El coste laboral no es la clave

En la línea de las nefastas recetas que la troica ha aplicado en otros países con sobre endeudamiento, el FMI, con la rápida adhesión del señor Olli Rehn, propuso recortar los salarios al Estado español un 10%, afirmando que permitiría crear ocupación y consolidar las exportaciones.

Una afirmación de este tipo tiene un doble componiendo. Por un lado el convencimiento que las exportaciones españolas nomé pueden competir en los mercados globales por coste, renunciando a la competencia por productos que interioricen los adelantos técnicos y científicas mercedes al proceso integrador que aporta el diseño, y por otra parte, presupone que el problema de todos los males reside en el coste de los salarios. Sin olvidar que rebajar un 10% el salario contraería todavía más el mercado interior y nos abocaría a una recesión insoportable, hay que afirmar con contundencia que los dos aspectos implícitos a la propuesta del FMI no se ajustan a la realidad y faltan a la verdad.

En relación al hecho que España sólo puede competir por costes, es absolutamente falso, puesto que olvida las aportaciones del diseño como elemento estratégico para aportar valor diferencial a los productos. También la capacidad transformadora que tienen los modelos de gestión y logísticos, y la capacidad innovadora latente de las empresas, gracias a los adelantos tecnicocientífics que, año tras año, aporta la comunidad científica del Estado. Aportaciones reconocidas por todas partes y que surgen de personas eficientes y de mucho prestigio a nivel internacional, a pesar del volumen de recursos asignado respecto al PIB. Un problema diferente es la dificultad existente al convertir el progreso científico y tecnológico en progreso social, es decir en crecimiento del PIB.

Este es un hecho incuestionable y que, a pesar de que es crónico, tiene fácil solución; sólo requiere cambiar las normativas universitarias en la línea de reconocer y priorizar la colaboración universidad emprendida en las trayectorias académicas, como se hace actualmente con las publicaciones en revistas acreditadas o en congresos internacionales, y, a la vegada, vertebrando mecanismos con objeto de que los científicos disfruten de regresos por las ganancias que las empresas generen a la emplear el suyos descubrimientos y aportaciones.

El segundo factor implícito en la propuesta del Fondo Monetario sobre que el coste del capital humano es determinado para competir, es presuponer que en el proceso de fabricación de productos, o generación de servicios, no hay otros componentes con un impacto porcentualmente significativo. Trayéndolo al extremo es como afirmar que los coste de la energía, la optimización de procesos, las actualizaciones periódicas de las infraestructuras productivas, la conectividad con los mercados locales e internacionales, o la disponibilidad de financiación a precios competitivos no acontecen claves para lograr la competitividad de los productos y servicios.

En este contexto, y considerando la necesidad de llegar a acuerdos para vincular los incrementos del salario a las mejoras de productividad y a la evolución de la compañía, hay que recordar que el salario medio en España se situó en 22.946 euros sucios anuales el 2012, un 15,34% menos que el salario medio europeo. Los salarios en Bélgica y Alemania son casi un 34% superiores a los españoles y en Francia también son superiores en un 24%.

Estos datos ponen en cuestión que la clave de la competitividad en los mercados globales resida exclusivamente en menos salario. Consecuentemente habrá que determinar a los otros estos factores que influyan en el proceso competitivo, como por ejemplo las inversiones tecnológicas, la disponibilidad de crédito y el coste financiero, las infraestructuras de conectividad y conexión con los mercados, la formación de los trabajadores, o el precio de la energía. Este último es uno de los lastras más significativos por las empresas exportadoras industriales. Resolver la cuestión acontecerá clave.

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