Innovación: no os fiáis de los 'insiders'

Últimamente me encuentro mucha gente que se niega a aceptar los cambios radicales de paradigma que está imponiendo la tecnología. Gente que manifiesta que, "aunque Google o Facebook entren en banca, siempre seguirán existiendo las entidades bancarias tradicionales". O que afirma que "los coches nunca serán autoconduïts: es demasiado inseguro"...

Muchas veces, son los insiders (personas que trabajan el sector, y que son grandes especialistas de los mismos) los que con mayor firmeza defienden posiciones inmovilistas. Es lógico: los insiders están atrapados por el paradigma actual. No es su misión imaginarse un nuevo orden de cosas. Y, en el fondo, no quieren imaginárselo, pues pueden quedar en situaciones comprometidas, en evidencia, o perder status-quo. Pero el cambio es imparable, y si algo podemos afirmar, es que en los próximos años asistiremos a unos niveles de transformación de la realidad económica sin precedentes.

Las grandes plataformas digitales (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft, y ganando terreno, IBM y Uber) están colonizando todos los nichos económicos, y dando a un alud de jóvenes start-ups digitales que tienen características similares: potencial de expansión exponencial, costes marginales nulos, economías de escalera y marca reconocida. Esta tipología de empresas tienen dos atributos que serán claves en la estrategia competitiva de los próximos años: inteligencia de mercado y potentísimos motores de proceso de bases de datos masivas.

Si Facebook, como se ha anunciado recientemente, quiere entrar en banca, puede llegar de forma absolutamente segmentada a cada usuario, en casa suya, trazando un perfil psicológico personalizado del mismo (evaluando renta per cápita, propensión al riesgo, salud, sacados de personalidad, nivel de relaciones, etc., de acuerdo con sus movimientos a la red social). Puede gestionar los ahorros de esta persona con potentes motores de Inteligencia Artificial, invirtiendo dinámicamente los recursos en los lugares más eficientes del mundo a la velocidad de la luz... Y todo esto sin un solo empleado.

Quien no se imagina un futuro de vehículos compartidos y autoconduïts dice que "serían muy peligrosos" sin pensar en el cambio de paradigma: los coches, virtualmente, hablarían entre ellos, formando parte de un sistema de movilidad coordinado; y la conexión de todos los vehículos en una red común, gobernada por programas informáticos avanzados, haría casi imposible ningún accidente.

A pesar de esto, los insiders siguen diciendo que "esto es imposible". Cómo cuando Olivetti pensaba que siempre, todas las oficinas del mundo, necesitarían máquinas de escribir. O cuando Steve Ballmer, presidente de Microsoft, afirmó ahora hace 10 años que "no hay ninguna opción que la iPhone signifique un cambio sustancial en el mercado de móviles". Está claro, que Ken Olson, un gran especialista en el sector informático vaticinó el 1977 (cuando era presidente de Digital Equipment) que "nunca, nadie, por ningún motivo, necesitará en casa suya un ordenador". O cuando, años antes , Thomas Watson (IBM) predecía que "el mercado potencial de los ordenadores será de unas cinco unidades anuales en todo el mundo" (1947). A la misma época, Darryl Zanuck, directivo de la 20th Century Fox, manifestaba que "la televisión no tiene futuro, nadie se estará sentado ante esta caja cada noche". Un gran experto en explosivos, el almirante William Lehay le dijo al presidente Truman, a principio del 1945, que "una bomba basada en energía nuclear era absolutamente imposible". Y no hablamos de los expertos financieros: a principios del siglo XX el presidente del Michigan Saving Bank aconsejaba a sus clientes no invertir en Ford Motores, pues "el que es seguro es que los caballos existirán siempre, el automóvil no es más que un invento dudoso".

La tecnología cambia las reglas del juego y reconfigura los mercados. Es imposible predecir el futuro de acuerdo con la realidad actual, porque tendemos a pensar en lineal, viendo el futuro como una extrapolación del presente donde añadimos nuevos ingredientes. Pero no es así: una tecnología disruptiva introduce nuevas prestaciones a menudo inimaginables antes, crea nuevas necesidades, genera nuevos ecosistemas y cadenas de valor, y transforma radicalmente el escenario preexistente. El que sabemos seguro es que este ritmo de cambio sólo hará que acelerarse en el futuro inmediato. Y que, si de alguien no nos podemos fiar, es de los insiders, de los especialistas actuales.

 

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