ciclo de efervescencia en la misma, donde múltiples competidores luchan enconadamente para imponer su estándar y crear un nuevo "diseño dominante". En palabras de Schumpeter , primer economista que hace un siglo introdujo el fenómeno de la innovación a la literatura económica, se produce una "oleada de destrucción creativa" que elimina la anterior orden de cosas y genera un nuevo y superior paradigma. Así pasó con los ordenadores personales a los 80 (recordáis los Commodore, Spectrum o Amstrad?), batalla que concluyó con la imposición del estándar IBM PC como diseño dominante; y con los smartphones desde la aparición de la iPhone.

Hoy, a pesar de que todavía es imperceptible por nosotros, el sector del automóvil está sufriendo una oleada de destrucción creativa. Nuevos competidores están invadiendo el sector desde el control de tecnologías críticas por el automóvil del futuro (batería eléctrica y software de posicionamiento), o desde el control de los modelos de negocio emergentes, tendentes a convertir el transporte en un servicio en lugar de un elemento de propiedad.

La invasión de los nuevos entrantes empezó ya hace unos años con la iniciativa pionera de Better Place, startup israelí que hizo convulsionar el sector con una propuesta radical: vehículos eléctricos equipados con baterías que eran reemplazadas instantáneamente por nuevas baterías (como "cambiar las pilas") en estaciones de repuesto desplegadas por el territorio. La propuesta fracasó por una combinación de motivos: la tecnología de la batería eléctrica estaba immadura, las inversiones requeridas para desplegar las estaciones eran muy elevadas, hacía falta la complicidad de las administraciones (Israel, en aquel momento, quería convertir su territorio en un living lab de electromobilitat, pero el experimento se limitaba a este pequeño país) y los inversores de capital riesgo inyectaron excesiva presión por resultados a corto plazo, en un proyecto que había generado demasiado sobreexpectatives.

El heredero del modelo Better Place es Tesla, la joven empresa californiana que ha conseguido traer la tecnología de baterías en su punto de maduración suficiente para lanzar al mercado un primer modelo totalmente comparable en prestaciones y precio a sus homólogos de combustión. El primer mes acumularon más de 400.000 pedidos, en un éxito sin precedentes a la historia del automóvil.

La segunda oleada de invasores son aquellos que vienen del dominio de las tecnologías electrónicas. No sólo Google y Apple tienen sus propios proyectos estratégicos de desarrollo de vehículos. También sus homólogos chinos, como Baidu (el Google chino) o Alibabà (el Amazon chino) están intentando perforar las murallas del sector, con propuestas de vehículo propio.

La tercera oleada es quizás la más radical y osada: aquellos que vienen del control del nuevo modelo de negocio de compartición de vehículos, como Uber. Su propuesta: convertir el transporte en un servicio automatizado. A través de nuestro móvil, podríamos programar nuestras rutas, de forma que cada vez que nos tengamos que transportar, un automóvil autoconduït nos esté esperando a la puerta. Se ha acabado comprar coches. Se han acabado los vehículos en propiedad. Se ha acabado el gasto en parkings. Y, en las calles, sólo robotaxis trayendo gente de forma óptima, guiada por algoritmos inteligentes, de un lugar a la otra.

Serán Uber, Google, Baidu o Tesla los grandes carmakers del 2030? Todo es posible. Y mientras, los grandes líderes de la industria actual, como los dinosaurios, siguen mirando plácidamente como cae el cometa.
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