Inversión con tecnología y talento: clave de futuro

El Instituto Nacional de Estadística ha explicado que el gasto en innovación tecnológica correspondiente al 2015 se había incrementado al Sido un 5,5% logrando los 13.674 millones de euros y que el 28,5% de las empresas de 10 o más trabajadores, habían desarrollado actividades relacionadas con la innovación en el periodo 2013-2015. En cuanto a sectores los servicios lideraron el incremento del gasto -para mí mejor decir inversión- con un 8,3% mientras que la industria lo hacía en un modesto pero significativo 3,4%. Sin duda, es una excelente noticia que se incrementen los recursos destinados a innovación tecnológica, un 24% del total ejecutado desde Cataluña, la cual se encuadra en el marco de la transformación de las empresas y las organizaciones para poder lograr el reto de prestar servicios y diseñar-fabricar productos a una sociedad que ha asumido con plenitud las nuevas pautas y hábitos de relación, comunicación y consumo basadas en la digitalización.

Analizando el informe del INE recuerdo a un profesor de la UAB que al finalizar mi intervención en una jornada sobre industria, celebrada en Vic este diciembre, me dijo: "Estoy de acuerdo con el que usted ha explicado sobre Industria 4.0 y sus oportunidades, pero recuerde que su enfoque comporta indefugiblement disponer de un sistema educativo comprometido con el futuro cambiante, una sociedad que no infravalori la importancia de la R D y y la tarea de los científicos, la colaboración Universidad-emprendida y que se asuma que el talento sólo se desarrolla en un ecosistema que lo reconozca y proteja. Una sociedad, en definitiva, que se impregne del ADN de la innovación estratégica con empresarios que quieran competir por valor y no sólo por coste".

La afirmación del profesor respondía al hecho que en mi intervención insistí que las actuaciones en el seno de la 4a revolución industrial requieren superar la idea que la misma sólo comporta vertebrar fábricas inteligentes para ganar productividad, asumiendo que el objetivo clave de toda actuación tendría que ser disponer de fábricas con capacidad de fabricar productos inteligentes. Productos que utilizando las potencialidades de la red, Internet de las Cosas, incorporen la capacidad de interactuar entre ellos, y con los humanos, empleando la inteligencia artificial. Lógicamente, este es un aspecto fundamental para poder generar trabajo cualificado, muy retribuido y menos sujeto a las turbulencias económicas que se produzcan cíclicamente.

Ahora bien, avanzar en la industria 4.0, prestar servicios a nativos o conversos digitales (casi un 70% de la población) requiere, no sólo invertir con tecnología automatizando procesos y sustituyendo humanos por robots, hay que disponer en un modelo productivo capaz de generar progreso económico y social, es decir, empresas que dispongan de una alta dotación de capital humano y que han asumido con plenitud la innovación en todas y cada una de las áreas y puestos de trabajo que la configuran. Más capital humano con contratos estables y muy retribuidos, este es un reto indefugible para desplegar el potencial de la sociedad 4.0 en la que hay que reinventar la cotidianidad, puesto que todo elemento y producto, a medio o largo plazo, puede ser y será smart.

Hace falta, pues, invertir en las personas progresando en trabajos más cualificados y mejorando las retribuciones salariales, una asignatura pendiente si consideramos que los datos recientemente publicados explican que el coste salarial por trabajador y mes ha disminuido un 0,3% en el tercer trimestre del 2016, respecto del tercer trimestre del 2015, situándose en 1.804,01 euros de media, Cataluña 2.544,55 euros. Unos salarios que no permiten niveles oportunos de renta disponible, una renta que por los ciudadanos en activo ha disminuido un 14% del 2009 al 2015. Salarios desajustados y carencia de talento en las organizaciones son un binomio endémico del modelo productivo considerando otros países con los cuales competimos, un aspecto que hay que poner solución.

Un talento requerido para gestionar los medios sociales, el re-diseño de los productos, la extracción de productividad de las tecnologías, el análisis de los datos para convertirlas en conocimiento, la implementación de Inteligencia Artificial o el despliegue lleno de la innovación. Una innovación que no es una opción, es un requisito indispensable en un entorno cambiante y altamente tecnificando y competitivo.

Diseñar nuevos productos acontece el palo de pajar para lograr nuevos mercados y posibilitar que los adelantos técnicos y científicos, integrados en los productos, lleguen por todas partes. Algo que obliga a una cultura organizativa que haga posible el surgimiento de las idees mercedes a la cooperación del potencial interno y externo para explorar nuevas soluciones asumiendo el riesgo del fracaso o del error. Empresas que impregnadas del ADN de la innovación estratégica con directivos que quieran competir por valor y dispuesto a incorporar talento, conservarlo, posibilitando buenas carreras profesionales y unos salarios que forzosamente se tienen que incrementar notablemente, puesto que es la tarea de las personas el que permite lograr la competitividad y asegurar el futuro de toda organización.

Personas con nuevas capacidades, de las que nuestro país dispone y hay que retener, mercedes a desplegar el potencial de la sociedad 4.0, mercedes a la calidad de la investigación y muy especialmente en el buen nivel de nuestras Universidades, como se certifica en la última publicación del ranking QS Graduate Employability el cual clasifica las instituciones de estudios superiores con mejores vínculos entre estudiantes y el mundo de la empresa. En él, cuatro Universidades catalanas se sitúan entre los mejores 75 centros de educación europeos, en concreto la UAB se sitúa entre las del lugar 24, la UAB y la UPC en las del bloque 39 y 59; y la UPF en el tramo 60 y 75.

Talento, personas, que actuando simbólicamente con inversiones en tecnología, puesto que la simbiosis entre tecnología y talento son clave de futuro y tendrían que permitir mirar el futuro con optimismo, y entomar los próximos años que, a buen seguro, acontecerán claves para lograr las cotas de bienestar indispensables poniendo freno a la desigualdad y disminuir las incertidumbres en el futuro.

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